extinción masiva

COP 27: Urge cambiar la estrategia en la lucha contra el Cambio Climático

El pasado 6 de noviembre se inició en Egipto, la No. 27 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Con la participación de casi 200 países y hasta el 18 de noviembre, varios miles de participantes (presenciales y virtuales) estarán discutiendo la búsqueda de acuerdos para atender los cada vez más graves efectos negativos que produce el Cambio Climático. Algo agravado por la guerra y la crisis económica mundial. 

Con el contexto de que la temperatura de la atmósfera del planeta se ha incrementado en 1,2 grados respecto a los niveles preindustriales, con concentraciones de CO2 a 421,95 ppm (parte por millón) a abril del 2022 con una clara tendencia creciente y con la ausencia de tres de los países más contaminantes: China, Rusia y la India; la perspectiva de éxito de esta conferencia es similar a las de las 26 conferencias anteriores. Es decir: muchas conversaciones, muchas negociaciones y un éxito parcial (por no llamarle fracaso rotundo) que no se traduce en cambios verdaderamente efectivos. 

Ante esta situación se hace necesario plantear un urgente cambio de estrategia en la lucha contra el Cambio Climático. Cambio que debe empezar por comprender que la lucha no solo se limita al Cambio Climático, sino para todos los límites planetarios que tienen la Ecosfera terrestre en un severo estado de desequilibrio. Existen soluciones y se requieren de acuerdos globales, pero a diferencia de lo que hasta ahora se ha discutido y “hecho”, se ocupan acciones concretas de tipo local, pero ubicuas en todo el planeta. Analizamos aquí algunos lineamientos de este urgente cambio de estrategia.

Anomalías climáticas en incremento: una anomalía climática es una desviación del valor de un elemento del clima respecto a su valor normal.  Para identificarlas se reconocen las diferencias entre un evento climático en un determinado lugar y la condición promedio de ese factor respecto a la latitud y longitud geográfica de ese territorio. 

En otras palabras, las anomalías climáticas son los eventos extraordinarios, no esperados y desconocidos para los pobladores de determinado lugar del planeta.

En los últimos 10 años las anomalías climáticas se han incrementado en frecuencia y extensión. Hay muchos ejemplos de esas anomalías: grandes sequías en Europa y Sudamérica, olas de calor en el ártico, inundaciones extraordinarias en zonas áridas de Asia, cada vez más fuertes heladas en el hemisferio norte y más frecuencia de alternancia de grandes lluvias en los trópicos y sequías extremas. 

Cada año se rompen récords de temperaturas más elevadas o más bajas o de mayores lluvias en muchos lugares del mundo. Eso no es casual. Se vincula directamente con el aumento de la temperatura de la atmósfera planetaria y ésta, a su vez, al contenido de CO2 que también sigue en crecimiento. 

No se requiere se experto en cambio climático para saber que la situación está cambiando rápidamente y que está desmejorando año con año.

El 2030 es nuestro límite crítico: en el 2015 el Acuerdo París se propuso como objetivo primordial el tratar de fortalecer la respuesta mundial al cambio climático, limitando el aumento de la temperatura mundial muy por debajo de los 2 grados centígrados, al tiempo que se continue con los esfuerzos para limitarlo a 1,5 grados. 

Las actuales proyecciones de aumento de la temperatura es que esta alcanzará el límite 1,5 grados muy cerca del 2030 que, originalmente, se pensó ocurriría en el 2050. Este límite de 1,5 grados se considera un límite crítico, de no retorno, que tendrá severas consecuencias ambientales en todo el planeta. 

Consecuencias como por ejemplo la pérdida de los arrecifes coralinos de todo el mundo, el incremento en la pérdida de bosques y ecosistemas, las sequías y la desertificación con la consecuente pérdida de suelos, el deshielo de las capas polares y el incremento del nivel del mar, además de un aumento de las anomalías climáticas. Desde el punto de visto humano esto se traduce en pobreza, enfermedades, hambre y migración, entre otras calamidades.

El 2030 no solo representa un límite crítico en materia de Cambio Climático, sino también en otros temas ambientales vinculados (límites planetarios), como pérdida en la biodiversidad terrestre y marina, la pérdida de calidad ambiental por contaminación, la disminución significativa de los reservorios de agua dulce y toda la cadena de impactos que se generan de estos eventos y entre los que destacan la disminución en la producción agroalimentaria y el desarrollo de zoonosis que pueden derivar en nuevas pandemias.

