Aguas subterráneas

Manejo o control integrado de las aguas

Como producto del artículo “Aguas Subterráneas” del señor José Miguel Zeledón, director de Aguas del Minaet, en relación a un artículo del suscrito, surgen una serie de interrogantes nuevas que vale la pena plantearse en particular, en razón de la posible discusión del Proyecto de Ley de Recursos Hídricos en la Asamblea Legislativa.

Llama la atención, que después de 69 años, se le quite el moho y el polvo a la Ley de Aguas y se quiera “recuperar” el “control” de las aguas subterráneas por parte del Minaet.

No se puede dejar de hacer la pregunta: ¿por qué ahora, y no antes, mucho antes?

Y más aún: ¿qué ha hecho la Dirección de Aguas en relación con las fallas detectadas en un sin número de casos que han llegado a los tribunales en los que el Minaet es condenado por inacción, negligencia o inoperancia en relación al manejo de las aguas subterráneas? ¿Necesitará don José Miguel Zeledón una lista al respecto?

Explicaciones. ¿Podría tal vez don José Miguel explicarnos, por ejemplo, qué ha hecho su Ministerio, para, en coordinación con el MAG y el Senara, evitar que se repita el desastre ocurrido con los acuíferos en el Cairo y Milano de Siquirres debido a la contaminación de plaguicidas por las plantaciones de piña alertada desde el 2005 por la UNA y confirmada en julio del 2007 por el Ministerio de Salud? ¿Dónde consta algún protocolo MAG/Minaet/AyA/Senara al respecto para evitar, a modo preventivo, que se repita estar tragedia en otras partes del país? Recordemos que en el 2006 el país contaba con 18.000 hectáreas de piña, y que en el 2010, el mismo MAG reconoció que superan las 54.000. Recordemos que desde julio del 2007, más de 6.000 personas son abastecidas en esa zona de Siquirres por cisternas a un costo de $27.000 mensuales.

Esta necesidad del Minaet de apropiarse de atribuciones de la DIGH de Senara se hace ahora, precisamente después de que la Sala Constitucional le ha dado dimensiones vinculantes a los dictámenes técnicos de la DIGH de Senara. Después de lo de Sardinal, de Barva, después de Autopistas del Sol, o de Playa Grande. Sabemos que en el caso de Crucitas, hace exactamente un año, el funcionario Miguel Ramírez (LN/ 4 de mayo del 2010) denunció públicamente que los “estudios de Senara que avalan el proyecto” mencionados por la magistrada Ana Virginia Calzada nunca existieron, al exigirle el gerente de Senara a un solo técnico un informe elaborado en menos de 24 horas basado únicamente en los informes presentados por la misma empresa minera, y así lo reconoció la misma Sala IV posteriormente.

Obligación de coordinar. Se señalan, por parte del señor Zeledón algunos ejemplos de “gestión integrada”, que con la nueva normativa se resuelven entre el Minaet, Senara y el AyA. Empero, eso no es para nada satisfactorio, debido a que es una obligación legal, establecida en la Ley General de Administración Pública, el que las autoridades gubernamentales coordinen sus acciones: ahora bien, coordinar no significa despojar a una entidad técnica de sus atribuciones para trasladarla a una dependencia más sensible a directrices políticas.

Tampoco resulta lógico que, por no darse coordinación, una entidad quiera asumir todas las funciones en la administración de un recurso natural, como lo es el agua, en clara violación a la ley de creación de Senara, a recomendaciones de la CGR y a varios votos de la Sala IV, el primero de ellos el voto del 2004 (caso Linda Vista de Poás).

Gestión integrada o control integrado. La gestión integrada del recurso hídrico, no significa que todas las funciones en el manejo del agua, se centralicen en una sola entidad. La gestión integrada significa, por el contrario, el desarrollo de una coordinación estrecha entre todas las autoridades, y en particular, el establecimiento y funcionalidad, de reglas claras, técnicas y científicas, para todos los actores sociales.

