La falta de criterios científicos lleva a que el Estado se convierta en confiscatorio y prohibidor del uso del suelo

Retomamos el tema de algunos artículos previos cuyo objetivo es mostrar los defectos de gestión en que ha involucionado el estado costarricense y la propuesta de soluciones técnicas a muchos de esos “nudos de ilógica administrativa”.

Durante las últimas dos administraciones del Partido Acción Ciudadana (PAC) se generó o modificó normativa técnica (decretos, resoluciones, directrices, memorándums, lineamientos administrativos, etc.) que produjo que el estado costarricense se convirtiera en más confiscatorio y prohibidor del uso del suelo, sin contar con reales y efectivos fundamentos científicos. Algo que afecta a miles de miles de propietarios de terrenos, muchos de los cuales están a la espera de extensos procesos judiciales que les resuelva un problema cuya existencia no tiene lógica técnica y que recarga aún más al ya saturado poder judicial.

Estos problemas técnicos se complican aún más cuando entidades no técnicas (en el tema) como: el Tribunal Ambiental Administrativo, el Tribunal Contencioso Administrativo, la Procuraduría General de la República, la Contraloría General de la República y hasta la misma Sala Constitucional terminan generando disposiciones que, aunque tratan de hacer justicia, sin el debido fundamento técnico y científico, al final, más bien profundizan la complejidad de esos nudos de ilógica administrativa.

Este problema, califica como muy grave cuando descubrimos que genera una gran inseguridad jurídica para el administrado. Y es aún más grave, cuando desestimula la inversión y el desarrollo que tanto ocupa el país e incluso, favorece la corrupción. Lo ilustraremos con un tema muy importante para el país como lo es el de los radios y áreas de protección de los manantiales.

Manantiales, nacientes y brotes de agua subsuperficial: los manantiales representan la salida, en superficie, de agua subterránea desde un acuífero. Generalmente ocurren en cambios de relieve topográfico donde el nivel freático intercepta el relieve superficial del terreno.

El término naciente es sinónimo de un manantial y no deben ser confundidos como si fueran dos elementos diferentes. La ley de aguas de 1942 usa el término de manantial. La ley forestal habla de los dos términos, manantiales y nacientes, pero como sinónimos. Un manantial puede ser intermitente (se seca durante un periodo de tiempo al año) o permanente.

Los manantiales pueden tener caudales muy variables desde menos de un litro por segundo (muy bajo caudal) hasta cientos de litros por segundo (muy alto caudal). Pueden provenir de acuíferos freáticos o no confinados, es decir que están conectados con la superficie del suelo o, de acuíferos confinados, es decir, mantos de aguas subterráneas que están separados (y protegidos) de la superficie del suelo por una capa de roca impermeable.

Los brotes de agua subsuperficial son salidas de agua que saturan la zona de infiltración (suelo o corteza de meteorización) que sobreyace un acuífero y que se presentan en los cambios de topografía. Son temporales y su permanencia depende de la condición saturación del suelo y del volumen de agua subsuperficial que se encuentra almacenada y que descarga en esas salidas de agua. Un brote de agua no es lo mismo que un manantial. Este aspecto es muy importante.

Gestión de las aguas subterráneas: la hidrogeología es la rama de la Geología que estudia y gestiona las aguas subterráneas y los acuíferos. Esto es así, porque se requiere conocer a fondo la naturaleza y las características de las rocas y formaciones geológicas que son las que albergan las aguas del subsuelo. La ley orgánica del Colegio de Geólogos de Costa Rica (1973) y su reglamento dejan claro esta responsabilidad como parte de las funciones de un geólogo.

Los geólogos por medio del estudio de las rocas de la parte superior de la corteza terrestre y de sus propiedades, con el uso de métodos de observación directa e indirecta, pueden elaborar modelos hidrogeológicos tridimensionales que permiten interpretar la existencia de acuíferos y sus propiedades, así como el sentido del movimiento del agua subterránea. De esa forma, pueden explicar la existencia de manantiales en los accidentes geomorfológicos y hasta predecir la salida de aguas subterráneas en un pozo y su eventual caudal de explotación para su aprovechamiento.

Es de gran relevancia que la caracterización de un manantial lleve consigo una base de información científica hidrogeológica como el acuífero del que proviene, su naturaleza (confinado o no confinado) y el sentido del movimiento del agua subterránea. Además, es muy importante que se diferencie un verdadero manantial de un flujo subsuperficial para que no se generen injusticias al momento de establecer medidas ambientales de protección para esas salidas de agua.

Radios y áreas de protección de manantiales: los radios de protección de los manantiales representan un área de forma circular en cuyo centro se ubica un manantial. Fueron establecidos por la ley de aguas de 1942 como una forma de proteger la salida de agua. Según la legislación vigente, para un manantial permanente no captado para abastecimiento de agua a las comunidades, el radio es de 100 metros. Si el manantial está captado para ese fin es de 200 metros y si es un manantial intermitente el radio se establece en 60 metros.

El establecimiento de los radios de protección se hace como una medida precautoria y representa una medida práctica y lógica en ausencia de estudios hidrogeológicos. Por así decirlo, usa una tecnología de hace más 100 años. Es muy importante señalar que el radio de protección en realidad no es lo mismo que el área de protección. Solo pueden considerarse equivalentes, mientras no existan estudios hidrogeológicos que precisen con exactitud cual es el área de protección efectiva o de captura del manantial.

Este último aspecto es de gran relevancia práctica para quienes tienen una propiedad privada dada la naturaleza confiscatoria y prohibitiva que tiene la definición de un área de protección como sinónimo de radio de protección de un manantial.

Dado que el área de un circulo corresponde con el número “π” (aprox. 3.14) por el radio al cuadrado, la cantidad de metros cuadrados que se pueden incluir dentro de un área (o radio) de protección es significativa: a) 11.304 m2 para nacientes intermitentes, b) 31,400 m2 para nacientes no captadas y c) 125.600 m2 para nacientes captadas para agua potable. Si consideramos precios de $10 / m2 para esos terrenos, nos podemos dar cuenta que los resultados económicos de estas áreas de protección son muy importantes.