Estrategia de descarbonización: los objetivos planteados por el Acuerdo de París del 2015 (que empezó a regir desde el 2020) ahora, en el 2022, a la luz de la realidad que afrontamos, resultan tímidos y muy laxos, basados en la buena voluntad de los países en aplicar acciones concretas, fundamentadas principalmente en la descarbonización de las economías. Algo que, evidentemente, no está lográndose de forma objetiva, todo lo contrario, parece que, a pesar de tantas conversaciones y negociaciones, seguimos avanzando en sentido contrario. 

Los datos de la ONU de octubre del 2021 señalaban que las emisiones de CO2, por sí solas, alcanzaban las 33 gigatoneladas en 2021 (una gigatonelada equivale a mil millones de toneladas). Cuando se consideran todos los demás GEI (gases de efecto invernadero como el metano, óxido nitroso y fluorocarbonos), las emisiones anuales son cercanas a los 60 GtCO2e (gigatoneladas de CO2 equivalente). 

Por lo tanto, para tener la oportunidad de alcanzar el objetivo de 1,5°C, se deben reducir casi a la mitad las emisiones de GEI. Para el objetivo de 2°C, la necesidad adicional es menor: una caída en las emisiones anuales de 13 GtCO2e para 2030. Estos objetivos no se están logrando con la descarbonización, la tendencia global, es contraria, pues se están dando incrementos en la producción de gases de efecto invernadero.

Incluso en Europa, que ha sido baluarte en la lucha contra el Cambio Climático, se empiezan a levantar voces cada vez más fuertes que cuestionan decisiones dirigidas a la reducción de emisiones. En medio de una economía de guerra, cuando hay carencias de energía, algunos lineamientos originales parecen poco lógicos y alimentan las opiniones de que se trata más de temas ideológicos y de negocio para algunos que un verdadero conjunto de acciones efectivas. Algo que a la luz de los avances obtenidos sigue generando muchas dudas.

Por otro lado, el hecho de que los tres países (China, Rusia y la India) que producen mayor cantidad de emisiones (40 % del total) no formen parte de la estrategia de reducción de emisiones, tampoco ayuda a dar más confianza y seguridad en el camino que se sigue.

Cambios estratégicos: la reducción de emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero es muy importante, pero no debe ser la única medida en la lucha contra el cambio climático. Se requieren implementar y reforzar otras medidas concretas y efectivas que permitan que los países que hasta ahora no se han integrado, se incentiven a hacerlo. 

Esas medidas deben llevar a que el trabajo se haga de forma local, a escala de los gobiernos locales de cada país del mundo y con la participación efectiva de su población. Además, las medidas a implementar deben ser multiobjetivo, es decir que además de capturar carbono y ralentizar los efectos del cambio climático, sirvan para restaurar suelos, bosques y recuperar la biodiversidad que se está perdiendo aceleradamente junto con la calidad ambiental de la Ecosfera terrestre. También deben promover el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de esos gobiernos locales.

La agricultura y la ganadería convencionales deben cambiar hacia la producción regenerativa que contribuya también a restaurar suelos y ecosistemas y a disminuir la contaminación del suelo y de las aguas superficiales y subterráneas, así como de los océanos.

La protección de los bosques tropicales y boreales existentes es muy importante. Pero para evitar llegar al límite de 1,5 grados, se requiere desarrollar desde ahora y hasta el 2030 al menos 250 millones de hectáreas de bosques tropicales en América Latina, África, Asia y Oceanía.

El financiamiento de estos nuevos bosques debe provenir de la producción y consumo de hidrocarburos y otros combustibles fósiles de forma tal que por cada tonelada de CO2 que se utilice, se garantice que se financiarán, por lo menos, dos toneladas de CO2 almacenado en bosques existentes y en nuevos bosques y suelos regenerativos.

Esta inversión es prioritaria no solo en la lucha contra el cambio climático, sino contra todos los límites planetarios cuyo punto de inflexión está cerca y que, juntos, contribuyen al desequilibrio de la Ecosfera terrestre. Además, como hemos señalado, la inversión en bosques, suelos y biodiversidad en países tropicales (la gran mayoría países pobres) ayudará a resolver problemas sociales y educativos en esta región, incluyendo temas muy sensibles como la migración hacia los países de primer mundo.

También, como hemos señalado ya, la selección de los territorios para el desarrollo de nuevos bosques tropicales y para la agricultura y la ganadería regenerativa tiene que hacerse con un efectivo y eficiente criterio técnico establecido mediante el ordenamiento y la planificación territorial. 

Se debe garantizar que, a pesar del trabajo por restaurar el equilibrio de la Ecosfera terrestre y luchar contra el Cambio Climático, el progreso humano debe continuar, pero de una forma sustentable, no contaminante, basado en una economía circular que garantice crecimiento y desarrollo socioeconómico de los países. Los problemas ambientales actuales tienen que corregirse.

