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Ley de Resiliencia contra Desastres

Para casi todos es claro que la frecuencia con que se presentan los desastres, como consecuencia de los efectos del Cambio Climático (sequías, incendios forestales, lluvias intensas, inundaciones y flujos, entre otros) o de los GeoRiesgos (terremotos, sismos, fallas geológicas, deslizamientos, hundimientos, actividad volcánica, tsunamis en costas, entre otros) se están incrementando de forma notable. Su crecimiento en número y daños a la infraestructura empieza a tener una tendencia exponencial.

Hay regiones en el mundo más vulnerables que otras. Centroamérica es un muy buen ejemplo de ello, pues además de que se encuentra en una zona con un fuerte choque de placas tectónicas que provoca frecuentes terremotos y actividad volcánica, así como otros georiesgos, también, es una de las zonas del mundo más vulnerables al Cambio Climático.

Así las cosas, el futuro cercano y de mediano plazo, se nos presenta como un enorme reto, en el sentido de aumentar la Resiliencia Humana y de Infraestructura y, además, garantizar el progreso y sustentabilidad del desarrollo socioeconómico. Es claro que ese futuro no lo podemos enfrentar con improvisación, solo reaccionando ante la emergencia de un desastre que ya está ocurriendo y esperando que “Dios nos proteja”, pues para los que son creyentes, bien se sabe que Dios ayuda de muchas formas y una de ellas es usando las herramientas para que hagamos algo.

Resiliencia: en varios de nuestros escritos previos hemos explicado su significado (ver: este link). En breve, significa nuestra capacidad para resistir el embate de un evento y de sobreponernos al mismo. Como cuando un árbol es afectado por un fuerte e intenso vendaval y que logra sobrevivir al mismo y seguir adelante recuperando, poco a poco, las ramas y las hojas perdidas.
A diferencia del árbol, los seres humanos tenemos la capacidad y la tecnología para saber, de forma bastante aproximada, donde pueden ocurrir los desastres y por eso, podemos planificar y tomar medidas para aumentar la Resiliencia.

El 90 % de los desastres producidos por efectos del Cambio Climático y los GeoRiesgos pueden ser identificados en mapas de escala detallada antes de que ocurra un desastre. La comparación de esos mapas, particularmente, las zonas calificadas como alta y muy alta amenaza, con las imágenes satelitales donde se presenta infraestructura humana de todo tipo, permite identificar las zonas de alto y muy alto riesgo. Esa información permite empezar a trabajar de forma preventiva, antes de que ocurra el desastre. Se pueden salvar muchas vidas (humanas y de animales) y se puede reponer, al menos en parte, las pérdidas económicas de los bienes materiales que se dañen o sean destruidos por un desastre.

Educación para los desastres: en Japón, donde se tiene una amplia y muy antigua experiencia en el tema de los desastres, se maneja una sabia filosofía sobre como aprender a convivir con el riesgo. Es algo muy importante que los seres humanos, particularmente aquellos que vivimos en zonas muy vulnerables, tenemos que hacer.

El conocimiento de las diferentes tipos de amenazas y sus grados de peligro, como también, saber cómo se detonan y los efectos que pueden producir, no es algo que debe obviarse y dejarse al azar. Es de gran relevancia que toda la gente, desde los niños en las escuelas, conozcan del tema y sepan las formas de protegerse y actuar antes los diferentes tipos de desastres que se pueden presentar. Eso es vital para aumentar la resiliencia y para actuar de forma correcta ante un evento de desastre.

Los medios tecnológicos actuales permiten que este objetivo se pueda alcanzar por muchos medios, incluyendo el uso de aplicaciones bien diseñadas para que informen y permitan a las personas interactuar e investigar de forma amena sobre el tema. Existe todo un vasto abanico de posibilidades.

La clave para su implementación, es obtener información detallada que realmente le sea útil al usuario y su realidad particular y local. La información general sobre zonas muy amplias en condiciones de alerta, aunque útil como dato general, no resuelve el vacío de información a tiempo real que requiere un usuario en una situación particular. La potencia y utilidad de la aplicación se encuentra allí.