Confundir gestión integrada con control integrado no debe utilizarse como pretexto de eliminar que una entidad creada por ley haga sus funciones, en particular si esa entidad se ha convertido en una piedra en el zapato del Minaet y sus aspiraciones.

Nos podríamos preguntar qué pasaría si se trasladan todas las funciones primordiales del tema agua a la Dirección de Aguas del Minaet. Se nos dice que no hay problema de control político porque la instancia tendrá (cuando se vote la nueva ley) desconcentración máxima y que esto es garantía de su independencia de criterio. Pero veamos el ejemplo actual de la Setena, un ente de desconcentración máxima definido por la Ley Orgánica del Ambiente desde 1995: en los últimos meses ha tenido como director al viceministro del Minaet.

¿Quién nos garantiza que cuando la Dirección de Aguas del Minaet, después de aprobada la nueva ley, esté tramitando grandes e importantes concesiones de agua, no se haga lo mismo que se hace ahora con la Setena y que sea el criterio político, y no el técnico el que impere en el tema?

Por todo lo anterior, coincido con el señor Zeledón en que “no se puede permitir ser juez y parte”, y eso es lo que se produciría si se le da al Minaet el total control de las aguas superficiales y subterráneas, incluyendo la investigación, la administración, el control de la contaminación y las concesiones.

El riesgo de poner todos esos “huevos” en el mismo canasto, es muy alto, y por eso, ¡no se debe permitir! La nueva ley de recursos hídricos debe modernizar y mejorar la situación actual, no la debe empeorar. No podemos dejar que se despoje a Senara de sus atribuciones legales para dejar en manos de una sola cartera ministerial un recurso tan estratégico como el agua subterránea de Costa Rica.

Riesgo de trasladar las aguas subterráneas al Minaet

Colaboración con: Mario Arias.

Durante las últimas semanas, algunos empleados del Servicio Nacional de Aguas Subterráneas, Riego y Avenamiento (Senara) han estado denunciando que se está dando un traslado "forzado" de funciones e información de su Dirección de Investigación y Recursos Hídricos, que administra el tema de las aguas subterráneas, a la Dirección de Aguas del Ministerio del Ambiente, Energía y Telecomunicaciones (Minaet), creada el año pasado.

Este traslado paulatino se da, además, a la sombra de unos decretos ejecutivos emitidos en los últimos días de la administración Arias, objetados desde un inicio y actualmente ante la Sala IV, y bajo una "comisión de coordinación", no técnica, donde destaca la casi olvidada Dirección de Mejora Regulatoria del Ministerio de Economía, Industria y Comercio (MEIC).

La justificación principal esgrimida para dicho traslado es que existe una supuesta duplicidad de funciones entre ambas instancias y, por eso, la intención de prácticamente cerrar las funciones de una instancia (Senara) y trasladarlas a otra instancia (Minaet), aun cuando esto violente la misma ley de creación del Senara, varias resoluciones de la Sala Constitucional y varias recomendaciones de la Contraloría General de la República en relación con el "manejo" por parte del Minaet de acuíferos costeros. No obstante, es importante analizar esta situación con más cuidado, pues existe un gran riesgo con eso de poner todos los huevos en el mismo canasto.

Valor estratégico. Las aguas subterráneas contenidas dentro de las rocas del subsuelo del territorio continental del país son, muy probablemente, uno de los recursos naturales más importantes que tiene el país, en particular ante la amenaza del cambio climático: podemos adelantar que estamos ante un recurso nacional que se volverá con el tiempo cada vez más estratégico.

Una primera estimación de las reservas de aguas subterráneas en el país nos indica que son de cerca de 400.000 millones de metros cúbicos. Se trata de una reserva estratégica, similar al tanque de agua dulce y limpia que puede tener una casa de habitación, que se utiliza cuando hay racionamiento. Pero, siguiendo esa analogía, no es un tanque con tapa, es vulnerable a la contaminación, donde la única acción válida es la prevención. Además, depende de que se recargue anualmente, con las lluvias que caen y se infiltran en sus áreas de recarga, que no solo son las zonas montañosas altas, sino también las áreas bajas, donde se desarrollan actividades agrícolas y urbanas.