Cuando hacemos los números para la implementación de esta estrategia complementaria vemos que, si son posibles siempre que se logre un acuerdo real, efectivo y obligatorio entre los países, en particular los del primer mundo. Lo llamativo de todo esto es que la inversión necesaria es menor a la que se hace en gastos militares.

Sabemos que el camino no es fácil, y por eso, se requiere un esfuerzo extraordinario. Dentro de este esfuerzo es vital que le demos una gran importancia al tiempo. No es posible que sigamos dejar pasar el tiempo como si no estuviéramos en una auténtica emergencia planetaria. 

Debemos empezar lo antes posible y por eso, la COP requiere ser profundamente reestructurada hacia un nuevo acuerdo global para restaurar el equilibrio de la Ecosfera terrestre y para ralentizar los efectos del Cambio Climático. Requerimos de acciones concretas y efectivas dentro de un nuevo derrotero global.

El autor es geólogo ambiental, especialista en ordenamiento y planificación del territorio, gestión del riesgo y evaluación ambiental, con más de 25 años de experiencia. Durante los últimos 15 años se ha especializado en el trabajo por la restauración del equilibrio de la Ecosfera terrestre y la lucha contra el Cambio Climático.

a.astorga.g@gmail.com

El camino para salvar la Biodiversidad y detener la extinción masiva de especies

En esta tercera entrega de los artículos de SALVETERRA estaremos desarrollando el tema del estado biodiversidad en el planeta y la extinción masiva de especies en que nos encontramos sumergidos.

A pesar de ser una información que provoca preocupación, hay una luz de esperanza en la medida de que todavía es posible producir una reversión de la situación y mejorar las condiciones de restauración y recuperación de la vida en el planeta.
Estado de la biodiversidad: el informe Planeta Vivo es la publicación insignia del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), que se actualiza cada dos años. Se trata de un completo estudio de las tendencias de la biodiversidad mundial y la salud del planeta. El último es del año 2022.

El informe Planeta Vivo 2022 proporciona la evidencia científica para respaldar lo que la naturaleza ha estado demostrando repetidamente: la actividad humana insostenible está deteriorando rápidamente los sistemas naturales del planeta y que son lo que sustentan la vida en la Tierra.

Así, se revela una disminución promedio del 69 % en poblaciones de especies desde 1970 hasta ahora. La vida en el planeta Tierra está desapareciendo rápidamente, incluyendo la extinción de especies y una notable disminución de la biodiversidad.

La situación de los continentes, también se refleja en los océanos donde la población marina se ha reducido a la mitad en los últimos 40 años a causa de la sobrepesca y la contaminación. Se trata de un asunto muy grave.

Es importante aclarar que la pérdida de biodiversidad en el planeta no es lo mismo que el Cambio Climático. Son dos temas diferentes, pero que pueden estar relacionados. Se trata de dos fuentes de crisis que tienen que ser atendidas de forma separada, aunque en algunos casos, pueden tener soluciones parciales comunes.

Causas de la pérdida de biodiversidad: el 75% de la superficie terrestre libre de hielo ha sido modificada por los seres humanos. Los últimos lugares vírgenes se concentran en apenas unos pocos países: Rusia, Canadá, Brasil y Australia.
Lugares que son vulnerables a efectos del Cambio Climático como las severas sequías y los incendios forestales que les pueden provocar graves daños irreversibles.

La principal causa de la pérdida de la biodiversidad es el cambio de uso del suelo. La deforestación de los bosques para instalar zonas de ganadería o de cultivo, o para desarrollo de nuevas zonas urbanas, son las principales fuentes de deterioro. Con el crecimiento de la población humana se incrementa la presión hacia los ecosistemas y con ello, su desequilibrio, fragmentación y desaparición.

El informe señala que América Latina registra el mayor descenso regional de la abundancia de población media (94 %), mientras que, respecto a especies, las poblaciones de aguas dulce muestran un mayor descenso general a escala mundial (83 %).

Las seis principales amenazas a la biodiversidad corresponden con la agricultura, la sobreexplotación marina, tala de árboles, contaminación, especies invasoras y cambio climático.

Extinción de especies: el declive es una evidencia clara del daño que los seres humanos están causando en la naturaleza, afirmó Andrew Terry, director de conservación de la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL), que señala: “Si no cambia nada, estas poblaciones salvajes sin duda seguirán cayendo, empujando especies hacia la extinción y amenazando la integridad de ecosistemas de los que dependemos”.

