La importancia del suelo y las soluciones a la desertificación de la Ecosfera terrestre

Marzo 5, 2023 4:25 am

En esta cuarta entrega de los documentos de SALVETERRA desarrollamos el tema del suelo y la enorme relevancia que tiene para la vida en la Ecosfera terrestre, incluyendo a la humanidad misma. Desafortunadamente, también tenemos que hablar del tema de la degradación del suelo.

Al momento de escribir este artículo (13.02.2023) la cantidad de hectáreas perdidas de suelo superan las 840 mil, solo para lo que llevamos en este año.

Algo sumamente grave, pues se trata de un efecto acumulativo dado que el daño ambiental a los suelos es irreversible en tiempos humanos, debido a que su restauración, cuando es posible, dura cientos de años.

Aunque el panorama no es alegador, todavía hay esperanza y existen soluciones que requieren ser implementadas a escala local, por todos y cada uno de los gobiernos locales del mundo y en los próximos años. La primera gran tarea es cobrar conciencia de lo que hay que hacer y este es el objetivo de este artículo.

El suelo y su función vital: el suelo es un recurso natural no renovable del que depende la vida en nuestro planeta. Representa la base que sirve de fuente de alimento, fibras textiles y madera. Es la red más amplia de purificación e infiltración del agua superficial hacia los acuíferos y un hábitat en el que proliferan los microorganismos que mantienen en funcionamiento los ciclos biogénicos que permiten mantener la vida.

La generación de tan solo 3 milímetros de nuevo suelo superficial, por meteorización química, requiere, en promedio, un siglo, por eso es un recurso no renovable dentro de nuestra escala de tiempo. El suelo está sometido a una enorme presión de producción, ya que es el principal sustento para alimentar a los más de 8.000 millones de personas que pueblan la Tierra en la actualidad.

El suelo es un sistema dinámico con importantes equilibrios físico-químicos y biológicos; el conjunto de reacciones que tienen lugar en el mismo constituye el mayor reactor de nuestro planeta, necesario para la depuración de las aguas y la recarga limpia de los acuíferos subterráneos.

En relación con el cambio climático el papel de las plantas en la captura del CO2 atmosférico es crítico; menos conocido es que cerca del 20% del carbono capturado se almacena en el suelo en forma de materia orgánica. Por esta razón, las Naciones Unidas aconseja conocer y manejar correctamente los suelos para que las prácticas de laboreo (como el arado) no promuevan la emisión de otros gases de efecto invernadero.

La biodiversidad en nuestro planeta comprende no solo una vertiente macroscópica, visible, sino también otra microscópica, una parte significativa de la misma se encuentra en los suelos. Así, un solo gramo de suelo de cualquier lugar de la Tierra alberga millones de microrganismos. Esta biodiversidad es mayor en las zonas tropicales y es el motor para mantener activos los ciclos biogénicos de los elementos.

Por ello, preservar el suelo en estado saludable, o “recuperarlo” cuando se ha deteriorado, no solo es una vía para obtener alimentos seguros y disfrutar de nuestros paisajes (por los ecosistemas naturales que se desarrollan sobre el suelo), sino que es esencial para el mantenimiento global de la vida en el planeta. Es responsabilidad de todos conservar y utilizar el suelo, para darle el uso ambientalmente más sustentable.

Degradación del suelo: Más del 75 por ciento de la superficie terrestre del planeta está considerablemente degradada, lo que perjudica el bienestar de más 3.200 millones de personas, según el primer estudio global resumido por la Revista Nacional Geographic en el año 2018. En los últimos cinco años la situación de la degradación se ha incrementado.

Estas superficies que se han convertido en desiertos, están contaminadas o han sido deforestadas con lo cual se acelera el proceso de extinción de especies.

Si esta tendencia continúa, el 95 por ciento de la superficie terrestre de la Tierra estaría degradada para 2050. Los estudios advierten que esta situación podría obligar a migrar a cientos de millones de personas, a medida que la producción de alimento se desploma en muchos lugares.

La expansión rápida y la gestión no sostenible de tierras de cultivo (con uso de maquinaria para el arado) y de pasto son las principales impulsoras de la degradación del suelo, que provoca pérdidas importantes de biodiversidad y afecta a nuestra seguridad alimentaria, la purificación del agua, el abastecimiento de energía y otras contribuciones de la naturaleza fundamentales para las personas. También contribuye a este proceso el cambio no planificado del uso del suelo, sobretodo en zonas tropicales.

