crhoy

La extracción de hidrocarburos puede financiar la lucha contra el Cambio Climático

Abril 2, 2023 9:59 pm

En esta octava entrega de los documentos de SALVETERRA planteamos un tema práctico muy importante: de dónde debe provenir el financiamiento de la recuperación de ecosistemas y suelos tropicales. Como veremos en este artículo, es claro y lógico que debe provenir de la actividad extractiva y comercial de los hidrocarburos y otros combustibles fósiles como el carbón mineral. Un tema de trascendental importancia para cambiar el rumbo de la lucha contra la Crisis Climática.

Quemado de hidrocarburos y emisiones: es la principal causa de la crisis climática actual (responsable de poco más del 80 % del total de emisiones de gases de efecto invernadero, principalmente el CO2).

De acuerdo con la Agencia de Protección del Ambiental de los Estados Unidos de América (EPA, por sus siglas en inglés) el coeficiente promedio de dióxido de carbono (CO2) de gases licuados de petróleo es de 235.7 kilogramos de CO2 por barril de petróleo de 42 galones.

El quemado del petróleo y sus derivados además de emitir dióxido de carbono produce otros gases tales como el metano, el óxido nitroso, óxidos de nitrógeno, monóxido de carbono, compuestos orgánicos volátiles distintos del Metano y dióxido de azufre. Casi todos son gases que producen efecto invernadero y por tanto, Cambio Climático.

La humanidad empezó a quemar hidrocarburos (petróleo, principalmente) desde finales del siglo XIX. Sin embargo, por la cantidad de población existente en ese momento, no fue hasta la década de la segunda guerra mundial cuando los efectos de ese quemado se volvieron significativos desde el punto de vista del equilibrio ambiental de la Ecosfera terrestre.

Desde el final de la segunda guerra mundial en 1945 hasta ahora, se ha quemado el 85 % del total de los hidrocarburos consumidos. Desde 1990 se ha quemado la mayor parte (52.74 %).
Esta situación de origen absolutamente humano es lo que ha generado una anomalía en el contenido de CO2 en la atmósfera y que ha provocado la situación de aumento rápido de la temperatura de la atmósfera y, consecuentemente, la Crisis Climática en que nos encontramos y que sigue en incremento.

En el mundo se producen y consumen cerca de 100 millones de barriles de petróleo al día. La gran mayoría de todo ese petróleo se quema para el transporte terrestre, aéreo y marítimo.
Por ejemplo, un vehículo de gasolina produce, en promedio, 8 toneladas al año de CO2 por quemado de ese combustible.

Dióxido de carbono en la atmósfera: cada 24 horas se producen en el mundo, en promedio, cien millones toneladas de CO2. Esto, como producto del quemado de los hidrocarburos (principalmente del petróleo).

A modo de referencia, en el 2021 la emisión total de CO2 por quemado de hidrocarburos fue de 36.300 millones de toneladas. Para la fecha en que se escribe este artículo (30.03.2023), los datos de estadísticas mundiales señalan que la cantidad de emisiones que se han producido solo en lo que llevamos de este año es de casi 9 mil millones de toneladas.

Los estudios científicos recientes, señalan que en los últimos 800.000 años, la concentración de CO2 en la atmósfera fluctuó entre las 170 y 330 partes por millón (niveles muy aceptables para la sostenibilidad del planeta), pero desde los últimos 170 años, y de forma enormemente acelerada en las tres últimas décadas, se ha disparado hasta unos valores que alcanzan en la actualidad 421 partes por millón. Esta es la principal causa del Crisis Climática que estamos viviendo.

Ralentización del Cambio Climático: la solución ideal para frenar los efectos del Cambio Climático sería la de dejar de quemar hidrocarburos, es decir, descarbonizar la economía por completo. Sin embargo, esto no es posible. El Acuerdo de París del 2015 establece un plan de descarbonización que abarca casi todo el siglo XXI.

El plan es que, gradualmente, el quemado de los hidrocarburos disminuya, y con ello, las emisiones de gases de efecto invernadero, principalmente el CO2. Este plan se hizo tratando de mantener un equilibrio entre el quemado de hidrocarburos y el aumento de la temperatura de la atmósfera respecto a la referencia al año 1.800 DC, algo que, desafortunadamente, no está funcionando, pues la tasa de aumento de la temperatura atmosférica sigue creciendo, haciendo que las proyecciones que se tenían para el 2050, ahora sean las del 2030.
Lo anterior, resulta muy preocupante, en la medida de que, en este momento, las reservas mundiales de hidrocarburos alcanzan hasta el 2065, como mínimo. Lo cual quiere decir que la ralentización de Cambio Climático se tiene que dar mientras se sigue en el proceso del quemado de hidrocarburos.

Por esta razón, es importante buscar soluciones complementarias a esta estrategia de disminución gradual del quemado de hidrocarburos para el transporte y otros usos como la producción de energía. No solo para disminuir la tasa de producción de CO2 a la atmósfera, sino más bien, para reducir su contenido global.

A este respecto resulta importante repasar algunas cifras: un árbol almacena unos 167 Kg de CO2 por año o una tonelada de CO2 al año, para 6 árboles maduros. A su vez, ese mismo árbol absorbe, en promedio, por fotosíntesis, 20 Kg de CO2 al año. Así, se requieren 22 árboles para suplir la demanda de oxígeno de una persona al día. Una hectárea de bosque produce oxígeno al día para 43 personas.