Restricciones al uso del suelo: dentro de las áreas de protección las restricciones son muy significativas, prácticamente no se puede efectuar ninguna actividad productiva salvo la reforestación y restauración de un bosque. Se debe aclarar que la reciente modificación a la ley forestal (2022) solo permite el desarrollo de actividades de bajo impacto ambiental (turísticas) para las zonas de protección de ríos, quebradas y arroyos, no así para las áreas de protección de manantiales.

En la práctica, es claro que las zonas de protección de manantiales no califican como urbanizables, pero tampoco califican como no urbanizables donde se podrían desarrollar actividades agrícolas y agropecuarias. Pese a esto, no son áreas sujetas a que el Estado las indemnice, de manera que siguen siendo privadas, pero casi sin ninguna posibilidad de uso. Algo que parece contravenir el artículo 45 constitucional.

Debido a que Costa Rica, como país tropical geológicamente joven y volcánico, es muy rico en acuíferos y aguas subterráneas, presenta una gran cantidad de manantiales y, también, de brotes de agua subsuperficial. La confusión de este último concepto con los manantiales y la ya gran cantidad de estos que se dan en nuestro territorio, hacen que fincas enteras puedan estar incluidas dentro de los radios de protección quedando absolutamente limitadas para su uso urbano o no urbano.

Esta situación ocurre en miles o decenas de miles de fincas en el país, incluso dentro de la Gran Area Metropolitana y dentro de zonas urbanas. Muchos propietarios no conocen del problema hasta que tratan de gestionar un uso del suelo en la Municipalidad y descubren la situación de su finca. Como se puede ver, esta realidad genera un significativo problema de valor para el terreno y su uso para el desarrollo productivo del país.

Existe una solución técnica lógica y científica: como explicamos antes, la realización de un estudio hidrogeológico local para un manantial puede permitir el uso de técnicas científicas modernas (del siglo XXI) para definir las áreas de protección de un manantial basado en el área de recarga inmediata o área de captura efectiva, también denominada “tubo de flujo” del manantial.

La definición científica de este elemento puede reducir el radio de protección hasta en un 80 % permitiendo “liberar”, con el debido fundamento técnico, el terreno para su uso sustentable como suelo urbanizable o no urbanizable de conformidad con la planificación territorial regional o local.

El área de protección del manantial así definida puede ser zonificada según la condición de riesgo de contaminación y dentro de la misma se establecen lineamientos de protección del acuífero y del manantial que alimenta.

En el caso de brotes de agua subsuperficial no es necesario generar radios ni áreas de protección siempre que su definición se haya realizado con el debido criterio hidrogeológico. Este aspecto es de particular importancia en los territorios bajos en zonas de alta precipitación pluvial pues es frecuente que se confunda con manantiales y generen restricciones innecesarias (e injustas) al uso del suelo.

Confusa gestión del suelo en el país: como indicamos antes, las últimas administraciones de gobierno dejaron como herencia una muy seria y confusa gestión del suelo en el país. Mencionaremos dos casos muy evidentes.

En primer lugar, el “Protocolo del INVU para el otorgamiento de alineamientos de las áreas de protección según la Ley Forestal N° 7575”. Este protocolo de enero del 2020 tiene muy serios yerros, pues separa la definición de manantiales de nacientes y define a estas últimas como equivalentes a los brotes de agua subsuperficial.

Así, lejos de tecnificarse y hacer más científica la gestión, se complica y enmaraña con el agravante de que genera muy serias injusticias a los propietarios de terrenos.

Por otro lado, el Sistema Nacional de Información para la Gestión Integrada del Recurso Hídrico (SINIGIRH) de la Dirección de Agua del MINAE estableció una base de datos sobre diferente información hídrica del país. Se incluyen los radios de protección de las nacientes y manantiales, tanto captados para agua potable como los no captados.

Esta información se considera útil, aunque tiene limitantes que deberían ser explicadas al usuario como, por ejemplo, los problemas de mezclas de escala que existen, los factores de imprecisión de algunas coordenadas, la incertidumbre de algunos datos y en particular, el hecho de que los radios protección pueden ser modificados por áreas de protección con el desarrollo de un estudio hidrogeológico local.

Este hecho, alimenta el problema técnico señalado para el INVU y lleva a que se consolide un error técnico de interpretación del artículo 33 de la ley forestal, en particular, el ignorar el inciso “d” del mismo y solo considerar de forma estricta el inciso “a”. Algo que contradice en todos los extremos lo establecido en el artículo 16 de la ley de administración pública que en su artículo 16 señala que “en ningún caso podrá dictarse actos contrarios a reglas unívocas de la ciencia o de la técnica, o a principios elementales de justicia, lógica o conveniencia”.

Necesaria voluntad política para poner en orden el desorden: tal y como hemos señalado en otros artículos sobre el tema, en materia de aguas subterráneas es vital y urgente generar un reglamento general de uso, manejo y protección del recurso hídrico subterráneo.

Solo así se podrá poner orden a temas como el de la Matriz del SENARA, la diferencia entre los radios y las áreas de protección de los manantiales, los brotes de aguas subterráneas e incluso al equivocado protocolo del INVU para la delimitación de áreas de protección, las reglas técnicas de la base de cartografía hídrica, la categorización de los manantiales y sus acuíferos y las áreas de recarga acuífera, entre otros. Temas de gran relevancia que no han sido objeto de una definición científica y el establecimiento básico de reglas técnicas para su correcta gestión. A este respecto, esperar que se genere una nueva ley de aguas ha sido un error que lleva ya más de 20 años de espera.

En la actualidad, solo en el tema de gestión hídrica, con particular énfasis en las aguas subterráneas, existe una voluminosa normativa sobre dictámenes técnicos, reglamentos parciales, oficios, resoluciones y hasta memorándums de lineamientos sin que exista una ordenada y clara reglamentación. Todo lo contrario, es obsoleta, contradictoria y hasta “caprichosa”. Mientras esta situación siga existiendo sin considerar lo establecido por la ley 8220 (Ley de Protección al Ciudadano del Exceso de Requisitos y Trámites Administrativos) y su reglamento, el país seguirá sumergido en una maraña de normativa confusa, contradictoria y lo más grave, que provoca graves injusticias a sus ciudadanos, sin contar el daño que se hace al desarrollo sustentable del país.