Como parte de esa gestión no sostenible del suelo, se incluye principalmente el arado de los terrenos y el uso intenso de agroquímicos a base de nitrógeno. Este tipo de prácticas agrícolas, junto con el uso de organismos genéticamente modificados ha transformado la agricultura extensiva e intensiva, en una agricultura “artificial” que lejos de mejorar las condiciones naturales del suelo, las deteriora. Así, los países se vuelven dependientes del uso de grandes cantidades de agroquímicos, con los que, además se contaminan las aguas subterráneas y se producen toda una seria cadena de impactos que tiene efectos negativos en los insectos, que a su vez son vitales para la agricultura debido a su función polinizadora.

Desertificación del suelo: se produce como producto de la pérdida de carbono y agua del suelo. Un suelo sano absorbe agua y carbono. Cuando hay plantas vivas hay agua en el suelo. Cuando no las hay, hay evaporación y se pierde el agua. Se rompe el ciclo. El 60 % del agua de lluvia proviene de un ciclo mayor desde la evaporación de los océanos, pero un 40 % proviene de ciclos más pequeños de evapotranspiración de las plantas. Lo suelos desnudos aumentan la temperatura de la atmósfera inferior y crean vórtices que alejan las nubes y las lluvias. Se intensifica así, la desertificación.

Casi dos tercios del suelo fértil de nuestro planeta se ha desertificado o en está en proceso de desertificación. Esta ha sido la principal causa de la extensión de civilizaciones humanas (casi 20 en la historia de la humanidad). Cuando no hay posibilidad de producir alimentos, la vida se termina. Según estudios de la ONU, en 60 años, todos los suelos fértiles del planeta habrán desaparecido si no se hace algo por detener este alarmante proceso.

Observaciones de la NASA muestras que durante los meses de arado en el hemisferio norte (marzo y abril) aumentan considerablemente las emisiones de CO2 a la atmósfera. En junio, cuando las plantas crecen, el contenido de CO2 de la atmósfera se reduce. Por tanto, las plantas tienen un enorme poder colectivo o acumulativo. Un planeta cubierto por vegetación sobre suelos ricos en carbono, es un planeta sano.

Los humedales son las áreas del planeta más afectadas por la degradación del suelo: el 87 por ciento se ha perdido en todo el mundo en los últimos 300 años. Desde el año 1900 se ha perdido el 54 por ciento. Todavía se destruyen humedales en el sureste asiático y la región africana del Congo, principalmente para plantar palma aceitera.

Las causas subyacentes de la degradación del suelo son los estilos de vida de alto consumo en las economías más desarrolladas, combinados con el aumento del consumo en las economías emergentes y en vías de desarrollo. El alto consumo per cápita, que sigue en aumento, amplificado por el crecimiento demográfico continuo en muchas partes del mundo, están generando niveles insostenibles de expansión agrícola, extracción de recursos naturales y minerales, y urbanización.

Aplicando soluciones: hay muchas soluciones probadas para revertir estas tendencias, como el ordenamiento ambiental y la planificación territorial de escala detallada, la reforestación con especies nativas, la construcción de infraestructura verde, la rehabilitación de suelos contaminados y sellados (por ejemplo, bajo el asfalto), el tratamiento de aguas residuales y la restauración de los canales fluviales.

El desarrollo de agricultura y ganadería regenerativa es vital, no solo por la posibilidad de convertir las tierras productivas en sumideros de carbono y de gases de efecto invernadero, sino por la posibilidad de crear suelos fértiles y altamente productivos.

Es urgente gestionar el suelo a escala del paisaje, donde las necesidades de la agricultura, la industria y las áreas urbanas pueden equilibrarse de forma integral. Además, las prácticas agrícolas deben modificarse sustancialmente.

Para las regiones en vías de desarrollo, como algunas partes de Asia y África, el coste de la inacción ante la degradación del suelo es al menos tres veces superiores al coste de la acción. Y los beneficios de la restauración son 10 veces superiores a los costes.

Muchos países ricos “descentralizan” sus impactos medioambientales importando grandes cantidades de alimentos, recursos y productos de otros países. La Unión Europea importa entre el 30 y el 40 por ciento de su comida, por ejemplo. De esta forma los problemas para el suelo se dan en otros territorios. Parece obvio que estos países deberían pagar el costo de la restauración y mejoramiento de suelos en los países productores.

Lograr restaurar ecosistemas que fueron convertidos a pastizales o espacios para agricultura tendría un doble beneficio: uno en la biodiversidad y otro en la mitigación del cambio climático. Esto concluyó un estudio publicado en la revista Nature y realizado por 27 investigadores de 12 diferentes países.

