Diario Extra

Aguas subterráneas, problemática y soluciones

El Valle Central, como el país en general, tiene una gran riqueza de recursos de aguas subterráneas, lo que es altamente positivo, no solo en lo referente a su abastecimiento actual y futuro, sino también para su desarrollo económico. No obstante la gestión correcta y eficiente de estos recursos todavía no se ha alcanzado y es una tarea prioritaria.

Debido a que la meseta del Valle Central es volcánica, constituida por formaciones de rocas recientes, se presentan inigualables condiciones hidrogeológicas para el desarrollo de acuíferos (Barva y Colima, por ejemplo). Se presenta una serie de acuíferos sobrepuestos, algunos de ellos de gran potencial hidrogeológico, con pozos que producen caudales de hasta 100 litros por segundo. En las zonas de descarga acuífera se producen importantes manantiales cuyas aguas en algunos casos son captadas para el abastecimiento de poblaciones.

Potencial y valor estratégico. Según los estudios de PRUGAM (Planificación Regional y Urbana de la Gran Área Metropolitana), anualmente se recargan hacia los acuíferos cerca de 650 millones de m3 de agua de lluvia, para los 1.780 km2 de la Gran Área Metropolitana. Esto da capacidad para abastecer el doble de la población que habita en la GAM ¡e incluso la población entera de todo el país!
En la problemática de la gestión de este recurso entra el uso de tanques sépticos los cuales, pese a que son útiles, cuando se usan en forma intensiva causan daño, dado que producen coliformes fecales y otros contaminantes (como nitratos) que se propagan al suelo y los acuíferos. Los acuíferos del Valle Central han estado mostrando un aumento en esos contaminantes, a causa del crecimiento urbano y el uso de tanques sépticos. El conocimiento de esta realidad no debe llevar necesariamente a prohibir los tanques sépticos, lo que se requiere es determinar con eficiencia dónde son viables y dónde no.

Por otro lado tenemos la construcción de pozos, de los que solo en la GAM hay más de 2.000. Su número real debe ser mayor, ya que hay muchos no registrados. Tener un control claro y sistemático sobre la cantidad de agua que se extrae de los acuíferos y el uso que se le da es indispensable para su correcta administración.

En cuanto a los manantiales, éstos son de muchos tipos y se diferencian respecto a su caudal o el acuífero de procedencia, si es libre, confinado o semiconfinado. Esto debe ser bien diferenciado para fijar las áreas de protección. Fijar radios de protección de hasta 200 metros a los manantiales debe ser la última medida a aplicar en ausencia de datos técnicos hidrogeológicos. Cuando esos datos existen o se pueden obtener, el criterio del área de protección debe ser establecido según un estudio técnico hidrogeológico, ya que de lo contrario se puede cometer el error de dejar como área de protección terrenos de propiedad privada que en realidad no cumplen ningún objetivo.

Dada la extensión de las áreas de recarga en la GAM, no resulta para nada práctico establecer medidas extremas, como señalar que no se deben dar usos del suelo para la construcción sobre áreas de recarga o descarga acuífera y establecer radios de protección para todos los pozos y manantiales que se encuentren. Hacer esto, dada la gran riqueza hidrogeológica que se tiene, implica que casi no quedaría territorio para desplegar actividades de desarrollo urbano o de agricultura en el Valle Central. La solución debe venir por otro lado.

A consecuencia de que se han emitido diversas leyes relacionadas con el tema del agua, en diferentes tiempos se han creado diversas instituciones que administran partes de la gestión de los recursos hídricos. Como las reglas no están claras y dadas las limitaciones que tienen todas esas instituciones, en la práctica se da un alto grado de ilegalidad en el uso del agua y, peor todavía, ésta se contamina.

Tareas a realizar. Prioritaria es la modernización de la legislación para dar orden y coherencia a la administración, uso y protección del recurso hídrico. Pero hay otras tareas que se pueden hacer ya y que podrían ser también efectivas. Primero, es vital poner en orden la reglamentación con base, no solo en la ley de aguas, sino en todas las leyes relacionadas y siguiendo criterios de lógica científica y de racionalidad, de acuerdo con la realidad hídrica del país.

Es urgente la promulgación del Reglamento de Uso, Manejo y Protección de Aguas Subterráneas, cuyo borrador tiene el MINAET hace ya 2 años. Un reglamento de este tipo no requiere de una nueva ley, solo necesita de voluntad política. Su objetivo es ordenar y fijar las reglas técnicas básicas necesarias para categorizar áreas de recarga y descarga, acuíferos, manantiales y pozos, así como sus áreas de protección. Este reglamento es urgente, dado que la Sala Constitucional ha emitido sentencias clave, tanto sobre áreas de protección como para hacer planes reguladores.

Una mejor coordinación entre las instituciones relacionadas con el recurso hídrico no surge de la nada, debe partir del establecimiento lógico, científico, técnico y racional de reglas claras para todos, de parámetros y estándares, así como de lineamientos y procedimientos bien definidos, que ordenen el papel y la función de cada entidad dentro del complejo marco de la gestión de los recursos hídricos. La palabra la tienen nuestras autoridades, y también los ciudadanos.

Agua: Tesoro mal administrado

El agua subterránea contenida en los acuíferos del país es un verdadero tesoro natural que tiene Costa Rica, pero como no se ve a simple vista se presta para que muchos inventen todo tipo de historias y se cometan errores en su manejo y protección.

Para citar un caso, el tamaño de la superficie de la subcuenca del río Birris es de 50 kilómetros cuadrados. Sobre ella se producen hortalizas, leche, energía hidroeléctrica, viven cerca de 20 mil personas y tiene un paisaje volcánico tropical de altura que encantaría a cualquier turista.

Además, posee al menos dos acuíferos volcánicos y en ella se infiltran poco más de 38 millones de metros cúbicos de agua llovida por año.

Por si eso fuera poco posee más de 120 manantiales, que generan alrededor de 31 mil millones de litros de agua por año. Cantidad que supera incluso el número de botellas de agua de 1 litro que se consumen en los Estados Unidos de América, durante un año.

Sin embargo, esta abundancia de agua se enturbia con el manejo que se ha venido dando de ella. Una reciente investigación de postgrado en la Universidad de Costa Rica demostró que hay gran contaminación y deterioro ambiental de la subcuenca del río Birris por el uso del suelo, principalmente en lo agrícola y agropecuario, con el uso de agroquímicos y plaguicidas y donde el tema de las aguas subterráneas no se ha tomado en cuenta. Inclusive, casi la totalidad de los manantiales mencionados se encuentran dentro de las zonas de sobreuso o de desequilibrio ambiental
Esto, definitivamente, prende una luz de alerta.

En otras palabras, no tiene fundamento el argumento de que en el futuro nos vamos a quedar sin agua porque se la van a embotellar y llevar. Agua hay, y en abundancia, lo que se requiere son recursos y tecnología para manejarla y administrarla debidamente. Que todos colaboremos en su conservación.

Es muy importante recalcar que las acciones a tomar son de índole técnico. Ante todo se requiere de una moderna Ley de Recursos Hídricos, que realmente considere el correcto manejo, aprovechamiento racional y protección de las aguas subterráneas como uno de los ejes primordiales a atender. Caso contrario, como podría suceder con la aprobación del Proyecto de Ley dictaminado por la Comisión de Ambiente de la Asamblea Legislativa en abril del 2005, estaríamos perdiendo una importante oportunidad para mejorar. Nuestros diputados tienen la palabra.