Los suelos tropicales, en promedio, pueden almacenar hasta 400 toneladas de CO2 por hectárea. En promedio, cerca de 125 toneladas de carbono, aunque en algunos casos de suelos tropicales con mucha materia orgánica se puede llegar hasta 400 toneladas por hectárea.

Una hectárea de bosque primario tropical puede almacenar cerca de 200 toneladas de carbono por hectárea. Esto quiere decir que una hectárea de bosque tropical primario en buen estado y en desarrollo, junto con su suelo, puede almacenar, en promedio, cerca de 400 toneladas de Carbono que equivaldría a cerca de 1.400 toneladas de CO2. Esta misma hectárea de bosque produce cerca de 1.000 toneladas de oxígeno al año.

Una situación similar ocurre con los suelos que se dedican a la producción regenerativa, tanto agricultura como ganadería. Sin arado, sin agroquímicos tóxicos, la producción alimentaria puede servir también como herramienta para el secuestro de CO2 de la atmósfera. Un suelo de producción regenerativa secuestra hasta 30 veces más carbono, durante un año, que un suelo de agricultura convencional.

Financiamiento de ecosistemas (bosques y suelos) tropicales: como hemos señalado reiteradamente, las zonas tropicales son las más biodiversas del planeta y, por tanto, con el mayor potencial para regenerar los ecosistemas. A su vez, son las zonas con mayor potencial para secuestrar el CO2 de la atmósfera y por tanto ralentizar la Crisis Climática.

Hemos explicado también (ver: www.allan-astorga.com) que para tener un efecto significativo en esa ralentización y en la recuperación de la biodiversidad y del equilibrio de la Ecosfera terrestre, se necesita restaurar 250 millones de hectáreas de ecosistemas tropicales, principalmente bosques, humedales y sus suelos ricos en materia orgánica. Esto, además de frenar la deforestación que actualmente se da en los ecosistemas naturales, principalmente los tropicales. A esta superficie se sumaría el suelo en producción regenerativa (agricultura y ganadería).

Y bueno, el problema es que eso tiene un costo. Según nuestros estudios sería de alrededor de 800 mil millones de dólares americanos anuales.

Estos recursos deben salir de alguna parte y por eso, planteamos que una alternativa para ello es que provenga de los hidrocarburos que son extraídos y comercializados anualmente. Los números gruesos indican que el monto que tendría que establecerse para cada barril de petróleo (sin contabilizar el gas natural o el carbón mineral), sería de entre US$ 15 a US$ 20.

Este monto se debería sumar al costo de extracción de un barril de petróleo. Para algunos puede que signifique mucho, empero se debe tomar en cuenta que además de con el mismo se compensan las emisiones producidas por su quemado, además se mitiga el efecto del quemado de petróleo que se ha dado en el mundo por 170 años antes del presente.

Con estos recursos sería posible la creación de un superfondo con el que se podría financiar la protección de los ecosistemas tropicales existentes y la regeneración de nuevos ecosistemas tropicales que además de recuperar la biodiversidad sirvan para ralentizar la Crisis Climática al servir de sumideros de carbono. Así como también impulsar la producción regenerativa.

Tal y como hemos indicado, los territorios seleccionados para esa regeneración de ecosistemas y para la producción regenerativa deben ser identificados por medio de un eficiente y efectivo Ordenamiento del territorio que, junto con una correcta Planificación Estratégica, haga posible dar un impulso sustancial al desarrollo y progreso humanos sustentables.

Todo esto es materialmente posible y realizable. Es muy probable que, además, existan otras alternativas, pero lo que aquí señalamos tiene la ventaja de que resuelve de forma integral una serie de problemas que tiene nuestra civilización humana desde hace mucho y que no obstruye, (todo lo contrario) el necesario desarrollo sustentable que requiere nuestra economía.

Terminamos recalcando que todavía hay algo de tiempo, pero que cada vez es menos. De allí la enorme importancia de acelerar el proceso de discusión y toma de decisiones. Por eso es que se recomienda que la propuesta que aquí se plantea sea objeto de discusión en la próxima COP del 2023.

a.astorga.g@gmail.com

¿Por qué la recuperación de los ecosistemas tropicales es vital en la lucha contra el Cambio Climático?

Marzo 26, 2023 4:38 am

En esta séptima entrega de los documentos de SALVETERRA desarrollamos un tema de gran relevancia: la importancia de la recuperación de los ecosistemas tropicales como elemento vital y fundamental en la lucha contra el Cambio Climático y la recuperación del equilibrio de la Ecosfera terrestre.

Ecosistemas tropicales:
la zona tropical de nuestro planeta se localiza entre los 15°-25° grados norte y sur del ecuador. Por las temperaturas cálidas y las lluvias, presenta las mejores condiciones para el desarrollo de diversos ecosistemas tropicales ricos en biodiversidad. Por si solos, estos ecosistemas contienen más biodiversidad que todos los otros ecosistemas del planeta juntos. Es claro entonces su enorme importancia para la recuperación y protección de la vida del planeta Tierra.

Pero esa relevancia no solo se vincula a la biodiversidad. Hay otros servicios ecosistémicos de gran importancia. Uno de ellos tiene que ver con la enorme capacidad de almacenar dióxido de carbono y la producción de oxígeno por fotosíntesis. Los árboles y las plantas, en general, acumulan carbono de forma temporal, pero al morir, ese carbono puede pasar al suelo donde conforma un importante sumidero que almacena el dióxido de carbono de forma permanente. Una hectárea de suelo tropical puede almacenar, en pocos años, hasta 400 toneladas de carbono.