Un estudio mundial realizado recientemente, tras analizar 870 millones de hectáreas de ecosistemas en todo el mundo que se han convertido en tierras de cultivo, se concluyó que si se logran restaurar el 15% de estas tierras se evitaría el 60 % de las extinciones. Específicamente, el 54% de los ecosistemas analizados eran originalmente bosques, el 25% pastizales, el 14% matorrales, el 4% tierras áridas y el 2% humedales.

Pero los beneficios no paran ahí: el estudio también concluyó que restaurar el 15 % de las tierras del mundo implicaría absorber más de 463 mil millones de toneladas de dióxido de carbono. “Impulsar los planes para devolver grandes extensiones de la naturaleza a un estado natural es fundamental para evitar que la biodiversidad y las crisis climáticas se salgan de control”, explicó Bernardo BN Strassburg, autor principal del estudio.

Igualmente, para evitar el temor que la restauración de ecosistemas les quite espacio a los cultivos y, por ende, amenace la seguridad alimentaria, los investigadores calcularon cuántos ecosistemas podrían revivirse sin cortar el suministro de alimentos. Descubrieron que el 55% (1.578 millones de hectáreas) de los ecosistemas que se habían convertido en tierras de cultivo, podrían restaurarse sin interrumpir la producción de alimentos. Esto podría lograrse mediante la intensificación bien planificada y sostenible de la producción de alimentos, junto con una reducción del desperdicio de alimentos y un abandono de alimentos como la carne y el queso (salvo que provengan de la producción regenerativa), ya que requieren grandes extensiones de tierra y, por lo tanto, producen emisiones desproporcionadas de gases de efecto invernadero.

Como podemos ver, existen soluciones reales y efectivas. Un país como Costa Rica, además de implementar este tipo de acciones, podría convertirse en un líder mundial en el tema de restauración de suelos, producción regenerativa y lucha contra la desertificación y el Cambio Climático. La clave es el ordenamiento ambiental del territorio y la planificación territorial sustentable.

allan@salveterra.life

PAZ para cuidar al planeta

A un año del inicio del conflicto militar en Ucrania, más que seguir hablando de guerra, es muy importante que los ciudadanos del mundo, exijamos a los países ricos del hemisferio norte que se negocie la paz.

Además de los miles de muertos y heridos que se han dado, así como los millones de refugiados y la enorme destrucción de infraestructura, este conflicto ha afectado a todo el mundo de una forma directa o indirecta, generando una enorme cadena de impactos que, para variar, siempre daña de mayor manera a la gente más pobre de nuestro planeta.

Aclaramos que nuestra solicitud es que no solo este conflicto militar termine, sino todos los otros que están sucediendo, con menos suceso, pero no con menos drama, en otros lugares del planeta.

Como ciudadano de un país como Costa Rica, donde se eliminó el ejército hace más de 60 años y que apostó por la negociación, el diálogo y la institucionalidad internacional para negociar la paz, creemos firmemente en el especial derecho humano de pedir que acabe la guerra y que se negocie la paz.

Necesitamos atender nuestro planeta: la petición de paz no es solo para que la grave crisis económica derivada de la guerra, y que afecta de una u otra manera a todos, termine de una vez y permita que exista un alivio económico y una posibilidad de reactivación en medio de un acúmulo continuo de vicisitudes sin fin.

La petición de paz es un grito desesperado por nuestro planeta y la vida de la Ecosfera terrestre.

En medio de la guerra, los países ricos del hemisferio norte han puesto “en pausa” su preocupación por el ambiente. Sus prioridades han cambiado.

Las armas, la destrucción y las sanciones parecen ser lo más urgente, como si el deterioro de la Ecosfera terrestre, cada vez más acelerado, o las necesidades de la gente más pobre como el hambre, la ayuda para la salud y la educación, también pudieran ponerse en pausa.

Algo absolutamente ilógico e incomprensible, en especial si pensamos que en esos países ricos se encuentran las universidades e institutos de investigación más prestigiosos y avanzados. Allí se encuentran las mentes más preclaras y capaces. Y a pesar de todo eso, se está descuidando nuestro planeta de una forma alarmante.

La salud de la Ecosfera terrestre es crítica: como hemos señalado previamente (www.allan-astorga.com) la salud de nuestra Ecosfera terrestre se encuentra muy dañada. Los principales indicadores o límites planetarios están en estado de peligro, en la zona roja o muy cerca de ella.