Los científicos creen que la Tierra se dirige hacia un “evento de extinción masiva”, el sexto (o séptimo) en los últimos 500 millones de años. “Ahora tenemos pruebas abrumadoras de que estamos perdiendo especies a una velocidad alarmante”, le dijo a la BBC el profesor Alexandre Antonelli, director de ciencia en el jardín botánico de Londres, Kew Gardens.

La última vez que tuvimos una situación similar fue hace unos 66 millones de años, y fue causada por un asteroide que golpeó la Tierra, dijo, aunque esta vez, “los humanos son los únicos culpables”. Según las estimaciones, las tasas de extinción actuales son aproximadamente 1.000 veces más altas que antes de que aparecieran los humanos.

Desde 2001, Indonesia ha perdido millones de hectáreas de selva tropical prístina. Las pérdidas disminuyeron en 2018 alrededor de un 40% gracias a una legislación gubernamental más estricta y un período de lluvias que limitó los incendios forestales, sin embargo, las plantaciones de aceite de palma han erosionado gradualmente los hábitats restantes de las poblaciones de orangutanes en peligro de extinción.

Los organismos del suelo, muchas especies de plantas y los insectos, también están disminuyendo, lo que pone en riesgo la continuidad de muchos procesos de los que todos dependemos. La desaparición de organismos del suelo afecta los ciclos de nutrientes, lo que a su vez puede disminuir la producción vegetal y si algunos insectos se extinguen, muchas plantas perderían la capacidad de reproducirse.

El énfasis que hace el informe en estos otros conjuntos de seres vivos es uno de sus aspectos más importantes. Al depender de suelos saludables, irrigación, organismos polinizadores y control biológico de plagas, la producción mundial de alimentos puede colapsar en la medida que los ecosistemas dejen de ser resilientes a consecuencia de prácticas agropecuarias inadecuadas.

En la selva amazónica, en cada hectárea de bosque natural se presentan cerca de 450 especies de árboles y cerca de 14 mil árboles. Cuando los árboles están cerca de los ríos, una gran cantidad de peces obtienen su alimentación de lo que cae desde lo alto. Inclusive tiene relación con el suelo, donde habitan hongos, microorganismos y neófitos que morirían sin su presencia. La fauna asociada, que consume flores, frutos y hojas, también depende del árbol. En la naturaleza todo está conectado.

La opinión del autor de la fuente citada concluye: “El resultado de estos modelos es contundente y esperanzador. Es urgente asumir, a toda costa, la tarea colectiva de frenar y revertir la trayectoria descendente de estos indicadores durante los próximos diez años, de forma tal que, para finales del siglo, se encuentren en franca recuperación. Si queremos asegurar una segunda oportunidad sobre la Tierra para la especie humana, debemos iniciarla de inmediato”.

Urgencia de aplicar soluciones efectivas: como hemos mencionado antes, el deterioro sistemático de los ecosistemas y la biodiversidad se ha dado de forma acumulativa por más de dos siglos. Acumulativa y ubicua (en todo el planeta) de manera que no podemos esperar que sea por la adquisición de una política global que se logre una solución efectiva. Se requiere de la participación de todos y cada uno de los habitantes del planeta cumpliendo una resolución del consejo de seguridad de la ONU.

Como hemos señalado también, los bosques tropicales son los biomas más biodiversos y ricos en biodiversidad del planeta. De allí que el paso estratégico en la reversión de la pérdida de biodiversidad es la protección de lo que todavía queda y la restauración de nuevos bosques tropicales en todo el mundo. Estimamos que deben ser al menos 250 millones de hectáreas en América Latina, África y el sureste de Asia, principalmente.

Se trata de una tarea que requiere revertir el uso del suelo, de zonas de agricultura y pastos hacia bosques tropicales. Esto, dentro de un esquema de ordenamiento y planificación territorial que zonifique el territorio para que, a pesar de esa transformación todavía siga habiendo campos de cultivo y ganadería para alimentar a la población humana. Se trata de poner orden donde durante siglos ha permanecido el desorden. Es nuestro único camino.

En SALVETERRA® hemos desarrollado la metodología para promover ordenamiento y planificación territorial sistemático que permita recuperar la biodiversidad y luchar contra el cambio climático, mientras se establecen zonas de producción agroalimentaria regenerativa y de desarrollo urbano sustentable para garantizar el progreso humano. La tarea no es sencilla, pero es posible. Se requiere aplicar con la participación de todos los ciudadanos y gobiernos locales del mundo en el menor plazo posible.

Nuestros estudios de más de 20 años nos muestran que si es posible. Lo que ocupamos es empezar a implementar las acciones correctivas ya, sin postergaciones. Soluciones que requieren de una visión global, pero de acciones locales y sistemáticas. Un verdadero cambio de paradigma.