La gran ventaja de estas zonas es que por la característica climática que tiene, la regeneración de los suelos y ecosistemas es muy acelerado. Se puede pasar de un charral a un bosque secundario en recuperación en plazos cortos (5 años en promedio).

Así, los ecosistemas tropicales son como una gigantesca fábrica de vida y biodiversidad que, además, funcionan como un sumidero de carbono cuyo desarrollo permitiría ralentizar los efectos del Cambio Climático, mientras se frena la masiva extinción de especies que afecta a nuestro planeta.

Situación actual: a lo largo del Antropoceno (desde al año 1.800 DC) y, en particular, durante las últimas cuatro décadas, los ecosistemas tropicales han desaparecido por cambios de uso del suelo, deforestación e incendios forestales (intencionales y naturales). Su área ha disminuido a la mitad y lo que queda, se está degradando rápidamente, con una significativa pérdida de biodiversidad y de su capacidad para almacenar dióxido de carbono. De paso, los suelos ricos en materia orgánica se degradan y erosionan, liberando el CO2 a la atmósfera, así como otros gases de efecto invernadero.

Gran parte de este deterioro ambiental tiene explicación por la ausencia de ordenamiento y planificación territorial, es decir, por una totalmente inadecuada gestión del territorio. A esto se suma el aumento de la población y, sobretodo, el incremento del consumo que produce una enorme presión sobre los recursos naturales de los países tropicales.

Y no nos referimos a la presión que produce los requerimientos de autoconsumo de esos países tropicales que, por lo general, son países pobres con una población muy alta (que vive con presupuestos de muy pocos dólares por día) y en crecimiento (salvo algunas pocas excepciones como Costa Rica), sino más bien a la presión que ejerce el consumo de los países ricos que requieren de productos agrícolas y ganaderos para satisfacer sus voraces necesidades que da su situación de confort.

Piña, banano, sorgo, frutas tropicales, café y otros cultivos, así como carne de res de primera calidad, son algunas de las actividades agrícolas y agropecuarias cuyo desarrollo productivo exige el uso de grandes extensiones de territorio que, debido a la falta de planificación territorial, sacrifican ecosistemas tropicales para implantarse en los territorios de los países pobres tropicales.

Así, conforme aumenta la degradación de los ecosistemas y los suelos de los países tropicales, aumenta también la pobreza. Hay una relación proporcional. También la desertificación se asocia a estos problemas, como la contaminación y degradación de los suelos, el aire y las fuentes de agua y los acuíferos de aguas subterráneas.

Conforme se degrada el ambiente de los países tropicales, se incrementan los problemas sociales y con ello, una cadena de impactos sociales de los cuales la migración hacia los países ricos (principalmente del hemisferio norte) se incrementa.

Es claro que, para cambiar esta grave tendencia de deterioro ambiental y social, se requieren aplicar acciones concretas cuya base piramidal lo constituye la efectiva y eficiente gestión del territorio de los países tropicales.

El cambio que se necesita: un cambio estratégico y fundamental del cual ya hemos escrito previamente, es la valoración y pago real, ambiental y con visión planetaria que debe tener un espacio geográfico que presenta un ecosistema natural.

No nos referimos al valor económico por hectárea o metros cuadrados que define la economía convencional a un terreno de este tipo. Por lo general, entre otros muchos factores de absoluta visión antropocéntrica y de uso inmobiliario (como los accesos y los servicios), estos terrenos son castigados y valorados como si estuvieran dañados por contener un ecosistema natural.
Incluso, cuando los mismos son objeto del pago de un servicio ambiental, el monto que se paga por hectárea es muy bajo (cerca de $ 70 – $ 75 dólares por hectárea por año en el caso de Costa Rica).

Bajo este esquema económico, es claro que los propietarios privados de terrenos que tienen ecosistemas naturales, salvo algunas excepciones, siempre van a estar tentados por los desarrolladores inmobiliarios que proponen fraccionamientos forestales, o bien por quienes extraen madera ilegal y especies de flora y fauna para que ceda y permita “aprovechar” las riquezas de esos terrenos cuyo verdadero tesoro son los ecosistemas que los conforman.

Se trata de una tentación económica a las que relativamente pocos propietarios no ceden. Se presenta en todo tipo de terrenos y en todos los países tropicales generando un grave efecto ambiental acumulativo que contribuye de forma notable con el deterioro de la Ecosfera terrestre.

La solución entonces, es darle el verdadero valor que tienen esos terrenos para confrontar la Crisis Climática, salvar la vida del planeta y restaurar el equilibrio de la Ecosfera terrestre. También se deben incluir aquellos terrenos ya impactados y que tienen potencial para la regeneración y restauración de ecosistemas, cuya identificación debe provenir de la zonificación ambiental derivada del ordenamiento y la planificación del territorio.

Así, como hemos señalado (ver: http://www.allan-astorga.com/allan-astorga/2023/1/12/cop-27-urge-cambiar-la-estrategia-en-la-lucha-contra-el-cambio-climtico?rq=cop) la doble estrategia de tratar de descarbonizar la economía, combinada con la recuperación, protección y regeneración de suelos y ecosistemas tropicales multiplicaría las posibilidades de tener éxito. Para lograr esto, es indispensable la creación de cuentas ecológicas que financien la recuperación de ecosistemas. Sin ese financiamiento que debería provenir, principalmente, de la explotación de los combustibles fósiles, lograr el objetivo ser hará mucho más lento o muy difícil.