Los bosques y los ecosistemas siguen desapareciendo a una velocidad cada vez más rápida, la vida del planeta desaparece en medio de la séptima gran extinción de especies que se inició con el rápido aumento de la población humana hace poco más de 200 años, los insectos desaparecen y con ellos los polinizadores que son vitales para la producción agrícola.

El agua dulce y fresca, tanto superficial como subterránea, está disminuyendo o se está contaminando rápidamente como producto del intenso uso de agroquímicos y pesticidas en la agricultura.

Los residuos sólidos y las aguas residuales de las ciudades contaminan los ríos, los suelos y las zonas costeras en una tasa cada vez más creciente y que se apareja a la velocidad del crecimiento poblacional y del consumo en los países del tercer mundo.

El creciente quemado de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas natural) y de madera en todos los países, ricos y pobres, así como la actividad industrial sin control ambiental, continúan contaminando el aire de las grandes urbes del planeta. Urbes donde cada vez vive más gente que abandona el campo y busca la ciudad en espera de mejorar sus condiciones de vida.

Los incendios forestales, cada vez más catastróficos siguen dañando no solo los bosques tropicales, sino también los bosques de climas templados y boreales. Nuestros sumideros de carbono y de gases de efecto invernadero, lejos de estar creciendo, están disminuyendo a una velocidad acelerada. El permafrost de las zonas boreales sigue aportando, en tasa creciente, metano a la atmósfera del planeta y con ello agravando la situación.

Los océanos también están muy contaminados. En 50 años han perdido la mitad de la vida que albergaban. Los desechos sólidos provenientes de los continentes, principalmente los microplásticos y las sustancias químicas, han alcanzado todos los mares y han hecho que su calidad de agua disminuya, así como su potencial para absorber dióxido de carbono, con lo cual la situación planetaria se agrava.

Desde nuestras casas, estamos contribuyendo, sin saberlo, a dañar los océanos del planeta que son nuestra principal esperanza de vida. Generamos desechos sin estar claros que éstos están llegando al mar y consumimos productos del mar que no son verdaderamente sustentables.

La Crisis Climática se agrava cada vez más: independientemente de que exista guerra o no, el deterioro de nuestra atmósfera planetaria y el cambio climático se sigue dando. Con la guerra, la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero se ha incrementado, con lo cual se sigue agravando el calentamiento global.

Resulta absolutamente paradójico que en los países ricos del hemisferio norte las prioridades hayan cambiado tan rápidamente. Se han incrementado los presupuestos militares y muchas de las políticas en tema de energías renovables y cambio climático se están cuestionando muy seriamente. No tanto por sus poblaciones, sino por sus autoridades que parecen estar confundidas sobre qué es lo correcto y qué no lo es.

Lo más grave de todo es que estamos avanzando hacia un punto de no retorno en el tema de las emisiones de CO2 y el límite crítico de un aumento de la temperatura de la atmósfera del planeta en 2 grados respecto a las temperaturas preindustriales (pre Antropoceno). Ese límite se encuentra cercano (2030 – 2032). Por eso, resulta hasta irresponsable que se esté gastando el tiempo en algo tan sin sentido como una guerra que ha desencadenado una crisis económica que retarda aún más la toma de acciones concretas.

Tenemos que enfocarnos en los verdaderos objetivos planetarios: nuestro deber es pensar en el mundo que estamos heredando a nuestros niños y jóvenes. Debemos enfocar nuestros esfuerzos en realizar acciones efectivas y concretas por la restauración del equilibrio de la Ecosfera terrestre y en la lucha por ralentizar la Crisis Climática. Esto, mientras al mismo tiempo, nos esforzamos por procurar el progreso humano sustentable de nuestra civilización.

Se trata de tareas vitales y para las cuales no hay posibilidad de postergación. A nuestra generación le corresponde esta tarea vital: “salvar la vida de la Ecosfera terrestre” y no promover su destrucción.
Todos y cada uno de nosotros tenemos la posibilidad de incidir y de hacer algo. Mantenernos pasivos y a la espera de que las cosas mejoren por si solas, no ayuda. Debemos llenar de esperanza nuestro futuro. Todavía podemos hacer mucho por nuestro planeta.

Los cambios que se necesitan en las negociaciones sobre el Cambio Climático

Los cambios que se necesitan en las negociaciones sobre el Cambio Climático

Las cumbres sobre Cambio Climático, como la COP 27 del año 2022 realizada en Egipto siguen teniendo, según nuestro criterio, un enfoque equivocado. No dudamos de que muchos de los participantes tienen la mayor y mejor voluntad de lograr avances. Más, sin embargo, todo parece indicar que se trata de un asunto de paradigma.