Por esta razón es indispensable que el MINAE, como ente rector en el tema de recursos hídricos del país tome la coordinación de las soluciones más urgentes, incluyendo dentro de éstas, la de promover la urgente corrección, del referido protocolo del INVU sobre áreas de protección. Es justo y urgente.

La Ecosfera terrestre, que nos da comer, tiene un límite que estamos cerca de alcanzar

La capacidad de la Ecosfera terrestre, tanto continental como marina, tiene un límite crítico para abastecer los requerimientos de una población humana en crecimiento exponencial. La presión de las actividades humanas hacia los diversos recursos naturales se ha incrementado significativamente, en particular, durante los últimos 40 años en que la población de la humanidad se aumentó de 4,5 a 7,9 miles de millones de personas.

La afectación producida por las actividades productivas humanas ha sido muy intensa, debido a la aplicación de una economía depredadora del ambiente y que, en general, no ha sido, ni es socio-ambientalmente sustentable. Uno de las consecuencias más significativas, es el impacto en la fuente de alimentos para la humanidad, lo cual requiere que se le dé la mayor atención por su gran importancia.
En las últimas décadas nuestro planeta se ha hecho pequeño para la humanidad. La Ecosfera terrestre es la parte de nuestra nave espacial planetaria donde se producen los alimentos que sostienen a la toda la población mundial.

El problema es que ese “invernadero planetario -continental y marino-“ tiene una capacidad máxima de producción y en muchos aspectos ya la estamos alcanzando. Necesitamos reconocer el problema para plantear verdaderas y consistentes soluciones.

Datos de la ONU: la Organización de la Naciones Unidas (ONU), nos informa que “tras décadas de constante declive, el hambre en el mundo ha ido aumentando lentamente desde el 2015”. De acuerdo con este informe (https://www.un.org/es/sections/issues-depth/food/index.html), en el 2018 se estimaba que 821 millones de personas se iban a la cama con el estómago vacío.

Desde el 2004, según la ONU, el aumento de producción de alimentos no pudo mantenerse al mismo nivel en el que crecía la demanda, por lo que los precios de la mayoría de los cereales comenzaron a subir. Se indica además que: la crisis económica mundial de 2008 y 2009 minó la seguridad alimentaria de muchos países.

El hambre ha aumentado en muchos de los países donde la economía se ha desacelerado o contraído, principalmente en los estados de ingresos medios, tal y como muestra el Informe sobre el Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2019. Uno de cada 10 seres humanos padece malnutrición o hambre en el mundo. De acuerdo con la ONU, es el principal riesgo a la salud de las personas, más que el sida, la malaria y la tuberculosis juntas.

Acceso a los alimentos: referente al acceso insuficiente a la comida nutritiva, la cifra es todavía más alarmante, según la ONU. El dato es de 2 mil millones de personas, localizados mayoritariamente, en países en vías de desarrollo, pero también representan un 8 % de la población de norte América y Europa, donde, paradójicamente, se desperdician como desechos gran cantidad de alimentos. África es la región más crítica, ya que casi el 20 % de sus habitantes se encuentra ”bajo el yugo del hambre y la malnutrición”.

Datos del 2020 señalan que la “producción de alimentos a nivel mundial solo alcanza para alimentar el 44 % de la población” (https://www.posibl.com/es/news/sociedad/la-produccion-de-alimentos-a-nivel-mundial-solo-alcanza-para-alimentar-al-44- de-la-poblacion-17685511). El resto de alimentos se produce a costa de los límites planetarios según un análisis del sistema agrícola global, realizado por científicos del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK), en Alemania.

Según el estudio, se asigna demasiada tierra para cultivos y ganado, se fertiliza demasiado y se irriga también en demasía. A modo de ejemplo, la cantidad de agua (en litros) que se requiere para producir un kilogramo de banano es de 800, de papas es de 287, de maíz es de 1.000 y de carne es de 15.000 (fuente: https://www.gaceta.unam.mx/la-produccion-de-alimentos-el-mayor-desafio-en-el-mundo/)

Medidas a tomar: el estudio citado señala que todavía existen vías para solucionar la situación y producir alimentos de forma más sustentable. Por ejemplo, en África subsahariana, se sugiere que una gestión más eficiente del agua y los nutrientes podría mejorar considerablemente los rendimientos agrícolas.

Otra de las recomendaciones de los expertos es la reconstrucción de las granjas utilizadas actualmente. La idea es ceder tierras en aquellos territorios donde más del 5 % de las especies están amenazadas. En aquellos bosques tropicales donde más del 85 % de sus árboles han sido talados, la tarea es reforestar. Se debe reducir la extracción de agua dulce utilizada para riego al igual que debe disminuirse el uso del nitrógeno para fertilizar terrenos cercanos a aguas superficiales, para evitar contaminación.

Y, agregan, en lugares donde estos límites no se exceden pueden expandirse granjas de cultivo. El estudio concluye que, las acciones a tomar, en este tema, potenciarían la producción actual a 7.8 mil millones de personas, una cifra cercana al total de la población mundial en este momento. De hecho, bajar el desperdicio de alimentos y depurar las porciones de carne en las dietas globales a una o dos, aumentaría las reservas agrícolas hasta 10,2 mil millones, un poco más de la población global proyectada para los próximos 30 años.

En el caso de Costa Rica y otros países tropicales con suelos muy fértiles y que no se están usando para la producción de alimentos, el paso hacia una producción agrícola y agropecuaria regenerativa que evite la emisión de gases de efecto invernadero y más bien estimule el desarrollo de sumideros de carbono, resultaría en una actividad económica de gran potencial.