Ventajas múltiples: invertir en la recuperación, protección y regeneración de ecosistemas es la más importante inversión que debe hacer la humanidad en estos momentos. Lejos de seguir gastando ingentes cantidades de recursos económicos en armamento, ejércitos y guerras, la prioridad debe ser completamente otra.

Las ventajas son enormes, desde ralentizar los efectos de la Crisis Climática, hasta frenar la extinción masiva de especies en la que ya nos encontramos. Pero también hay otras ventajas sociales, dado que la inversión en ecosistemas tropicales permitirá impulsar a los países tropicales pobres hacia el progreso y el desarrollo económico. La creación de empleo, el desarrollo económico promovido por el uso sostenible de los recursos y la correcta y eficiente gestión del territorio producirán enormes avances en estos países, haciendo que la migración disminuya o desaparezca por completo; además de la mejoría en la calidad de vida.

La coyuntura es ahora. No hay tiempo para más postergaciones. De allí la importancia en seguir insistiendo en el tema.

Este artículo fue elaborado por el especialista Allan Astorga, de la ONG Salvaterra

a.astorga.g@gmail.com

La importancia de los ecosistemas de humedal y la estrategia de su recuperación

Marzo 19, 2023 4:38 am


En esta sexta entrega de los documentos de SALVETERRA® analizaremos el tema de los ecosistemas de humedal, en particular su gran importancia ecológica y la estrategia a seguir para su recuperación. Un asunto clave en la lucha contra el Cambio Climático y la recuperación del equilibrio de la Ecosfera terrestre.

Al respecto, no solo es suficiente hacer un recuento de todos los beneficios ecológicos que nos dan los humedales. Tenemos que ser realistas para ubicarnos de forma objetiva. No para lamentarnos, sino para tomar acciones concretas y efectivas para su recuperación y fortalecimiento.

El agua es el elemento clave de los humedales: existen diversas variantes de humedales, tanto de agua dulce como salada. En ambientes continentales pueden variar desde cuerpos de agua, como ríos, lagunas, pantanos o suampos, hasta terrenos boscosos con suelos inundados o saturados en agua durante largos periodos de tiempo.

El agua puede provenir del mar, de los ríos, las lluvias o de los mantos de aguas subterráneas. Los humedales se distinguen también por las características particulares de sus suelos y por la presencia de plantas y animales adaptados a las condiciones de inundación o de alternancia de períodos de anegamiento y sequía. De esta manera, los humedales no son necesariamente transiciones entre los sistemas acuáticos y terrestres, sino que poseen características estructurales y funcionales propias, que los diferencian de unos y otros.

Pero es importante comprender que no todo terreno afectado por estancamiento de aguas superficiales, en particular si el mismo se debe al desarrollo de inadecuados drenajes, es un humedal. Este aspecto puede a llevar a que las autoridades cometan muchas injusticias.

Situación global: en la actualidad los humedales cubren, aproximadamente, 12,1 millones de kilómetros cuadrados. El informe de Ramsar denominado Perspectiva Mundial sobre los Humedales, del año 2018, señala que los humedales han disminuido en un 35 % desde el año 1970. De acuerdo con un informe de la Naciones Unidas del año 2018, los humedales desaparecen tres veces más rápido que los bosques, los cuales tienen tasas de pérdida anual del orden de las 60 mil hectáreas.

Los humedales incluyen algunos de los ecosistemas con mayor densidad de CO2 de nuestro planeta, como las marismas saladas, las praderas marinas y los manglares. Las turberas, que representan sólo el 3 % de la superficie terrestre del mundo, almacenan el doble de CO2 que todos los bosques del planeta, y desempeñan un papel fundamental para lograr los compromisos mundiales para el cambio climático, el desarrollo sostenible y la biodiversidad.

Por esta razón, la recuperación, restauración y protección de los ecosistemas de humedal es una tarea estratégica en materia de la lucha contra el Cambio Climático.

Los humedales también contribuyen a reducir el riesgo de desastres, ya que mitigan las inundaciones y protegen las costas.

A pesar de su papel esencial en la regulación del clima mundial, los humedales siguen estando infravalorados por los responsables de políticas y de la toma de decisiones en los planes nacionales, particularmente de ordenamiento territorial.

La pérdida o degradación de los humedales tiene efectos negativos en la naturaleza y las personas. Las principales presiones sobre los humedales se relacionan con cambios en el uso del suelo (urbanización, construcción de infraestructura como carreteras, deforestación, rellenos, etc.), alteraciones en la dinámica del agua (por extracción, intercepción, desvíos, etc.), extracciones (pesca, maderas, pasturas, etc.), contaminación (agrícola, industrial y doméstica), introducción de especies exóticas invasoras y el cambio climático.

Humedales en Costa Rica: en nuestro país hay avances y retrocesos en materia de protección de los humedales.

Con la promulgación de la Ley Orgánica del Ambiente (1995) los humedales adquirieron la categoría de áreas silvestres protegidas.  Pese a eso, al no disponerse de una cartografía oficial que identificara todos los humedales del país, fueron los humedales que estaban inscritos en el Convenio Ramsar o bien que estaban explícitamente definidos, los que tenían mayor protección.

En el año 2010, con la promulgación de algunos ajustes a la Ley de Vida Silvestre la situación de los humedales empeoró. Se introdujo un artículo que señala que hay pena de cárcel a quien dañe un humedal si no cuenta con la autorización por parte del Sistema Nacional de Areas de Protección (SINAC). De esta manera se abrió la puerta para afectar los humedales vía un permiso que otorga esta entidad, siempre que se cuente con viabilidad ambiental.