El deterioro de la biodiversidad, al igual que el cambio climático, no respeta fronteras. De igual forma las medidas correctivas deben ser homogéneas y estandarizadas. Por eso es tan importante que todos cobremos conciencia de la importancia de actuar con visión planetaria y superar la miope visión local.
(allan@salveterra.life)

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Los derechos de la vida de la Ecosfera terrestre y los problemas humanos

En medio del actual conflicto OTAN – Rusia y la situación militar en Ucrania, y como si no fuera poco, después de dos largos años de Pandemia mundial por el SARS – COV 2, resulta importante que ubiquemos estos graves problemas humanos dentro de una perspectiva más amplia y que se vincula a los derechos de la vida de la Ecosfera terrestre. Algo muy necesario para tomar conciencia del camino que llevamos como humanidad y como especie relevante en el equilibrio y subsistencia de la vida en nuestro planeta.

Vida de la Ecosfera terrestre: es la totalidad de la biodiversidad que existe, principalmente, en una delgada capa del planeta Tierra que se extiende desde el nivel más inferior del suelo hasta la parte más alta del dosel de los árboles o vegetación que se levanta sobre la superficie del terreno, así como la parte más superior (aproximadamente 200 metros) de todos los océanos. Tiene un grosor máximo de 200 metros, pero en promedio es de 50 metros. Comparado con el grosor del planeta es una capa sumamente delgada, casi imperceptible.

Preferimos usar el concepto de Ecosfera que el de biosfera, en la medida que la primera acepción comprende las interacciones de la capa que contiene la vida con otras capas de la Tierra, como la parte superior de la corteza terrestre que incluye elementos tales como los mantos de aguas subterráneas, la energía geotérmica, las fuentes de actividad volcánica y, sobretodo, los elementos de tectónica que incluyen las fallas geológicas activas y las fuentes de sismicidad. Además, también se incluye la interacción de la biosfera con la atmósfera y las condiciones de clima y tiempo atmosférico.

La vida de la Ecosfera terrestre abarca toda su biodiversidad, es decir, todo el enorme y multiverso conjunto de especies de vegetación, aves, hongos, insectos, arácnidos, organismos unicelulares, microrganismos, mamíferos, anfibios, reptiles, etc. Empero, no solo se trata de los organismos que existen en la actualidad, sino, también, todas las especies que han existido en la historia de la vida en la Tierra y que abarca un periodo enorme de tiempo de cerca de 4 mil millones de años.

La vida de la Ecosfera terrestre, a pesar de ser tan frágil, tiene una enorme resiliencia. Ha soportado al menos seis grandes extensiones masivas. Algunas de ellas han eliminado hasta el 90 % de la vida de la Tierra. Sin embargo, la vida del planeta ha resurgido y aunque algunas especies desaparecieron para siempre, nuevas especies surgieron y poblaron el planeta.

El problema que tenemos que entender los humanos sobre las extinciones, es que la recuperación de la vida en el planeta lleva de cientos de miles o millones de años. Un tiempo muy pero muy extenso que la especie humana no podría sobrevivir. En resumen, de una nueva extinción masiva la especie humana, no podría sobrevivir. Afirmación muy grave, en la medida de que los estudios científicos nos indican que ya estamos dentro de una gran extinción masiva que se inició hace poco más de 200 años.

Derechos de la vida ecosférica terrestre: la vida de la Ecosfera terrestre no existe gracias a los humanos, es todo lo contrario, la especie humana es producto de la evolución de la vida de la Ecosfera terrestre. Siendo así, y dada la enorme complejidad de esa vida y del hecho real de que la vida en el Universo conocido no es común, tanto así que, pese a los esfuerzos de décadas, todavía no ha sido posible de encontrarla ni siquiera como vida fósil, es claro que la vida y la biodiversidad que implica la Ecosfera terrestre tiene un importante e ineludible derecho a existir.

No sobra decir que de esa existencia depende directamente la sobrevivencia de la especie humana, pues es esa vida, tanto en los suelos como en los mares y los bosques, la que nos alimenta y sin ella no podríamos existir como humanidad. También, del hecho concreto de que esa vida se encuentre en equilibrio es que depende nuestro estado de salud. Esto, por cuanto, ecosistemas enfermos y contaminados pueden ser fuentes de graves plagas capaces de dañar la salud de toda la especie humana, como la misma Pandemia por el SARS COV 2 y otras que han existido en el pasado.