De esta manera, el manejo, uso y protección de las aguas subterráneas es un asunto de gran relevancia para el país, pero sobretodo al ser un tema altamente geocientífico requiere que su administración sea realizada de manera altamente técnica, sin interferencia política de ningún tipo, como la que se evidenció en el caso de Sardinal, de Baulas o de Crucitas.

En efecto, un manejo antojadizo, desordenado, sin planificación y sin efectivos criterios técnicos, podría llevar a que se produzca explotación incontrolada del recurso o bien, su contaminación e inutilización, lo cual resultaría nefasto para un país que es altamente privilegiado en este recurso natural, pero que ya muestra alarmantes señales en cuanto a la planificación de su abastecimiento futuro.

Investigación vs. concesiones. Al presentarse las aguas subterráneas dentro de las formaciones geológicas del subsuelo, cuyas extensiones, características, estructura y parámetros hidrogeológicos, son determinantes para conocer las dimensiones, potencial y vulnerabilidad de un acuífero, el tema de las aguas subterráneas se convierte en un tema geológico y de alto valor técnico. De esta manera, el conocimiento sobre el potencial de recursos de aguas subterráneas va apegado a la investigación geológica que se haga en el país, y a los estudios técnicos hidrogeológicos que se realicen.

Este tema de la investigación sobre el potencial de aguas subterráneas, al ser un elemento técnico, requiere estar separado, de la parte administrativa y política del otorgamiento de las concesiones de agua. Hacer que la parte de investigación y desarrollo quede subordinada a la parte administrativa y política puede representar un serio peligro para el recurso, dado que una visión cortoplacista de desarrollo, como la que impera en algunas partes del país, puede acarrear problemas de sobreexplotación o contaminación, que pueden ser irreversibles, sobre todo ante la amenaza que representa la cambiante condición climática. Como ejemplo, un estudio de la UCR sobre modelizaciones de cara a este fenómeno indica que, en el caso del acuífero de Santa Cruz, un 15% menos de precipitaciones (rango conservador) le significará a ese acuífero una reducción de un 61,86% de sus aguas.

La administración y otorgamiento de concesiones de uso de aguas subterráneas, en particular, para el desarrollo inmobiliario, deben partir de un estricto conocimiento técnico y científico de las condiciones geológicas e hidrogeológicas de los recursos de aguas subterráneas y no, de los requerimientos de agua del mercado. Hacerlo de esa manera, constituye un grave error que debe evitarse a toda costa.

Por esta razón, trasladar las funciones de aguas subterráneas que tiene Senara a la Dirección de Recursos Hídricos del Minaet, se considera un error que parece ir en la dirección antes indicada y que representa un serio riesgo para la preservación de este recurso natural. Nos podríamos preguntar qué habría pasado con el tema del agua en Sardinal, o de la sobreexplotación de pozos en la GAM, si esta situación ya se hubiera dado.

Alternativa de solución. Si realmente se desea mejorar en el tema técnico y científico y fortalecer el componente de aguas subterráneas del Senara, y hacer que el país avance por la senda adecuada, la verdadera solución sería conformar el Servicio Geológico Nacional, y trasladar allí las funciones de investigación en aguas subterráneas, con otras funciones que tiene la Dirección de Geología y Minas, del Minaet.

De esta manera, el Servicio Geológico desarrollaría, de forma técnica e independiente, la investigación e información técnica que se requiere para aportarla a los órganos de administración y manejo de concesiones.

Se garantizaría así un mecanismo de control y manejo equilibrado y apropiado, sin que se corra el riesgo de que todas las funciones estén concentradas en un único ente.