Sobre la base de este artículo se promulgó un decreto ejecutivo que regulaba el desarrollo de infraestructura vial en zonas de humedal. Parte de los argumentos esbozados por el MOPT – CONAVI de ese momento, era que construir una carretera por zonas de humedal era más cómodo, debido a que no había que hacer expropiaciones.

El autor participó en una acción de inconstitucionalidad contra ese decreto ejecutivo que, finalmente, la Sala Constitucional, declaró sin lugar, con lo cual se consolidó la situación de desorden en el tema de la protección de los humedales en el país.

Como parte de las discusiones que se dieron alrededor de esa acción de inconstitucionalidad, llamó mucho la atención la posición de la Procuraduría General de la República que afirmó que había dos “tipos” de humedales desde el punto de vista jurídico: los de propiedad privada y los de propiedad pública, como si esa situación implicara que unos son más susceptibles de ser impactados o dañados que otros.

Recientemente, en el año 2018, el SINAC elaboró el primer mapa de humedales de Costa Rica. Este instrumento representa un gran avance, dado que incluye todas las categorías de humedales del país a una escala suficientemente satisfactoria para gestionar su protección.

Pérdida de bosques húmedos del Humedal Caribe: por medio del estudio comparado de imágenes satelitales de diversos años, el autor ha podido identificar la desaparición de cientos de hectáreas de bosques del Humedal Caribe.  Esto llevó a la realización de una denuncia ante el Ministerio Público (ver el siguiente enlace).

La tendencia de desaparición de los bosques de humedal se ha acelerado desde el año 2014 con el inicio de construcción de la Terminal de APM en Moín. Se observó un patrón con un proceso de deforestación del bosque de humedal, el drenaje de las aguas y un proceso de disecación para el desarrollo de nuevas construcciones. El asunto es seria pues sucede a lo largo de Humedal Caribe desde Tortuguero hasta Cahuita, como mínimo.

Se trata de una situación muy grave y es posible que, en otras áreas del país, también se pueda estar dando.

Búsqueda de soluciones: son varias las acciones concretas que se deben implementar urgentemente para detener el daño a los humedales del país. Las principales son las siguientes:

  1. Fortalecer al SINAC y la Dirección de Humedales para que puedan ejercer un mayor control de la situación de humedales en el país. Esto lleva por una revisión detallada del decreto ejecutivo que establece la metodología para definir zonas de humedal y que a criterio del autor tiene serias limitaciones técnicas.

  2. Fortalecer a la unidad ambiental del Organismo de Investigación Judicial que realiza investigaciones y levantamiento de prueba sobre daño ambiental a humedales.

  3. Equipar a la Fiscalía Ambiental del Ministerio Público para que pueda disponer de fuentes de información satelital sobre los cambios de uso del suelo en zonas de bosques de humedal y en bosques en general en el país, donde se está dando una fuerte presión por el cambio de uso del suelo, como en el caso de Humedal Caribe.

  4. Sustituir o modificar el decreto ejecutivo que permite el desarrollo de construcciones en zonas de humedal por un instrumento jurídico más moderno y que fije reglas técnicas más claras sobre la protección de humedales y el desarrollo de un sistema de compensación ambiental para los casos especiales en que sea necesario el desarrollo de obras estratégicas. También debe integrar lineamientos concretos para la recuperación de humedales dañados ilegalmente o bien, como parte de la lucha contra el Cambio Climático con el desarrollo de sumideros de carbono.

  5. Impulsar el desarrollo de planes de ordenamiento territorial en todo el país, dentro de los cuales se delimiten y fijen las zonas de humedal a fin de que sean protegidos de forma más sólida con la participación de los gobiernos locales. De igual forma, estos planes deben establecer, donde se presenten las condiciones, las zonas de restauración de ecosistemas de humedal.

Con el desarrollo de estas acciones concretas sería posible cambiar el rumbo al proceso de deterioro que está afectando a los humedales del país.

Como hemos dicho antes, Costa Rica tiene el potencial de convertirse en un país líder en el mundo que, con el ejemplo, puede mostrar el correcto camino hacia la protección del ambiente, incluyendo los importantes sistemas de humedal tropicales.

 

a.astorga.g@gmail.com

La importancia del suelo y las soluciones a la desertificación de la Ecosfera terrestre

Marzo 5, 2023 4:25 am

En esta cuarta entrega de los documentos de SALVETERRA desarrollamos el tema del suelo y la enorme relevancia que tiene para la vida en la Ecosfera terrestre, incluyendo a la humanidad misma. Desafortunadamente, también tenemos que hablar del tema de la degradación del suelo.

Al momento de escribir este artículo (13.02.2023) la cantidad de hectáreas perdidas de suelo superan las 840 mil, solo para lo que llevamos en este año.

Algo sumamente grave, pues se trata de un efecto acumulativo dado que el daño ambiental a los suelos es irreversible en tiempos humanos, debido a que su restauración, cuando es posible, dura cientos de años.

Aunque el panorama no es alegador, todavía hay esperanza y existen soluciones que requieren ser implementadas a escala local, por todos y cada uno de los gobiernos locales del mundo y en los próximos años. La primera gran tarea es cobrar conciencia de lo que hay que hacer y este es el objetivo de este artículo.