Deterioro de la vida de la Ecosfera terrestre: en escritos anteriores (www.allan-astorga.com) hemos presentado extensos argumentos para mostrar la grave situación de deterioro que tiene la vida de la Ecosfera terrestre. Desde el inicio de la era industrial hace aproximadamente 210 años, se inició un proceso depredador creciente de la naturaleza. Esto, la ha llevado a una situación muy crítica, debido al efecto acumulativo y ubicuo de las actividades humanas en todo el mundo.

La gran mayoría de los indicadores de equilibrio de la Ecosfera terrestre se encuentran en estado de peligro y algunos de ellos en la zona de riesgo o muy cerca de ello. El asunto no se trata, como hemos dicho, solo del aumento de la temperatura de la atmósfera por el Cambio Climático, sino por otras muchas cosas más: deterioro y perdida de los suelos, pérdida acelerada de la biodiversidad en bosques y mares, contaminación de las aguas y los acuíferos, sobreexplotación de los océanos, entre otros.

La situación es tan grave y peligrosa para el futuro de la vida de la Ecosfera terrestre y de la humanidad misma, que es comparable con el anuncio de la caída de un meteorito de nivel de extinción como el que eliminó a los dinosaurios y otras especies hace 65 millones de años. La diferencia con esa situación es que en los pocos años que quedan si tenemos posibilidad de actuar y hacer cosas que permitan ralentizar los efectivos y hasta revertir las peores consecuencias. Lo grave es que cada vez tenemos menos tiempo. Los recientes datos nos indican que tenemos menos de una década para hacer algo realmente efectivo.

Paradoja de los costos de salvar el planeta vs los costos militares: En nuestros escritos previos señalamos que el control de las emisiones que se producen por quemado de combustibles fósiles (descarbonización de la economía mundial), no es suficiente para luchar contra solo uno de los indicadores de crisis y desequilibrio de la Ecosfera terrestre. Es importante, pero se ocupa una acción complementaria mucho más efectiva.

Nuestros estudios en ordenamiento y planificación del territorio y potencial de almacenamiento de dióxido de carbono (CO2) que puede ser capturado de la atmósfera por árboles y suelos tropicales, nos llevan a colegir que se requiere, además de proteger las zonas de bosques ya existentes, desarrollar 250 millones de hectáreas de bosques tropicales nuevos en los próximos 10 años. Esto es vital, no solo para tener una incidencia efectiva en la disminución de CO2 en la atmósfera (cerca del 50 % de las emisiones producidas desde el año 1800), sino también, para estabilizar la extinción masiva de especies y la biodiversidad de la Ecosfera terrestre.

Esa acción estratégica tiene un costo anual de 750 mil millones de dólares, que es aproximadamente un tercio de lo que se gasta en asuntos militares en el mundo. Esto según la página: https://www.sipri.org/research/armament-and-disarmament/arms-and-military-expenditure/military-expenditure. Algo que resulta verdaderamente paradójico, pues con la reciente situación en Europa del Este, Alemania decidió invertir el 2 % del PIB en fortalecer su ejército, lo cual representa una inversión anual de 113 mil millones de dólares.

Es vital cambiar las prioridades: como podemos ver, salvar la vida de la Ecosfera terrestre es posible y viable. Aunque su costo pareciera relativamente alto, desde una perspectiva global es posible realizarlo. Tal solo bastaría reducir los gastos militares actuales a lo que se tenían en el año 2000 e invertir la diferencia en salvar la vida del planeta Tierra. Esto, a modo de ilustración, pues los recursos podrían provenir de fuentes diversas.

Además, como hemos señalado antes, la inversión a realizar en los países tropicales (casi todos del tercer mundo) por regenerar bosques, suelos y ecosistemas, generaría cerca de 250 millones de nuevos empleos, en una nueva “profesión”: los regeneradores de la naturaleza. Empleos que, aliviarían en mucho los problemas de migración que se dan desde muchos de estos países hacia los países del primer mundo en el hemisferio norte.

El problema que tenemos es de tiempo, pues dado que el deterioro de la Ecoesfera terrestre se acelera cada día, se hace indispensable tomar las acciones correctivas lo antes posible. No se trata solo de planear, discutir o negociar. Se requiere de implementar y ejecutar lo antes posible, en cada municipio tropical del mundo. Solo así podremos empezar a revertir el enorme daño que hemos generado, como humanidad, durante los últimos 210 años a nuestro planeta.