En síntesis, los patrones actuales de producción de alimentos en biomas terrestres no son ambientalmente sustentables, con lo cual se está incrementando seriamente la afectación de la Ecosfera terrestre. Además de ello, los alimentos que se producen son cada vez más costosos y no alcanzan para toda la población mundial. Pese a ello, existen posibles soluciones, pero se requieren acciones rápidas y urgentes en materia de realizar cambios en agricultura y la ganadería de forma tal que se dejen de afectar los límites planetarios para la producción de alimentos. Además, se hace indispensable producir alimentos más sanos y nutritivos, que garanticen una “seguridad alimentaria sustentable”.

Alimentos pesqueros: en materia de la producción de alimentos pesqueros (marinos y dulceacuícolas) la situación mundial muestra tendencias que preocupan. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), desde 1950 hasta el 2020 la captura de especies marinas se quintuplicó, pasando de 20 millones de toneladas anuales a cerca de 100 millones de toneladas por año.

Por su parte, desde 1970 la acuicultura continental y marina se incrementó desde casi cero a 80 millones de toneladas por año. Esto, posiblemente hizo que los efectos de la sobreexplotación de especies no hayan sido tan intenso, aunque se ha duplicado desde la década de los años 70. Pese a eso, la tendencia de la pesca biológica no sostenible se ha incrementado en las últimas décadas y muestra una tendencia preocupante. También preocupa la acuicultura ambientalmente no sustentable.

Los estudios biológicos sobre las poblaciones marinas del planeta arrojan un indicador muy preocupante: la población total de vida marina se ha reducido a la mitad en los últimos 40 años, y su reducción sigue en aumento.

A lo anterior se suma la afectación que tienen las aguas continentales y, particularmente marinas, por contaminación por químicos, microplásticos y, además, las afectaciones por efectos de Cambio Climático que llevan a considerar que, también en este tema nos estamos moviendo hacia un punto de No Retorno. Situación que implicaría que los mares dejen de producir alimento (en las próximas décadas) para una población humana cada vez más creciente.

Perspectiva de situación y soluciones: para los habitantes de un país tropical y fértil como Costa Rica, la idea de que la producción de alimentos en el mundo está disminuyendo resulta más bien rara. Los mercados y supermercados ofrecen una abundante variedad, tanto de vegetales como de cereales, granos y diferentes tipos de carne y pescado, aunque con precios cada vez más altos.

Algo similar sucede en los comercios de alimentos de los países industrializados y económicamente ricos. Situación que hace, como la disposición de aire para respirar y agua para tomar, nos hace tener la sensación de que no está pasando nada, lo cual no es la realidad. Más esa situación de oferta de alimentos no es la situación de todo el mundo.

La verdad es que en el planeta la producción de alimentos continentales y pesqueros está en descenso y que su costo ambiental de producción es cada vez más alto. Durante décadas esa producción ha traído consigo una mayor presión sobre los recursos naturales como el suelo y el agua, y provocado una significativa y creciente contaminación ambiental, incluyendo los océanos.

Toda esa realidad no puede ser ignorada, pues dejar que las tendencias que se han dado en los últimos años, sigan su camino, solo nos llevará a un escenario de mayor deterioro ambiental, costos cada vez más altos y en determinado momento, escasez. Es decir, con una población mundial con menor acceso a una alimentación apropiada. Algo que resultará, inexorablemente, en un problema social, de salud y ambiental para la humanidad.

Y como hemos indicado antes, si existe solución concreta a estos problemas, pero requiere ser implementada y actuar lo antes posible. Parte de esa solución consiste en aportar información ambiental inteligente a los gobiernos locales para ordenar y planificar el uso de sus territorios de forma sustentable. No todos los espacios geográficos son aptos para la producción agrícola y agropecuaria, como tampoco lo son para el desarrollo urbano.

Resulta de gran importancia, por medio de la planificación ambiental del territorio (de escala detallada), establecer las zonas de producción agrícola y agropecuaria principalmente regenerativa y ordenar la producción sustentable de alimentos vegetales y de proteínas animales.

En este tema, los países tropicales como Costa Rica, con suelos fértiles y con muy alta disposición hídrica tienen un potencial productivo muy alto. Algo que aportaría mucho a su desarrollo socioeconómico sostenible, ante un mundo con cada vez menos oferta de productos alimenticios verdaderamente ecológicos y sustentables. Las soluciones son viables y posibles, pero se ocupa empezar a actuar pronto y a escala local (municipal).

A este respecto, como ciudadanos de un cantón, todos tenemos el derecho de preguntar: ¿dispone nuestro municipio de un plan de ordenamiento territorial debidamente sustentado en información ambiental detallada?, ¿se han planificado ya los territorios para producción agrícola y agropecuaria regenerativa?, ¿se ha organizado la forma de corregir la contaminación ambiental que se está produciendo en el cantón?, ¿se ha iniciado un plan de recuperación y de restauración del equilibrio ambiental del territorio? Como se puede ver, hay mucho que podemos hacer. Solo debemos tener la voluntad de hacerlo.

Riesgo: geología vs ingeniería civil

No se trata de un combate de boxeo o de lucha libre. Se refiere a un dilema que tiene décadas de existir y que, lejos de resolverse, parece que cada día se profundiza. Con ello, quienes pagan por los “platos rotos” somos todos los ciudadanos y en particular aquellos que adquieren muy costosas y duraderas hipotecas (muchas veces en dólares) por una residencia o edificación que, ya desde el principio se localiza en un sitio de alta o muy alta amenaza natural. Algo que no parece justo, si las soluciones técnicas existen y se pueden aplicar con la debida antelación.

Geología no es lo mismo que Geotecnia: este es un tema controversial, incluso para algunos colegas geólogos que se dedican a la Geotecnia. En términos prácticos, la geotecnia, principalmente cuando es realizada desde el ámbito de la ingeniería civil, se concentra fundamentalmente en el suelo y la parte más superior del subsuelo. Se trata de un estudio muy local que realiza sondeos (de varios metros de profundidad), toma muestras para análisis de laboratorio y realiza algunos ensayos de campo (como pruebas de infiltración).

Siendo así, los estudios geotécnicos no realizan estudios locales más profundos, vinculados a las formaciones geológicas que se presentan en el subsuelo superior del área del proyecto o en sus alrededores.