El suelo y su función vital: el suelo es un recurso natural no renovable del que depende la vida en nuestro planeta. Representa la base que sirve de fuente de alimento, fibras textiles y madera. Es la red más amplia de purificación e infiltración del agua superficial hacia los acuíferos y un hábitat en el que proliferan los microorganismos que mantienen en funcionamiento los ciclos biogénicos que permiten mantener la vida.

La generación de tan solo 3 milímetros de nuevo suelo superficial, por meteorización química, requiere, en promedio, un siglo, por eso es un recurso no renovable dentro de nuestra escala de tiempo. El suelo está sometido a una enorme presión de producción, ya que es el principal sustento para alimentar a los más de 8.000 millones de personas que pueblan la Tierra en la actualidad.

El suelo es un sistema dinámico con importantes equilibrios físico-químicos y biológicos; el conjunto de reacciones que tienen lugar en el mismo constituye el mayor reactor de nuestro planeta, necesario para la depuración de las aguas y la recarga limpia de los acuíferos subterráneos.

En relación con el cambio climático el papel de las plantas en la captura del CO2 atmosférico es crítico; menos conocido es que cerca del 20% del carbono capturado se almacena en el suelo en forma de materia orgánica. Por esta razón, las Naciones Unidas aconseja conocer y manejar correctamente los suelos para que las prácticas de laboreo (como el arado) no promuevan la emisión de otros gases de efecto invernadero.

La biodiversidad en nuestro planeta comprende no solo una vertiente macroscópica, visible, sino también otra microscópica, una parte significativa de la misma se encuentra en los suelos. Así, un solo gramo de suelo de cualquier lugar de la Tierra alberga millones de microrganismos. Esta biodiversidad es mayor en las zonas tropicales y es el motor para mantener activos los ciclos biogénicos de los elementos.

Por ello, preservar el suelo en estado saludable, o “recuperarlo” cuando se ha deteriorado, no solo es una vía para obtener alimentos seguros y disfrutar de nuestros paisajes (por los ecosistemas naturales que se desarrollan sobre el suelo), sino que es esencial para el mantenimiento global de la vida en el planeta. Es responsabilidad de todos conservar y utilizar el suelo, para darle el uso ambientalmente más sustentable.

Degradación del suelo: Más del 75 por ciento de la superficie terrestre del planeta está considerablemente degradada, lo que perjudica el bienestar de más 3.200 millones de personas, según el primer estudio global resumido por la Revista Nacional Geographic en el año 2018. En los últimos cinco años la situación de la degradación se ha incrementado.

Estas superficies que se han convertido en desiertos, están contaminadas o han sido deforestadas con lo cual se acelera el proceso de extinción de especies.

Si esta tendencia continúa, el 95 por ciento de la superficie terrestre de la Tierra estaría degradada para 2050. Los estudios advierten que esta situación podría obligar a migrar a cientos de millones de personas, a medida que la producción de alimento se desploma en muchos lugares.

La expansión rápida y la gestión no sostenible de tierras de cultivo (con uso de maquinaria para el arado) y de pasto son las principales impulsoras de la degradación del suelo, que provoca pérdidas importantes de biodiversidad y afecta a nuestra seguridad alimentaria, la purificación del agua, el abastecimiento de energía y otras contribuciones de la naturaleza fundamentales para las personas. También contribuye a este proceso el cambio no planificado del uso del suelo, sobretodo en zonas tropicales.

Como parte de esa gestión no sostenible del suelo, se incluye principalmente el arado de los terrenos y el uso intenso de agroquímicos a base de nitrógeno. Este tipo de prácticas agrícolas, junto con el uso de organismos genéticamente modificados ha transformado la agricultura extensiva e intensiva, en una agricultura “artificial” que lejos de mejorar las condiciones naturales del suelo, las deteriora. Así, los países se vuelven dependientes del uso de grandes cantidades de agroquímicos, con los que, además se contaminan las aguas subterráneas y se producen toda una seria cadena de impactos que tiene efectos negativos en los insectos, que a su vez son vitales para la agricultura debido a su función polinizadora.

Desertificación del suelo: se produce como producto de la pérdida de carbono y agua del suelo. Un suelo sano absorbe agua y carbono. Cuando hay plantas vivas hay agua en el suelo. Cuando no las hay, hay evaporación y se pierde el agua. Se rompe el ciclo. El 60 % del agua de lluvia proviene de un ciclo mayor desde la evaporación de los océanos, pero un 40 % proviene de ciclos más pequeños de evapotranspiración de las plantas. Lo suelos desnudos aumentan la temperatura de la atmósfera inferior y crean vórtices que alejan las nubes y las lluvias. Se intensifica así, la desertificación.

Casi dos tercios del suelo fértil de nuestro planeta se ha desertificado o en está en proceso de desertificación. Esta ha sido la principal causa de la extensión de civilizaciones humanas (casi 20 en la historia de la humanidad). Cuando no hay posibilidad de producir alimentos, la vida se termina. Según estudios de la ONU, en 60 años, todos los suelos fértiles del planeta habrán desaparecido si no se hace algo por detener este alarmante proceso.

Observaciones de la NASA muestras que durante los meses de arado en el hemisferio norte (marzo y abril) aumentan considerablemente las emisiones de CO2 a la atmósfera. En junio, cuando las plantas crecen, el contenido de CO2 de la atmósfera se reduce. Por tanto, las plantas tienen un enorme poder colectivo o acumulativo. Un planeta cubierto por vegetación sobre suelos ricos en carbono, es un planeta sano.