La disminución de emisiones no es suficiente para enfrentar el cambio climático y la crisis de la Ecosfera terrestre

En el marco de la COP 26 sobre Cambio Climático nuevamente se hace necesario levantar la voz sobre el rumbo equivocado que tiene la discusión global sobre el tema. Aunque la evidencia científica nos muestra una realidad clara y seria, en general, seguimos en la línea de considerar la lucha contra el Cambio Climático como una gestión que requiere tiempo (hasta finales del siglo) y que se fundamenta en una compleja y larga negociación para lograr metas de reducción de emisiones para las otras décadas. Estamos muy equivocados, si creemos que esa es la tarea principal.

Y como hemos señalado ya, no se trata de que desistamos de negociar para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, principalmente, CO2, con metas cada vez más exigentes y en menores plazos; empero, no podemos apostar solo por eso.

Metas de descarbonización: desde que se aprobó el Acuerdo de París en el 2015 lo señalamos. Las metas de descarbonización de la economía del planeta tienen plazos muy largos, de muchas décadas, hasta el final del siglo XXI. Algo que, como ex geólogo petrolero llama mucho la atención, pues parecen “coincidir” con los plazos para que las reservas mundiales de hidrocarburos (petróleo y gas natural) se agoten.

Es claro que descarbonizar una economía que tiene como base principal de su matriz energética la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) no es para nada fácil. Sobre todo, porque esa economía sigue siendo altamente competitiva, totalmente impregnada de estrategias comerciales entre los diferentes bloques y, además, altamente depredadora del ambiente y los recursos naturales.

Las negociaciones pueden seguir haciéndose y los compromisos parciales se van a seguir logrando. Las redes sociales y los medios de prensa nos comunicarán de vez en cuando, con cierta grandilocuencia, que cierto país rico asumió un gran compromiso de reducción de emisiones. Nos alegremos de la noticia y nos sentiremos satisfechos. Más, sin embargo, debemos reconocer que, respecto al tamaño del problema que enfrentamos, esas noticias son solo paliativos dentro de una tendencia negativa por la que vamos pasando sin notar que el tiempo del que disponemos es cada vez más corto.

Verdadero problema: y es que no es cierto, para nada, que tengamos todo el resto del siglo para lograr objetivos reales en la lucha contra el Cambio Climático. Eso es cierto, en la medida en que, con el tema del Cambio Climático, solo estamos viendo parte del problema y no la totalidad de este.
El verdadero problema es la crisis de vida que tiene la Ecosfera terrestre y del cual, el Cambio Climático es solo uno de los grandes problemas y, por “asuntos humanos”, el más conspicuo y, por tanto, al que se le da más divulgación.

En escritos previos hemos señalado los otros graves problemas que afectan la Ecosfera terrestre y que combinados nos llevan a concluir que se trata de una Crisis que requiere ser atendida de forma urgente.

Urge salvar los océanos: en primer lugar, se encuentran los océanos del mundo. La vida marina está en peligro.

La sobreexplotación pesquera, la contaminación con plásticos y microplásticos y con otras sustancias tiene a los océanos del mundo en una seria crisis de vida. Los océanos representan la fuente de alimento para más de la mitad de la población mundial y los estudios realizados por la ONU señalan que para dentro de pocas décadas ya no serán capaces de ser fuente de alimentos. Urge frenar la sobrepesca y la contaminación del mar.

Como si fuera poco, los océanos juegan un papel muy importancia en la captación del CO₂ que se emiten por la quema de combustibles fósiles. Sin la reducción que aportan los océanos, nuestra crisis climática sería muy crítica, incluso en estos momentos. Sin embargo, ese papel de los océanos como sumideros del CO₂ parece estar cambiando, precisamente por su degradación. La afectación de las grandes barreras de coral parece ser un indicador de este deterioro del océano como filtro y equilibrio de la contaminación atmosférica. Así, no considerar la variable de los océanos en la ecuación de la lucha contra el Cambio Climático, podría ser un grave error que ya estamos cometiendo.

Como vemos, a la lucha contra el Cambio Climático, se hace indispensable empezar a realizar acciones concretas para recuperar la calidad ambiental de los océanos. Ignorar esto y concentrarnos únicamente en reducir emisiones, como si no hubiera conexión entre los océanos y la atmósfera, no podría costar muy caro.
Dentro de este contexto, el aumento de las áreas protegidas marinas representa un esfuerzo positivo, más, sin embargo, hacerlo, no debe servir de mampara para que se siga dando sobrepesca y daños a las especies, como al tiburón.