Los datos sobre las formaciones geológicas consideran observaciones profesionales sobre la litología de las rocas, su composición mineralógica y petrológica, dureza, fracturación y estratificación (lineación), corteza de meteorización, contenido de arcilla y porosidad y permeabilidad aparentes, entre otros datos técnicos. Además, identifican la unidad geodinámica a que se suscribe el terreno, como por ejemplo si se trata de una abanico aluvial activo, o un valle de inundación fluvial o una ladera inestable.

Estos estudios técnicos son más del ámbito de la Geología y por eso, no es posible afirmar que un estudio geotécnico es equivalente a un estudio geológico. Aunque parezca lógico y sencillo, en realidad, esta diferencia genera un sinnúmero de problemas.

Geoaptitud del terreno: el resultado práctico de un estudio geológico aplicado tiene directa relación con la denominada Geoaptitud del Terreno que es la aptitud geológica natural que tiene un terreno para asimilar un proyecto de construcción como un edificio, una carretera o una obra de infraestructura como un acueducto o similar.

Como parte de la Geoaptitud, además de las características litopetrofísicas de las formaciones geológicas del subsuelo superior, se reconocen aspectos geomorfológicos, hidrogeológicos, de estabilidad de ladera y de diversos tipos de amenazas naturales vinculadas la GeoRiesgos o efectos del Cambio Climático.

En países tropicales el tema hidrogeológico es de gran importancia, dado que con un correcto estudio geológico es posible dilucidar si existen mantos de aguas subterráneas (acuíferos) bajo la superficie del terreno. Se puede reconocer incluso, la profundidad del nivel de agua y hasta el posible caudal que puede ser extraído en caso de perforar un pozo para su aprovechamiento. Nótese que este conocimiento resuelve un problema cada vez más creciente como lo es la disponibilidad de agua por medio de un acueducto.

Como parte de las amenazas naturales se debe reconocer la susceptibilidad sísmica del terreno (terremotos), los peligros volcánicos (si se encuentra a menos de 30 Km de un centro de emisión), los deslizamientos, deslaves, derrumbes y procesos erosivos, inundaciones fluviales y paso de flujos de sedimentos, licuefacción, ruptura en superficie por fallamiento geológico activo, subsidencias y hundimientos, así como cambios relativos del nivel del mar y tsunamis en zonas costeras.

La forma práctica de resumir estos resultados es señalando el grado de Geoaptitud que tiene el terreno, subrayando las limitantes técnicas por factores geológicos que determinan el uso potencial del terreno y las consideraciones que deben ser tomadas en el diseño ingenieril.

¿Qué pasa cuando no hay estudio de Geoaptitud?: cuando las condiciones de Geoaptitud son buenas, es posible que con el estudio geotécnico sea suficiente como base para el diseño del proyecto. No obstante, cuando esas condiciones no son buenas, es decir, cuando hay limitaciones, los datos de Geoaptitud son muy necesarios.

Los estudios de ordenamiento y planificación territorial, así como de gestión preventiva del riesgo coordinados por el autor en Centroamérica y el Caribe, llevan a concluir que el porcentaje promedio de terrenos de buena Geoaptitud es de aproximadamente un 35 %. El resto del territorio requiere de estudios geológicos o de Geoaptitud para establecer las condiciones del desarrollo de construcciones.

Este hecho, aunado a la circunstancia de que en la región mencionada se dispone de relativamente pocos geólogos por país, a lo cual se suma la falta de cartografiado geológico de detalle (escala 1.25.000 o menor, preferentemente 1:5.000), lleva a un grave resultado: la gran mayoría de los proyectos de construcción en Centroamérica y Caribe no cuentan con un detallado estudio geológico (o de Geoaptitud) de previo al diseño del proyecto. Menos en lo que a la selección de la finca se refiere.

La afirmación anterior se ve confirmada por el hecho de que entre el 40 al 50 % de todas las construcciones en Centroamérica y el Caribe, se localizan en terrenos de alta y muy alta susceptibilidad a amenazas naturales (Georiesgos y efectos del Cambio Climático). Algo que explica lo sucedido en el caso del terremoto de Haití del 2010 que provocó el fallecimiento de 316 mil personas, 350 mil heridos y la perdida de hogar para más de 1,5 millones de personas. Toda una terrible catástrofe cuyas secuelas sociopolíticas y económicas todavía perduran en ese país del Caribe que es uno de los más pobres del mundo.

Los costos económicos: la ausencia de estudios de Geoaptitud detallados, a parte de las graves consecuencias en la pérdida de vidas humanas, también puede llevar a que se produzcan muy serias pérdidas económicas. Existen muchos ejemplos de ello.

En Ciudad Guatemala gran parte de la infraestructura estratégica fue desarrollada sobre áreas de alta susceptibilidad sísmica, pese a la experiencia del terremoto de 1976. El desarrollo de un nuevo evento sísmico podría provocar costos económicos muy significativos en la Ciudad.

En Costa Rica, la llamada “nueva” carretera a San Carlos tiene casi 30 años de estar desarrollándose con una fuerte inversión económica gracias a los problemas de Geoaptitud y no tanto geotécnicos. Todavía se requiere de una inversión similar a la ya realizada para poder terminarla sin tener la garantía de que será una obra resiliente.

En el caso de la Ciudad de Managua, la nueva urbe fue gradualmente desarrollada sobre la antigua zona “terremoteada” por el fuerte sismo de 1972 que destruyó gran parte de esa capital. Algo parecido sucede con la Ciudad de San Salvador, cuya ciudad ha seguido creciendo por las zonas fuertemente impactadas por los terremotos del 2001.

En San Pedro Sula, Honduras, la mitad de esta ciudad, incluyendo su aeropuerto internacional se localiza sobre una zona de muy alta susceptibilidad a la inundación fluvial. Durante los últimos años las graves inundaciones han sacado al aeropuerto de operación por semanas y, además, las evacuaciones de poblados enteros se han tenido que dar en medio de gran anegamiento que tapa los techos de las casas y trágicamente acaba con la vida de los animales domésticos y de granja, llevándose también los sueños de los residentes que sobreviven y que tienen que empezar su vida nuevamente a partir de casi nada.