Los humedales son las áreas del planeta más afectadas por la degradación del suelo: el 87 por ciento se ha perdido en todo el mundo en los últimos 300 años. Desde el año 1900 se ha perdido el 54 por ciento. Todavía se destruyen humedales en el sureste asiático y la región africana del Congo, principalmente para plantar palma aceitera.

Las causas subyacentes de la degradación del suelo son los estilos de vida de alto consumo en las economías más desarrolladas, combinados con el aumento del consumo en las economías emergentes y en vías de desarrollo. El alto consumo per cápita, que sigue en aumento, amplificado por el crecimiento demográfico continuo en muchas partes del mundo, están generando niveles insostenibles de expansión agrícola, extracción de recursos naturales y minerales, y urbanización.

Aplicando soluciones: hay muchas soluciones probadas para revertir estas tendencias, como el ordenamiento ambiental y la planificación territorial de escala detallada, la reforestación con especies nativas, la construcción de infraestructura verde, la rehabilitación de suelos contaminados y sellados (por ejemplo, bajo el asfalto), el tratamiento de aguas residuales y la restauración de los canales fluviales.

El desarrollo de agricultura y ganadería regenerativa es vital, no solo por la posibilidad de convertir las tierras productivas en sumideros de carbono y de gases de efecto invernadero, sino por la posibilidad de crear suelos fértiles y altamente productivos.

Es urgente gestionar el suelo a escala del paisaje, donde las necesidades de la agricultura, la industria y las áreas urbanas pueden equilibrarse de forma integral. Además, las prácticas agrícolas deben modificarse sustancialmente.

Para las regiones en vías de desarrollo, como algunas partes de Asia y África, el coste de la inacción ante la degradación del suelo es al menos tres veces superiores al coste de la acción. Y los beneficios de la restauración son 10 veces superiores a los costes.

Muchos países ricos “descentralizan” sus impactos medioambientales importando grandes cantidades de alimentos, recursos y productos de otros países. La Unión Europea importa entre el 30 y el 40 por ciento de su comida, por ejemplo. De esta forma los problemas para el suelo se dan en otros territorios. Parece obvio que estos países deberían pagar el costo de la restauración y mejoramiento de suelos en los países productores.

Lograr restaurar ecosistemas que fueron convertidos a pastizales o espacios para agricultura tendría un doble beneficio: uno en la biodiversidad y otro en la mitigación del cambio climático. Esto concluyó un estudio publicado en la revista Nature y realizado por 27 investigadores de 12 diferentes países.

Un estudio mundial realizado recientemente, tras analizar 870 millones de hectáreas de ecosistemas en todo el mundo que se han convertido en tierras de cultivo, se concluyó que si se logran restaurar el 15% de estas tierras se evitaría el 60 % de las extinciones. Específicamente, el 54% de los ecosistemas analizados eran originalmente bosques, el 25% pastizales, el 14% matorrales, el 4% tierras áridas y el 2% humedales.

Pero los beneficios no paran ahí: el estudio también concluyó que restaurar el 15 % de las tierras del mundo implicaría absorber más de 463 mil millones de toneladas de dióxido de carbono. “Impulsar los planes para devolver grandes extensiones de la naturaleza a un estado natural es fundamental para evitar que la biodiversidad y las crisis climáticas se salgan de control”, explicó Bernardo BN Strassburg, autor principal del estudio.

Igualmente, para evitar el temor que la restauración de ecosistemas les quite espacio a los cultivos y, por ende, amenace la seguridad alimentaria, los investigadores calcularon cuántos ecosistemas podrían revivirse sin cortar el suministro de alimentos. Descubrieron que el 55% (1.578 millones de hectáreas) de los ecosistemas que se habían convertido en tierras de cultivo, podrían restaurarse sin interrumpir la producción de alimentos. Esto podría lograrse mediante la intensificación bien planificada y sostenible de la producción de alimentos, junto con una reducción del desperdicio de alimentos y un abandono de alimentos como la carne y el queso (salvo que provengan de la producción regenerativa), ya que requieren grandes extensiones de tierra y, por lo tanto, producen emisiones desproporcionadas de gases de efecto invernadero.

Como podemos ver, existen soluciones reales y efectivas. Un país como Costa Rica, además de implementar este tipo de acciones, podría convertirse en un líder mundial en el tema de restauración de suelos, producción regenerativa y lucha contra la desertificación y el Cambio Climático. La clave es el ordenamiento ambiental del territorio y la planificación territorial sustentable.

allan@salveterra.life

PAZ para cuidar al planeta

A un año del inicio del conflicto militar en Ucrania, más que seguir hablando de guerra, es muy importante que los ciudadanos del mundo, exijamos a los países ricos del hemisferio norte que se negocie la paz.

Además de los miles de muertos y heridos que se han dado, así como los millones de refugiados y la enorme destrucción de infraestructura, este conflicto ha afectado a todo el mundo de una forma directa o indirecta, generando una enorme cadena de impactos que, para variar, siempre daña de mayor manera a la gente más pobre de nuestro planeta.

Aclaramos que nuestra solicitud es que no solo este conflicto militar termine, sino todos los otros que están sucediendo, con menos suceso, pero no con menos drama, en otros lugares del planeta.

Como ciudadano de un país como Costa Rica, donde se eliminó el ejército hace más de 60 años y que apostó por la negociación, el diálogo y la institucionalidad internacional para negociar la paz, creemos firmemente en el especial derecho humano de pedir que acabe la guerra y que se negocie la paz.