Hay una confusión de objetivos, prioridades y expectativas.La Crisis Climática no ha terminado y más bien está empeorando. Los recursos deben ser invertidos en acciones preventivas globales.Las acciones que apremia tomar deben ser locales, pero con visión planetaria, es decir, de acción ubicua. La efectividad de las acciones debe llevar como resultado dar insumos a los gobiernos locales para que, junto con sus comunidades, puedan tomar acciones concretas en sus territorios jurisdiccionales. Mientras esto no se haga no podemos decir que estamos avanzando.

¿Qué es y por qué la Evaluación Ambiental Estratégica es la palanca que necesita el país para impulsar su desarrollo sustentable?

Diciembre 23, 2022 4:20 am

Para casi todos es claro que la coyuntura actual por la que pasa nuestro país es de una severa  crisis económica. Crisis  derivada de más de dos años de Pandemia mundial y casi un año de una guerra en Ucrania que, aunque lejana, tiene efectos económicos directos en una economía como la de Costa Rica. Es claro también, que el país requiere de un impulso al desarrollo sustentable que permita hacer crecer su economía con el ingreso de fondos sanos.

El año 2023 se visualiza como un año donde debemos lograr un cambio real y significativo. No hay muchas alternativas que realmente tengan un efecto directo en la mejora de nuestro modelo de desarrollo socioeconómico. Ante esto, debemos echar mano de las mejores herramientas técnicas y científicas para avanzar.

Una de estas herramientas comprende la denominada Evaluación Ambiental Estratégica (EAE) que no es otra cosa que promover la planificación estratégica ambientalmente sustentable al desarrollo del país. Por eso, analizamos el tema en este artículo con propuestas concretas para que el país pueda implementar esta herramienta de agilización del desarrollo sustentable en el menor plazo posible.

Recuento histórico: la Evaluación Ambiental Estratégica (EAE) surgió hace 50 años junto con la evaluación de impacto ambiental (EIA). La diferencia entre ambas es que la EIA se concentra en proyectos, mientras que la EAE en políticas, planes y programas, entendidos los planes y programas como conjuntos de proyectos de desarrollo.

En la mayoría de los países desarrollados la EAE fue desarrollada desde muy temprano con las diferentes variantes nacionales. Con la EAE se implementa, de forma paralela la planificación del desarrollo a mediano y largo plazo.

En algunos países asiáticos, muy exitosos en desarrollo económico, como China y Corea del sur, desde hace casi 20 años, la EAE forma parte intrínseca del modelo de desarrollo como un instrumento muy útil para la agilización de proyectos.  Es una forma muy inteligente de armonizar la planificación con el desarrollo económico, algo que marca una fuerte diferencia con un país como el nuestro. Aunque esto no significa que no se puede corregir.

En Costa Rica la EAE no forma parte explícita de la Ley Orgánica del Ambiente, la cual se refiere de forma amplia a la EIA de actividades, obras y proyectos. Leyes ambientales como la de Panamá y El Salvador si integran el instrumento, más sin embargo, lastimosamente no ha sido potenciado debidamente.

La Resolución 2002-01220 de la Sala Constitucional, por un mandato constitucional llevó a introducir la herramienta de la EAE en el Decreto ejecutivo No. 31849 (Reglamento general de procedimientos de EIA) que se publicó junio del 2004. En el Capítulo VII de este reglamento se establecen los principios y lineamientos de la aplicación de la EAE en el país, tanto para el ordenamiento y planificación territorial, como para políticas, planes y programas.

Desde mayo del 2006 se estableció el decreto ejecutivo No. 32967 con el cual promulgó la normativa para aplicar la EAE al ordenamiento territorial.

La EAE aplicada a políticas, planes y programas, increíblemente, todavía no ha sido reglamentada. Esto a pesar de que, desde hace más de cinco años, la Contraloría General de la República ordenó que se normara su aplicación. El pretexto de la administración Solís para no hacerlo fue que se ocupa crear una nueva entidad y nombrar nuevo personal. Algo sumamente contradictorio dado que, en la SETENA, desde hace más de 10 años existe un Departamento técnico de EAE. Con la administración Alvarado tampoco se dio ningún avance.

Utilidad de la EAE para países como Costa Rica:  la EAE tiene una enorme utilidad para los países en vías de desarrollo. En primer lugar, es una forma gradual de introducir la planificación estratégica, de mediano y largo plazo, al modelo de desarrollo económico. Con eso, empezamos a corregir errores históricos que nos tienen estancados en materia de planificación.