La futura discusión sobre el proyecto de ley de recursos hídricos, cuyos primeros proyectos ya llevan casi 10 años engavetados, debería servir de base para resolver esta situación de una vez por todas, no para agravar la ya frágil situación existente. Las autoridades no deberían proceder a traslados de competencias hasta tanto no se adopte primero una nueva ley al respecto: ¡primero los bueyes, después la carreta!

Aguas subterráneas, problemática y soluciones

El Valle Central, como el país en general, tiene una gran riqueza de recursos de aguas subterráneas, lo que es altamente positivo, no solo en lo referente a su abastecimiento actual y futuro, sino también para su desarrollo económico. No obstante la gestión correcta y eficiente de estos recursos todavía no se ha alcanzado y es una tarea prioritaria.

Debido a que la meseta del Valle Central es volcánica, constituida por formaciones de rocas recientes, se presentan inigualables condiciones hidrogeológicas para el desarrollo de acuíferos (Barva y Colima, por ejemplo). Se presenta una serie de acuíferos sobrepuestos, algunos de ellos de gran potencial hidrogeológico, con pozos que producen caudales de hasta 100 litros por segundo. En las zonas de descarga acuífera se producen importantes manantiales cuyas aguas en algunos casos son captadas para el abastecimiento de poblaciones.

Potencial y valor estratégico. Según los estudios de PRUGAM (Planificación Regional y Urbana de la Gran Área Metropolitana), anualmente se recargan hacia los acuíferos cerca de 650 millones de m3 de agua de lluvia, para los 1.780 km2 de la Gran Área Metropolitana. Esto da capacidad para abastecer el doble de la población que habita en la GAM ¡e incluso la población entera de todo el país!
En la problemática de la gestión de este recurso entra el uso de tanques sépticos los cuales, pese a que son útiles, cuando se usan en forma intensiva causan daño, dado que producen coliformes fecales y otros contaminantes (como nitratos) que se propagan al suelo y los acuíferos. Los acuíferos del Valle Central han estado mostrando un aumento en esos contaminantes, a causa del crecimiento urbano y el uso de tanques sépticos. El conocimiento de esta realidad no debe llevar necesariamente a prohibir los tanques sépticos, lo que se requiere es determinar con eficiencia dónde son viables y dónde no.

Por otro lado tenemos la construcción de pozos, de los que solo en la GAM hay más de 2.000. Su número real debe ser mayor, ya que hay muchos no registrados. Tener un control claro y sistemático sobre la cantidad de agua que se extrae de los acuíferos y el uso que se le da es indispensable para su correcta administración.

En cuanto a los manantiales, éstos son de muchos tipos y se diferencian respecto a su caudal o el acuífero de procedencia, si es libre, confinado o semiconfinado. Esto debe ser bien diferenciado para fijar las áreas de protección. Fijar radios de protección de hasta 200 metros a los manantiales debe ser la última medida a aplicar en ausencia de datos técnicos hidrogeológicos. Cuando esos datos existen o se pueden obtener, el criterio del área de protección debe ser establecido según un estudio técnico hidrogeológico, ya que de lo contrario se puede cometer el error de dejar como área de protección terrenos de propiedad privada que en realidad no cumplen ningún objetivo.

Dada la extensión de las áreas de recarga en la GAM, no resulta para nada práctico establecer medidas extremas, como señalar que no se deben dar usos del suelo para la construcción sobre áreas de recarga o descarga acuífera y establecer radios de protección para todos los pozos y manantiales que se encuentren. Hacer esto, dada la gran riqueza hidrogeológica que se tiene, implica que casi no quedaría territorio para desplegar actividades de desarrollo urbano o de agricultura en el Valle Central. La solución debe venir por otro lado.

A consecuencia de que se han emitido diversas leyes relacionadas con el tema del agua, en diferentes tiempos se han creado diversas instituciones que administran partes de la gestión de los recursos hídricos. Como las reglas no están claras y dadas las limitaciones que tienen todas esas instituciones, en la práctica se da un alto grado de ilegalidad en el uso del agua y, peor todavía, ésta se contamina.