Necesitamos atender nuestro planeta: la petición de paz no es solo para que la grave crisis económica derivada de la guerra, y que afecta de una u otra manera a todos, termine de una vez y permita que exista un alivio económico y una posibilidad de reactivación en medio de un acúmulo continuo de vicisitudes sin fin.

La petición de paz es un grito desesperado por nuestro planeta y la vida de la Ecosfera terrestre.

En medio de la guerra, los países ricos del hemisferio norte han puesto “en pausa” su preocupación por el ambiente. Sus prioridades han cambiado.

Las armas, la destrucción y las sanciones parecen ser lo más urgente, como si el deterioro de la Ecosfera terrestre, cada vez más acelerado, o las necesidades de la gente más pobre como el hambre, la ayuda para la salud y la educación, también pudieran ponerse en pausa.

Algo absolutamente ilógico e incomprensible, en especial si pensamos que en esos países ricos se encuentran las universidades e institutos de investigación más prestigiosos y avanzados. Allí se encuentran las mentes más preclaras y capaces. Y a pesar de todo eso, se está descuidando nuestro planeta de una forma alarmante.

La salud de la Ecosfera terrestre es crítica: como hemos señalado previamente (www.allan-astorga.com) la salud de nuestra Ecosfera terrestre se encuentra muy dañada. Los principales indicadores o límites planetarios están en estado de peligro, en la zona roja o muy cerca de ella.

Los bosques y los ecosistemas siguen desapareciendo a una velocidad cada vez más rápida, la vida del planeta desaparece en medio de la séptima gran extinción de especies que se inició con el rápido aumento de la población humana hace poco más de 200 años, los insectos desaparecen y con ellos los polinizadores que son vitales para la producción agrícola.

El agua dulce y fresca, tanto superficial como subterránea, está disminuyendo o se está contaminando rápidamente como producto del intenso uso de agroquímicos y pesticidas en la agricultura.

Los residuos sólidos y las aguas residuales de las ciudades contaminan los ríos, los suelos y las zonas costeras en una tasa cada vez más creciente y que se apareja a la velocidad del crecimiento poblacional y del consumo en los países del tercer mundo.

El creciente quemado de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas natural) y de madera en todos los países, ricos y pobres, así como la actividad industrial sin control ambiental, continúan contaminando el aire de las grandes urbes del planeta. Urbes donde cada vez vive más gente que abandona el campo y busca la ciudad en espera de mejorar sus condiciones de vida.

Los incendios forestales, cada vez más catastróficos siguen dañando no solo los bosques tropicales, sino también los bosques de climas templados y boreales. Nuestros sumideros de carbono y de gases de efecto invernadero, lejos de estar creciendo, están disminuyendo a una velocidad acelerada. El permafrost de las zonas boreales sigue aportando, en tasa creciente, metano a la atmósfera del planeta y con ello agravando la situación.

Los océanos también están muy contaminados. En 50 años han perdido la mitad de la vida que albergaban. Los desechos sólidos provenientes de los continentes, principalmente los microplásticos y las sustancias químicas, han alcanzado todos los mares y han hecho que su calidad de agua disminuya, así como su potencial para absorber dióxido de carbono, con lo cual la situación planetaria se agrava.

Desde nuestras casas, estamos contribuyendo, sin saberlo, a dañar los océanos del planeta que son nuestra principal esperanza de vida. Generamos desechos sin estar claros que éstos están llegando al mar y consumimos productos del mar que no son verdaderamente sustentables.

La Crisis Climática se agrava cada vez más: independientemente de que exista guerra o no, el deterioro de nuestra atmósfera planetaria y el cambio climático se sigue dando. Con la guerra, la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero se ha incrementado, con lo cual se sigue agravando el calentamiento global.

Resulta absolutamente paradójico que en los países ricos del hemisferio norte las prioridades hayan cambiado tan rápidamente. Se han incrementado los presupuestos militares y muchas de las políticas en tema de energías renovables y cambio climático se están cuestionando muy seriamente. No tanto por sus poblaciones, sino por sus autoridades que parecen estar confundidas sobre qué es lo correcto y qué no lo es.

Lo más grave de todo es que estamos avanzando hacia un punto de no retorno en el tema de las emisiones de CO2 y el límite crítico de un aumento de la temperatura de la atmósfera del planeta en 2 grados respecto a las temperaturas preindustriales (pre Antropoceno). Ese límite se encuentra cercano (2030 – 2032). Por eso, resulta hasta irresponsable que se esté gastando el tiempo en algo tan sin sentido como una guerra que ha desencadenado una crisis económica que retarda aún más la toma de acciones concretas.

Tenemos que enfocarnos en los verdaderos objetivos planetarios: nuestro deber es pensar en el mundo que estamos heredando a nuestros niños y jóvenes. Debemos enfocar nuestros esfuerzos en realizar acciones efectivas y concretas por la restauración del equilibrio de la Ecosfera terrestre y en la lucha por ralentizar la Crisis Climática. Esto, mientras al mismo tiempo, nos esforzamos por procurar el progreso humano sustentable de nuestra civilización.

Se trata de tareas vitales y para las cuales no hay posibilidad de postergación. A nuestra generación le corresponde esta tarea vital: “salvar la vida de la Ecosfera terrestre” y no promover su destrucción.
Todos y cada uno de nosotros tenemos la posibilidad de incidir y de hacer algo. Mantenernos pasivos y a la espera de que las cosas mejoren por si solas, no ayuda. Debemos llenar de esperanza nuestro futuro. Todavía podemos hacer mucho por nuestro planeta.