Aunque la EIA es importante para el control y equilibrio ambiental de los proyectos, la EAE es igual o más importante si se considera que con ella es posible alinear y acelerar el desarrollo sustentable de un país.

La EAE permite que las diversas políticas que se impulsen en el país se desarrollen dentro de un marco participativo equilibrado, con información y transparencia. Además, se asegura su consistencia, para  que no se den contradicciones entre las diversas políticas de estado.

Con la EAE de planes y programas, se puede evitar que los proyectos individuales tengan que desarrollar EIA engorrosas e individuales, con trámites extensos para obtener los permisos ambientales para su desarrollo. Al respecto, hemos señalado que con el uso de la zonificación ambiental que tiene aprobado el país, es posible establecer un sistema de Permiso Integral Ambiental automatizado que disminuiría de 4 años promedio a 4 semanas, el trámite ambiental integral de proyectos de desarrollo en gran parte del país.

Y no se trata de que los proyectos se salten el cumplimiento del proceso de EIA, sino que, con el debido fundamento técnico y científico, establecido por medio de la EAE, se fijen lineamientos operativos de funcionamiento dentro de un marco normativo ambiental genérico para la actividad.

Así, por ejemplo, un Plan o Programa de desarrollo de infraestructura en salud, educación, en desarrollo vial, en turismo, entre otros, con una efectiva EAE podrá evitar que los proyectos de centros de salud o de educación tengan que hacer EIA individuales, con lo cual es posible acortar todos los procesos administrativos y tiempos para la ejecución de obra. El proceso de EIA, se debería limitar a que un consultor ambiental responsable regente la aplicación de medidas ambientales derivadas de la EAE o de una guía ambiental de buenas prácticas para la actividad.

Temores y razones para su no implementación todavía: no resulta comprensible la razón por la cual un país como Costa Rica no haya desarrollado aún la EAE de políticas, planes y programas. Podría decirse que se debe a la falta de conocimiento de lo que significa la EAE o, en su defecto, a la existencia de un temor por la aplicación de principios tales como el de participación, información y transparencia en el desarrollo de políticas de estado en temas estratégicos.

Sea la que sea la razón por la cual no se ha implementado, la realidad es que se trata de un instrumento que, indefectiblemente, tiene que ser desarrollado como parte de la gestión del Estado. Conforme más tarde lo hagamos, más tarde enrumbaremos al país hacia un modelo de desarrollo más fuerte y sustentable.

En el contexto global en que nos encontramos, con una situación de desequilibrio ambiental grave y de una Crisis Climática, es claro que existe una seria responsabilidad en la implementación de instrumentos estratégicos para el desarrollo sustentable del país, como la EAE. Postergar o ignorar la implementación de la EAE solo acarrearía atrasos innecesarios en la modernización del modelo de desarrollo de Costa Rica.

Acciones estratégicas a tomar a corto plazo: en primer lugar urge normar la EAE de políticas, planes y programas tal  y como lo solicitó la Contraloría General en el año 2017. Ya existe un borrador y en esto, las autoridades pueden contar con nuestro total apoyo. No hace falta crear una institución pública nueva pues ya se cuenta con el Departamento de EAE en la SETENA, el cual podría reforzarse con el apoyo de algunos pocos funcionarios del Ministerio de Planificación.  A partir de este núcleo de arranque es posible iniciar la implementación de la EAE en el país.

Dado que el impulso al desarrollo económico del país es una prioridad, es claro que las primeras tareas a impulsar por medio de la EAE, debería ser la creación del Permiso Integral Ambiental para proyectos, así como la realización de EAE a planes y programas con grupos de proyectos en temas clave como en infraestructura vial, educación, salud, turismo y desarrollo inmobiliario en zonas costeras.  Más tarde podrán empezar a revisarse otros temas como políticas de desarrollo promovidas por el Estado.

En medio de la situación coyuntural en que nos encontramos, se hace urgente impulsar instrumentos técnicos que garanticen la sostenibilidad en la protección del ambiente, así como el impulso a un desarrollo económico acelerado. Se trata de un tema importante que esperamos que las autoridades públicas asuman en el menor plazo posible.

a.astorga.g@gmail.com

¿Por qué gran parte de carreteras nacionales que pasan por zonas de montaña son de alto riesgo y poco resilientes?

Noviembre 15, 2022 4:19 am

Con los eventos de desastre que han ocurrido durante los últimos meses en las carreteras nacionales que pasan por zonas de montaña se hace necesario hacer un enfoque científico algo diferente. Esos eventos de desastre culminaron con la lamentable pérdida de vidas en Cambronero, cuyo origen se vincula a un deslizamiento y un evento de flujo. Eventos que han sucedido en otras carreteras nacionales provocando obstrucción en el paso de la vía y grandes retrasos en el tránsito, algo que se suma a las limitaciones de dichas vías que en su gran mayoría son solo de dos sentidos.