Tareas a realizar. Prioritaria es la modernización de la legislación para dar orden y coherencia a la administración, uso y protección del recurso hídrico. Pero hay otras tareas que se pueden hacer ya y que podrían ser también efectivas. Primero, es vital poner en orden la reglamentación con base, no solo en la ley de aguas, sino en todas las leyes relacionadas y siguiendo criterios de lógica científica y de racionalidad, de acuerdo con la realidad hídrica del país.

Es urgente la promulgación del Reglamento de Uso, Manejo y Protección de Aguas Subterráneas, cuyo borrador tiene el MINAET hace ya 2 años. Un reglamento de este tipo no requiere de una nueva ley, solo necesita de voluntad política. Su objetivo es ordenar y fijar las reglas técnicas básicas necesarias para categorizar áreas de recarga y descarga, acuíferos, manantiales y pozos, así como sus áreas de protección. Este reglamento es urgente, dado que la Sala Constitucional ha emitido sentencias clave, tanto sobre áreas de protección como para hacer planes reguladores.

Una mejor coordinación entre las instituciones relacionadas con el recurso hídrico no surge de la nada, debe partir del establecimiento lógico, científico, técnico y racional de reglas claras para todos, de parámetros y estándares, así como de lineamientos y procedimientos bien definidos, que ordenen el papel y la función de cada entidad dentro del complejo marco de la gestión de los recursos hídricos. La palabra la tienen nuestras autoridades, y también los ciudadanos.

Agua: Tesoro mal administrado

El agua subterránea contenida en los acuíferos del país es un verdadero tesoro natural que tiene Costa Rica, pero como no se ve a simple vista se presta para que muchos inventen todo tipo de historias y se cometan errores en su manejo y protección.

Para citar un caso, el tamaño de la superficie de la subcuenca del río Birris es de 50 kilómetros cuadrados. Sobre ella se producen hortalizas, leche, energía hidroeléctrica, viven cerca de 20 mil personas y tiene un paisaje volcánico tropical de altura que encantaría a cualquier turista.

Además, posee al menos dos acuíferos volcánicos y en ella se infiltran poco más de 38 millones de metros cúbicos de agua llovida por año.

Por si eso fuera poco posee más de 120 manantiales, que generan alrededor de 31 mil millones de litros de agua por año. Cantidad que supera incluso el número de botellas de agua de 1 litro que se consumen en los Estados Unidos de América, durante un año.

Sin embargo, esta abundancia de agua se enturbia con el manejo que se ha venido dando de ella. Una reciente investigación de postgrado en la Universidad de Costa Rica demostró que hay gran contaminación y deterioro ambiental de la subcuenca del río Birris por el uso del suelo, principalmente en lo agrícola y agropecuario, con el uso de agroquímicos y plaguicidas y donde el tema de las aguas subterráneas no se ha tomado en cuenta. Inclusive, casi la totalidad de los manantiales mencionados se encuentran dentro de las zonas de sobreuso o de desequilibrio ambiental
Esto, definitivamente, prende una luz de alerta.

En otras palabras, no tiene fundamento el argumento de que en el futuro nos vamos a quedar sin agua porque se la van a embotellar y llevar. Agua hay, y en abundancia, lo que se requiere son recursos y tecnología para manejarla y administrarla debidamente. Que todos colaboremos en su conservación.

Es muy importante recalcar que las acciones a tomar son de índole técnico. Ante todo se requiere de una moderna Ley de Recursos Hídricos, que realmente considere el correcto manejo, aprovechamiento racional y protección de las aguas subterráneas como uno de los ejes primordiales a atender. Caso contrario, como podría suceder con la aprobación del Proyecto de Ley dictaminado por la Comisión de Ambiente de la Asamblea Legislativa en abril del 2005, estaríamos perdiendo una importante oportunidad para mejorar. Nuestros diputados tienen la palabra.