Grave problema y solución: la experiencia del autor en sus estudios por Centroamérica y también en América Latina, siempre lleva a la misma conclusión. Conforme más se incrementa el tamaño de las urbes latinoamericanas por la fuerte migración del campo a la ciudad, más crece la cantidad de construcciones que se presentan en condiciones de riesgo a las amenazas naturales, incluyendo los efectos del Cambio Climático. Es un crecimiento casi exponencial.

Las machas urbanas de las ciudades latinoamericanas cubren, cual extensa alfombra de cemento y rocas, los valles fluviales, las laderas de los volcanes activos y las fuertes laderas de las montañas que todavía no hace mucho estaban cubiertas de bosques con miradores para ver la ciudad.

Todo esto sucede sin estudios de Geoaptitud y todavía más grave, sin ordenamiento ni planificación del territorio. Salvo muy pocas excepciones, es un crecimiento urbano totalmente desordenado, caótico, vegetativo, al son de instrumentos normativos altamente permisivos que permiten construir prácticamente en cualquier local.

Así como en las ciudades latinoamericanas y centroamericanas y del Caribe, la Gran Area Metropolitana de Costa Rica sigue expandiendo su marcha urbana con cada vez más gente en condición de riesgo. Algo grave a la luz probabilística de un eventual terremoto urbano. Algo que debería llamar seriamente la atención de las autoridades.

Es de gran importancia desarrollar una planificación territorial verdaderamente sustentada en datos técnicos, donde la Geoaptitud del terreno no debe ser visto como un tema de conflicto con la ingeniería civil, sino como un complemento para desarrollar construcciones más seguras y resilientes. La geología y la ingeniería civil no son disciplinas técnicas en choque, como lo quieren hacer parecer algunos equivocados.

El valor ambiental de una finca tropical

El sistema económico imperante desde hace mucho tiempo tiene un mecanismo para establecer el valor económico de una finca, ya sea urbana o en su defecto en una zona rural. Esa valoración económica se realiza según una serie de factores técnicos y es, lo que, en definitiva, señala el precio que tiene el terreno, así como los impuestos (por ejemplo: por bienes inmuebles) que el mismo debería pagar. A pesar de que se trata de una metodología práctica, la misma no considera para nada, varios factores ambientales que son determinativos y que, debidamente aplicados, pueden dar importantes sorpresas sobre el valor económico ambiental que puede tener una finca, en particular en una región tropical.

Territorio tropical: la región tropical de nuestro planeta, bajo las condiciones climáticas que han permanecido más o menos estables (salvo las últimas décadas debido a la acción de los seres humanos) durante el Holoceno (últimos 8 mil 200 años) se localiza entre el trópico de Cáncer en el hemisferio norte y el trópico de Capricornio en el hemisferio sur. Ambos están equidistantes del ecuador a 23°27´de latitud norte y sur, respectivamente.

Dentro de esta banda que rodea a la Tierra, se desarrolla el denominado clima tropical. Debido a que es una zona donde los rayos del sol llegan de forma más perpendicular y con más energía, se desarrolla un clima cálido y húmedo. Esto tiene efectos muy especiales en los territorios continentales de la zona tropical: formación de suelos, cuerpos y corrientes de agua superficial y acuíferos de aguas subterráneas, todo lo cual favorece su principal característica: los bosques tropicales que son el ecosistema más rico y biodiverso de todo el planeta y sin lugar a duda, de todo el sistema solar.

Valor económico de las fincas: son varios los factores que entran en juego para determinar el precio de una finca. Uno de ellos es el área o superficie que tiene. Por lo general hay una relación proporcional, a mayor extensión mayor precio, más, sin embargo, también hay que considerar los otros factores.

El hecho de que el frente de la finca de a una calle pública o derecho de paso también es un factor a considerar. De igual manera, la regularidad o geometría de la finca, es decir, la forma en superficie que tiene el terreno. Esto es particularmente importante en zonas urbanas.

Se adiciona también el tipo de vía que permite el acceso a la finca. La pendiente del terreno también es importante. Pendientes muy pronunciadas desfavorecen el valor de la finca.

En zonas urbanas o periurbanas la existencia de servicios como las aceras, cordón de caño y caños son importantes. De igual forma, la disponibilidad de cañería (acueducto), electricidad, telefonía (ahora más celular que alámbrico) e iluminación, también son relevantes, no solo en zonas urbanas o periurbanas.

La diferencia de altura (desnivel de la finca frente a la calle de acceso) o nivel es otro factor que se toma en cuenta. La hidrología, es decir, la existencia de corrientes de agua o fuentes de agua como pozos o nacientes también se considera de una gran importancia dado que implica que existe disponibilidad de agua.
Finalmente, el último de los factores corresponde con la capacidad de uso de la tierra desde el punto de vista edafológico. A mayor clase menor el favorecimiento para el valor de la finca.

La sumatoria de todos estos factores es lo que, en general, sirve para establecer el precio de una finca. Esta metodología es la que prevalece y la que sirve de base para el tema impositivo o en su defecto para las transacciones de compra y venta de fincas.

Expectativa inmobiliaria: en zonas urbanas o periurbanas y, en ocasiones, también en zonas rurales hay varios factores adicionales relacionados que se pueden sumar a la ecuación. Uno de ellos tiene que ver con el tema de la expectativa de desarrollo urbano futuro (corto o mediano plazo) que se puede dar en el área. Cabe destacar que por esta causa la información de lo que plantea una propuesta de plan regulador puede ser muy bienvenida o, todo lo contrario.

La expectativa de que en el futuro se va a dar una fuerte inversión en determinada zona, ya sea por el desarrollo de una obra vial y de infraestructura pública en general, o bien un proyecto de gran inversión económica como, por ejemplo, un complejo industrial, una gran proyecto urbano o comercial, también puede aumentar mucho el valor de una finca.

Existen otros elementos que entran en juego y que pueden ser importantes, como la vista del paisaje que se puede apreciar desde el terreno. La vista del mar o de un volcán, por ejemplo, pueden contribuir a que el precio de la finca se incremente.