Deseamos dar una opinión técnica desde el punto de vista de las evaluaciones ambientales y, en particular, de geoaptitud, que hemos realizado en carreteras como la trocha fronteriza, Ruta 32, la carretera a Monteverde y “nueva” carretera a San Carlos. Lo primero que tenemos que aclarar es que no se trata de un problema de ingeniería de diseño y tampoco de construcción que cumple las condiciones del diseño. Se trata de un tema de planificación y la consideración a priori de las condiciones de geoaptitud del terreno del trazo de la vía.

Por un profundo respeto a las vidas perdidas y a los recursos que se malgastan en estos eventos y en aras a aportar de forma proactiva alternativas de soluciones profundas, desarrollamos aquí alguna argumentación sobre este tema.

Geoaptitud de los terrenos: se trata de la suma de las condiciones geológicas que tiene un terreno en su parte más superior del subsuelo y que definen su aptitud natural para el desarrollo de un proyecto o actividad humana. 

Tiene que ver con las características litopetrofísicas de las rocas (dureza, fracturación, contenido de arcilla, porosidad – permeabilidad, entre otros), las condiciones geodinámicas externas del terreno (relieve, procesos de erosión y sedimentación), la situación hidrogeológica con la presencia de acumulaciones de aguas subterráneas y desarrollo de acuíferos colgados, la estabilidad de ladera y la susceptibilidad a los deslizamientos, así como las condiciones a las amenazas naturales como la susceptibilidad sísmica, el potencial de ruptura en superficie por fallas geológicas activas, inundaciones y paso de flujos, hundimientos y subsidencias del terreno, peligros volcánicos, así como tsunamis y ascenso relativo del nivel del mar en zonas costeras.

En Costa Rica existe desde el 2006 una metodología estandarizada para realizar mapas de geoaptitud de terrenos, no obstante, antes de ese tiempo, se podrían integrar como parte de los estudios geológicos básicos y de escala detallada que deben realizarse como parte de la pre y factibilidad técnica de un proyecto de infraestructura. Estos estudios son responsabilidad de profesionales en geología, según lo establece, desde 1973, la ley del Colegio de Geólogos de Costa Rica.

Para obras nuevas es indispensable contar con los mapas y estudios de geoaptitud que permitan evaluar las alternativas de trazado de la vía y su derecho vía, incluyendo el ancho de la misma. Solo así se podrá garantizar que el trazo seleccionado para la vía garantice que sea una obra lo más segura y resiliente posible. Condiciones bajo las cuales la obra será más duradera y requerirá inversiones de mantenimiento y de contingencia por eventos de desastre más bajas.

Para este tipo de obras no basta con que se cuente con viabilidad ambiental por parte de la SETENA. Es indispensable que los estudios técnicos, principalmente de Geoaptitud, se hayan realizado a una escala detallada (1:10.000 o menos) y que sean completos. Estudios que deben estar disponibles de previo al diseño final de la obra y su planificación. 

En el caso de obras viales existentes, los estudios de geoaptitud de escala detallada (1:10.000 o menor) para un corredor de mínimo un kilómetro de ancho, arrojan información muy importante para establecer los tramos más susceptibles y para determinar las medidas correctivas necesarias para aumentar la resiliencia de la obra. Esto es indispensable para determinar si se requiere ampliar el derecho de vía para poder bajar los taludes y controlar los drenajes de las aguas, así como el desarrollo de obras de estabilización de taludes. En los casos más críticos, puede que incluso se requiera modificar el trazado.

El tema de la Geoaptitud de terrenos está muy vinculado a la identificación de los denominados GeoRiesgos. Costa Rica, como el resto de Centroamérica es una zona que presenta casi todas las fuentes de georiesgos que existen. A esto se suma que esta misma región es una de las más vulnerables a los efectos del Cambio Climático. Siendo así, no considerar esta información como base para la toma de decisiones estratégicas como el trazado de una nueva vía o la mejora profunda de una existente, representa una muy grave omisión.