Extinción masiva de especies: otro de los grandes problemas que caracteriza la Crisis de la vida de la Ecosfera terrestre tiene que ver con la acelerada extinción de especies. La vida se extingue con rapidez. Durante los últimos 40 años hemos perdido casi el 60 % de toda la biodiversidad. Con el agravante de que ese proceso se acelera cada día más. Nos estamos quedando solos, pues estamos aniquilando el resto de las especies. Aunque para algunos, con una visión egoístamente antropogénica, puede que esa circunstancia no sea importante. Pero, en realidad, si lo es. Los estudios científicos nos muestran que, con ecosistemas sanos, biodiversos y equilibrados, tendremos una mejor salud ambiental y por tanto menor posibilidad del desarrollo de pandemias originadas por ecosistemas en desequilibrio y degradados. Es claro que, en este tema lo hemos descuidado creyendo que la recuperación de los ecosistemas se logra como un subproducto de la lucha contra el Cambio Climático. En eso, también estamos muy equivocados.

La ralentización de la extinción de la biodiversidad de la Ecosfera terrestre solo podrá ser lograda, revirtiendo la degradación y destrucción de los ecosistemas. Para eso, además de proteger y salvaguardar los bosques tropicales ya existentes, necesitamos ampliarlos, en al menos, 250 millones de hectáreas. Ello, no solo para salvar la biodiversidad de la Ecosfera terrestre, sino también para ralentizar de forma efectiva, los efectos del Cambio Climático, por medio de la captura de carbono en madera y suelos.

Otros serios problemas: también hemos mencionado antes, como problemas adicionales de la degradación de la Ecosfera terrestre, la rápida degradación de los suelos de cultivo y la pérdida de acuíferos de agua dulce, ya sea por sequías asociadas al cambio climático o por contaminación. En los próximos años se va a seguir agravando el tema de la producción de alimentos agrícolas o la producción agropecuaria, tanto por deterioro de suelos, como por problemas de acceso al agua fresca. Además, la producción de carne para consumo sigue siendo una grave fuente de emisiones y una situación sumamente dramática e inhumana por los procesos que se siguen.

Aunque existen otros problemas adicionales, es claro comprender que atender únicamente el tema del Cambio Climático con una agenda de varias décadas es un gran error. Se requieren acciones concretas, directas y efectivas desde ahora. Y, como hemos señalado, se requieren implementar a una escala detallada, local, pero simultáneamente en todo el planeta. Tanto en continentes como océanos.

Principal error histórico: además del quemado de los hidrocarburos que, acumulativamente, han provocado el Cambio Climático, el otro gran error cometido, tiene que ver con los graves cambios que se han dado y, se siguen dando, en el uso del suelo. La sustitución de los bosques, selvas, humedales y paramos por zonas urbanas, cultivos y campos de explotación minera y petrolera, sin un correcto y efectivo ordenamiento y planificación territorial es la principal fuente del deterioro de la Ecosfera terrestre, junto con la sobreexplotación y contaminación de los océanos. Todo esto, intensificado durante los últimos 40 años, como producto de un exponencial crecimiento poblacional y, en particular del consumo, en los países más ricos.

Como hemos señalado, este severo daño producido todavía puede ser mitigado para que, en medio de la recuperación de grandes áreas de la Ecosfera terrestre, todavía podamos seguir sosteniendo las actividades productivas humanas y su progreso. Eso es posible, solamente si utilizamos un sistema inteligente y avanzado de Información Ambiental para el uso de la Ecosfera terrestre que realmente de sustentabilidad y recuperación ambiental. Es una tarea crucial y de urgencia primaria. Es algo que debimos empezar a hacer hace tiempo y cada día que pasa, significa un día más en que nos alejamos de empezar a realizar acciones concretas. Lujo que no deberíamos darnos.

Medidas: esas acciones concretas no va a ser posible lograrlas sin que los tomadores de decisiones de los países que conforman la ONU y, en particular, su Consejo de Seguridad, no convengan en su implementación. De nada sirven las alarmas mundiales si detrás de ellas no vienen las acciones concretas. Solo así, será posible iniciar el proceso de reversión de daños en la lucha por la recuperación del equilibrio ambiental de la Ecosfera terrestre.
Como vemos, seguir negociando cuotas de reducción de emisiones, no es para nada suficiente. Hasta cierto punto, más bien puede resultar contraproducente, pues impide que se reconozca el verdadero problema que es mucho más grande. Algo que resulta muy grave, pues la mayoría de la gente confía que en el marco de esas negociaciones y su lento progreso, está el avance de la lucha contra el Cambio Climático y de todos los otros problemas ambientales del planeta. Algo muy lejano de la realidad.

Es indispensable que todos cobremos conciencia del verdadero problema y presionemos a nuestras autoridades por asumir verdaderas acciones efectivas. Todos tenemos una tarea muy importante que hacer. Se trata de nuestra principal misión espacial: salvar la vida del planeta Tierra, incluyendo la vida humana.