Otros factores que pueden ser desvalorativos son, por ejemplo, la cercanía a un complejo industrial contaminante y ruidoso, a tajos o rellenos sanitarios mal manejados.

Factores ambientales: nuestra investigación en este tema nos ha llevado colegir que muchos factores ambientales importantes no son ni siquiera considerados como parte del establecimiento de un precio a una finca.

Uno de ellos debería ser, necesariamente, la condición de amenaza a la que es susceptible el terreno de la finca. Sobretodo si esa condición es de valor alto o muy alto (rango 1 o 2). Se puede tratar de sismicidad, potencial ruptura en superficie por falla geológica activa y superficial, deslizamiento, inundaciones y paso de flujos, licuefacción, subsidencias diferenciales, peligros volcánicos en caso de actividad de un volcán cercano y en zonas costeras: ascenso relativo del nivel del mar y tsunamis.

La existencia de una limitante de este tipo no imposibilita el desarrollo urbano de una finca, pero es un tema que requiere ser conocido para que lo que se vaya a construir tome en cuenta esas condiciones como parte del diseño o del tipo de seguro a tomar.

El uso actual del suelo que tiene la finca es un tema que puede tener relevancia, en particular si dichas actividades pudieron provocar problemas de contaminación acumulativo en el suelo del terreno. También es relevante conocer la historia reciente (varias décadas) de los cambios de uso del suelo que sucedieron en la finca. Esto puede ser relevante, incluso desde el punto de vista legal (por ejemplo: por deforestación total o parcial de la finca en tiempos recientes). Los sistemas de imágenes satelitales históricos o de fotografías aéreas oficiales pueden ser una muy útil fuente de información.

Existencia de bosque y biodiversidad: este factor ambiental, por lo general, se considera como un factor negativo que le quita valor al precio de la finca. En particular, si existe legislación nacional que protege los bosques y limita el cambio de uso.
En el caso de Costa Rica el pago de los servicios ambientales por protección del bosque o, en su defecto, regeneración o reforestación puede servir de estímulo, más sin embargo los montos todavía son relativamente bajos. El monto más alto que se paga por este servicio es de aproximadamente $365/ha (al tipo de cambio de agosto del 2022) durante cinco años para la reforestación con especies nativas. Por su parte, la protección del bosque existente paga el equivalente en colones de $55/ha.

Es muy probable que para que se tenga deseos de entrar en este sistema de pago por servicios ambientales el ingreso que aporta la finca no representa la principal fuente económica del propietario, quien, a su vez, debe tener suficiente amor por la naturaleza. En especial, si es tentado por otras alternativas que le pueden dar más rentabilidad a corto plazo.

Servicios ecosistémicos del bosque tropical: en una hectárea de bosque tropical, natural y maduro, existe más biodiversidad (miles de especies) por unidad de área que, en cualquier otro bioma del planeta, incluido los biomas marinos. Nos preguntamos: ¿qué valor tiene esto para toda la humanidad, en particular si consideramos que esa misma humanidad ha hecho que nos encontremos en medio de una gran extinción masiva de especies? Pero también los bosques son fuente de productos muy importantes para la industria farmacéutica (algunos ni siquiera se han terminado de descubrir). ¿Qué valor tiene esto?

Por otro lado, los bosques tropicales son una fábrica de oxígeno para el aire de nuestro planeta y contribuyen enormemente en el ciclo hidrológico y en la existencia de fuentes de agua: ¿qué valor tiene esto también?
Y si a lo anterior sumamos que los bosques y los suelos que los sostienen sirven como una de las formas más eficientes para capturar dióxido de carbono. Cientos de toneladas por hectárea. ¿Qué valor tiene esto?
Verdadero valor económico ambiental: como podemos ver, una finca tropical, con bosque o sin bosque, pero susceptible de que en la misma se desarrolle bosque tiene un valor comercial mucho mayor que el que los métodos convencionales le establecen.

Aunque el interés por el ambiente y el cuidado y protección de la naturaleza y de sus ecosistemas se ha incrementado mucho, la verdad es que es muy reciente (cuando mucho los últimos 30 años). Esto choca con nuestras criterios, principios y metodologías económicas para valorar las cosas. Algo que requiere ser mejorado con la mayor premura.

Es necesario e indispensable que modifiquemos la forma de valorar nuestros territorios tropicales y que le demos una perspectiva global, planetaria. Costa Rica como país de avanzada en estos temas, tiene la oportunidad de convertirse en un líder en el mundo, no solo con el ejemplo, sino con el desarrollo de metodologías avanzadas que le puede brindar al resto del mundo.

Las fincas tropicales, con o sin bosque, pero con potencial para tenerlo o para ser dedicadas a actividades productivas que permitan combatir el cambio climático y otros problemas ambientales de la Ecosfera terrestre, tienen una enorme valor ambiental y también económico. Es por ello por lo que se hace indispensable trabajar, tanto a nivel nacional como internacional, en la forma de darles el verdadero valor que tienen. Sin este paso, no será posible combatir de forma sistemática contra los problemas de desequilibrio y mala salud ambiental que tiene nuestra Ecosfera terrestre.

Nuestra prioridad debe ser convencer al mundo desarrollado del enorme valor que tienen los territorios tropicales en la búsqueda de soluciones para nuestro mundo. Es indispensable que se haga inversión y se pague el verdadero costo de los bosques, suelos y la biodiversidad de los territorios tropicales.

Guerra vs Clima

La situación de guerra en el Este de Europa, particularmente en Ucrania por la operación militar de Rusia en ese territorio, satura nuestras pantallas. Desde el mes de febrero, cuando comenzó, todos los días, surgen noticias de uno u otro bando, sobre el estado de esa guerra, la devastación y muerte que está produciendo y, además,  sus consecuencias económicas que, prácticamente, está afectando a toda la humanidad.

La mayoría de esas noticias no son buenas, pues casi que ninguna habla sobre su posible fin. Todo lo contrario, como cuando se trata de los graves daños que produce a la población civil o a la infraestructura de muchas ciudades bombardeadas que, poco a poco, empiezan a representar la imagen de un mundo humano en autodestrucción. Algo que, para ya adentrado el siglo XXI, resulta extraño para Europa, nuestro ideal de desarrollo y cultura, pues esas imágenes eran más comunes en noticias sobre Afganistán, Siria o el este de África, por solo mencionar algunos otros sitios en conflicto que noticieramente, para muchos medios, han perdido relevancia.