Errores de raíz en las obras viales más antiguas: cuando analizamos la historia del desarrollo de las obras viales más antiguas, como la ruta 1 y 2, así como la ruta 32 y la 27 e incluso la “nueva” carretera a San Carlos, vemos que tienen el mismo factor común denominador. En la mayoría de los casos los estudios de geoaptitud de terrenos no fueron realizados con el grado de detalle necesario ni a la escala apropiada. O simplemente no fueron realizados. Recordemos que las evaluaciones de impacto ambiental que solicitan esta información en la actualidad se empezaron a pedir a mediados de la década de los noventa del siglo pasado.

Esta situación se refleja por el hecho de que el derecho de vía que se define tiene, aproximadamente, el mismo ancho a lo largo de la ruta, con las características de que es muy angosto para la necesidad real de la vía. Además, en la gran mayoría de los casos los parámetros de construcción que se definen, no contemplan aspectos de obras especiales para las áreas más vulnerables. En muchos casos, como en la ruta 27 se considera que esas obras se deben desarrollar después de la entrada en operación de la vía, algo que es un error grave en zonas tropicales muy lluviosas, afectadas por el Cambio Climático y, además, muy susceptibles a eventos sísmicos.

Los derechos de vía angostos son uno de los mayores problemas: el problema de raíz surge con la definición de derechos de vía angostos que marca el área de intervención que se usará para la construcción de la carretera y las obras de mantenimiento. En muchos casos los derechos vía angostos se definen para no tener que hacer grandes inversiones en expropiaciones de las fincas privadas, pero ese costo se traslada multiplicado en las complicaciones que tendrá la vía durante toda su vida útil.

Con la experiencia que tiene el país en este tipo de problemas de las vías, es claro que se puede hacer una evaluación de costo – beneficio que contemple los costos de los atrasos por problemas de eventos de desastre en la vía. Es evidente que es mucho mejor invertir en la definición de un trazo de vía que contemple todos los factores ambientales, principales de geoaptitud y de gestión de riesgos, así como derechos de vía lo suficientemente anchos para el desarrollo de obras apropiadas.

Ejemplos de toda esta problemática, hay muchos. En la Ruta 32 se contempló originalmente, el desarrollo de varios túneles. Al final, se supone que, por un tema de presupuesto, se hizo solo uno y se dejó la carretera con taludes verticales muy altos y muy susceptibles al desprendimiento de materiales. En la ruta 27 se dejaron derechos de vía muy angostos y de allí que los taludes tengan pendientes tan abruptas. Algo que explica el origen de la mayoría de los problemas que tiene esta vía, junto con problemas de fallas geológicas activas.

La carretera “nueva” a San Carlos tiene un trazo que es totalmente contradictorio con las condiciones de geoaptitud. Pasa por una zona de falla geológica, un cono de emisión volcánica del Pleistoceno (de varios miles de años) y por un humedal, entre otros elementos que muestran que el trazo original no se realizó con el debido criterio técnico, prácticamente fue una línea arbitraria (la de menor extensión) sobre un mapa de escala regional.

Finalmente, en la rehabilitación de la carretera a Monteverde, desde la carretera interamericana, es claro que no se realizó una evaluación detallada de los sitios más susceptibles a eventos de desastre como deslizamientos y flujos y, por tanto, tampoco se planificaron obras para estabilizar dichos sitios. Solo se hicieron obras en la superficie asfáltica y algunas obras de estabilización que no son suficientes.

Buscando soluciones duraderas: es claro que las vías antiguas del país requieren mejoras sustanciales y profundas que atiendan las zonas de menor geoaptitud (identificados por medio de estudios técnicos detallados) con obras rectificativas que incluirían la ampliación del derecho de vía o el desarrollo de un nuevo trazado en los casos más extremos. También es muy claro que estas obras requieren de una inversión significativa, lo cual no es sencillo dada la capacidad de endeudamiento que tiene el país. 

En muchos casos sería necesario trasladar parte de los costos de las obras de aumento de resiliencia de las vías nacionales, por medio del cobro de peajes con montos razonables cuyos recursos se inviertan directamente en el mejoramiento de vía. Solo así se podrá avanzar hacia el objetivo de contar con obras más resilientes y seguras.

Mientras tanto, es indispensable que por medio de detallados estudios técnicos de Geoaptitud se definan las áreas más susceptibles a eventos y se creen sistemas de alerta temprana y de advertencia, sobretodo vinculados a situación hidrometeorológica para poder realizar acciones de prevención como cierre de vías con el debido criterio técnico. 

Recordando, claro está, que estas medidas deben ser temporales, mientras se realizan mejoras en la vía. Vía que sigue siendo muy susceptible a eventos sísmicos fuertes que, a diferencia de los eventos climáticos no son previsibles y, por tanto, pueden ser peligrosos por el grado de destrucción que pueden provocar.

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