Entre las tantas noticias que recibimos hay algunas que deberían hacernos meditar mucho sobre el rumbo que lleva nuestra civilización humana.  Cuando vemos las cosas en perspectiva, nos damos cuenta de que vamos exactamente en sentido contrario del camino que deberíamos llevar. Al respecto, vale la pena considerar algunos temas relevantes.

Guerra: es claro que la guerra deja enormes beneficios económicos a los fabricantes de armas y todo lo que está relacionado con las actividades bélicas, incluyendo a muchos medios de comunicación.

Pero no solo en ese ámbito genera beneficios a algunos privilegiados directos, sino también a otros indirectos, como los que se benefician del desorden de los mercados económicos y con los aumentos de precios de todos los bienes y servicios. Así, mientras algunos se enriquecen cada vez más, la gran mayoría de la población mundial se empobrece.

Pero esas no son las únicas cosas malas y terroríficas que dejan las guerras. Lo más grave es el devastador mensaje sicológico que trasmite, en particular a las generaciones más jóvenes. Nos referimos a los niños y a los jóvenes, aunque, la verdad, nos afecta a todos los que tenemos la esperanza de que la humanidad puede progresar y salir adelante a pesar de tanto obstáculo.

Escuchar en las noticias que países avanzados, llenos de gente  preparada, inteligente y capaz, con muchos galardonados con premios Nobel y otros premios similares, están promoviendo la guerra resulta altamente decepcionante. Enterarnos que un país como Alemania que ha hecho grandes esfuerzos en la lucha contra el Cambio Climático, a va a abrir nuevamente las centrales termoeléctricas que queman carbón mineral y que invertirá el 2 % del PIB (cerca de 110 mil millones de dólares anuales) en desarrollar su ejército, resulta algo difícil de creer y profundamente desesperanzador.

Clima: al contrario de las noticias sobre la guerra o las enfermedades que agobian a la humanidad, las noticias sobre el Cambio Climático apenas y se mencionan de forma tangencial en los noticieros. No obstante, el Calentamiento Global sigue avanzando.

La cantidad de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera está muy cerca de 420 ppm (el último dato de que disponemos es de mayo del 2021 que era de 416,45 ppm, según esta página).

Durante el transcurso del año se han dado efectos climáticos extremos en todo el mundo, particularmente con fuertes olas de calor en el hemisferio norte. Por su parte, en la zona tropical tenemos un año afectado por el fenómeno de La Niña y con unas condiciones particularmente lluviosas.

El Cambio Climático se sigue manifestando de una forma cada vez más acentuada. La temperatura de la atmósfera del planeta ya alcanza los 1,2 grados centígrados respecto a la temperatura de la época preindustrial (aproximadamente el año 1.800). Cada vez avanzamos más rápido al umbral de los 1.5° que estableció el Acuerdo de París en el 2015 y que se planificó, erróneamente, como un límite para el año 2050.

Como hemos explicado previamente el Cambio Climático es el límite planetario más conspicuo, pero solamente es uno de los nueve o diez límites que se encuentran en condición de deterioro.

Para donde quiera que miremos encontramos problemas ambientales de orden planetario: océanos  y mares sobreexplotados que ahora solo tienen la mitad de la vida de hace unas décadas, además de contaminados con sustancias químicas y microplásticos; bosques tropicales desapareciendo cada vez más rápido o degradados muy cerca de su límite de no retorno, pérdida acelerada de la vida y la biodiversidad del planeta (extinción masiva de especies), suelos degradados con cada vez menos capacidad agrícola y  cuerpos de agua dulce cada vez más pequeños y contaminados, entre otros serios problemas que agobian el equilibrio de la Ecosfera Terrestre.

Rumbo: los efectos del Clima planetario no hacen pausa por la Guerra que hacemos los seres humanos. Los esfuerzos de la humanidad deberían y tienen que estar dirigidos a ralentizar y mitigar los efectos del Cambio Climático y a recuperar la biodiversidad y disminuir la contaminación en todo el planeta. Ese debería ser el verdadero y sólido mensaje que debemos trasmitir a nuestros jóvenes y no el de una guerra sin sentido.

Hemos planteado que existen soluciones efectivas por encima de solo tratar de disminuir emisiones contaminantes. Es vital recuperar bosques tropicales y ecosistemas, así como arrecifes coralinos, entre otra serie de acciones estratégicas que se han venido proponiendo durante los últimos años.

Con un poco menos de la mitad de los gastos militares anuales del mundo se podría empezar a ralentizar los efectos del Cambio Climático y a recuperar la biodiversidad y el equilibrio de la Ecosfera terrestre. Y dado que esos gastos se tendrían que hacer, principalmente, en países tropicales del mundo, también se estaría contribuyendo a resolver de forma notable, los problemas de pobreza, educación y salud en esos países, así como las bases estructurales de la cada vez más creciente migración humana hacia los países ricos.

Como podemos ver, vamos por la senda equivocada, muy equivocada. Trasmitimos así un mensaje nefasto a nuestros niños y jóvenes. Es como si nos hubiéramos dado por vencidos ante nuestras propias inequidades.

Más, sin embargo, nuestra tarea debe ser la de mantener nuestra perseverancia y seguir insistiendo en la importancia de cambiar ese equivocado rumbo que llevamos. Nuestra peor actitud es la de mantenernos al margen de una realidad que nos involucra a todos.

Debemos seguir insistiendo que la verdadera guerra que debemos enfrentar es la de lucha contra el desequilibrio de la Ecosfera terrestre que nosotros mismos, los humanos, hemos generado. Tenemos la inexorable obligación de trasmitir un mensaje positivo a las nuevas generaciones (niños y jóvenes) de que si hay solución y que hay muchas cosas positivas que hacer. En esta tarea los medios de comunicación de todo tipo tienen una misión muy importante.