La información detallada y apropiada, no solo sirve para formar a las personas sobre las amenazas naturales o antrópicas que los puedan afectar, sino, también, sobre como actuar en el caso de un evento, según elementos básicos de un plan de emergencia local y puntual. Esto es muy importante para salvar vidas por medio de una acción temprana y correcta de tomar decisiones de protección.

Disponer de un plan de evacuación, conocer los sitios seguros hacia donde desplazarse, reconocer los elementos de alerta temprana, contar con un correcto plan de emergencia, poder actuar con criterio sin depender de, a veces, tardías señales de emergencia; son elementos clave de una correcta gestión preventiva del riesgo y de atención de las emergencias. En el ámbito personal, familiar y comunitario.

Seguros: es claro que el objetivo primordial de la acción ante un desastre es salvar la vida. Empero, también la vida depende de que se tengan los medios necesarios para la subsidencia y el progreso. De allí que proteger los bienes materiales también es un elemento muy importante de la gestión preventiva del riesgo.

Esa protección se debe dar por medio de seguros y sus diferentes modalidades: seguros contra desastres basado en criterios paramétricos, reaseguros contra desastres, entre otros elementos. En medio del contexto actual y futuro, este tipo de seguros adquiere una importancia relevante.

Nuestras investigaciones sobre este tema, nos han llevado a concluir que existe la necesidad de desarrollar una importante modernización del sistema de seguros convencional sobre desastres. Se hace necesario cambiar la regla básica de que las construcciones que se encuentran en alto o muy alto riesgo no son sujetas a ser cubiertas por un seguro contra desastres. Con esta regla, se deja desprotegido, precisamente a quien más lo necesita.

También, es de enorme importancia que la sociedad completa adopte una cultura sobre los seguros contra desastres. Es claro que, conforme más usuarios existan, más amplia es la cobertura y los costos de los seguros son más razonables.

La norma se comprende en la lógica de la empresa aseguradora, empero, cuando se consideran elementos tales como el porcentaje de construcciones en alto y muy alto riesgo, el hecho de que no todos los eventos de desastre ocurren al mismo tiempo y que existe la posibilidad de establecer seguros paramétricos basados en estudios de cartografía del riesgo de alto detalle, así como reaseguros regionales, entonces la situación puede tomar, incluso, matices de un buen negocio para todas las partes.

Ley de Resiliencia contra Desastres: en vista de todo lo anterior, y a fin de establecer una base jurídica moderna y definitivamente adaptada a la situación de Crisis Climática y vulnerabilidad a los georiesgos, es urgente trabajar en dicha ley. Desde hace más de dos años, el autor hizo la propuesta a las autoridades del Poder Ejecutivo y la Asamblea Legislativa para empezar a trabajar en un borrador ya redactado sobre la misma. No hubo respuesta positiva en ese momento, más nunca es tarde para corregir el camino.

Los eventos de desastre que ocurren cada vez con más frecuencia nos recuerdan la importancia de emitir una ley que modernice el sistema de seguros contra desastres, brinde más herramientas para la planificación y la prevención y, además, que facilite el aumento de la resiliencia humana y de la infraestructura.

Es claro y evidente que las herramientas de que disponemos en la actualidad no son suficientes y que, de seguir así, la situación va a continuar empeorando. Es de gran relevancia, que desarrollemos un sistema de protección de la población que no solo se limite a atender las necesidades más apremiantes de los damnificados durante la emergencia y que después se dejen a la “buena de Dios” para que tengan que empezar sus vidas nuevamente.

Existen las herramientas para poder hacer que las cosas puedan ser mejores. Solo se requiere de actuar y planificar en las épocas más tranquilas a fin de estar mucho mejor preparados para atender las situaciones durante las crisis de un evento de desastre.

No solo se trata de tener voluntad política, sino, más bien, de tener una clara visión de nuestra realidad inmediata y de lo que se nos viene a futuro. Se trata de una sabia decisión estratégica.

Cuidar y respetar el ambiente, no es suficiente

Una gran mayoría de los seres humanos tenemos una preocupación creciente por la Naturaleza, el ambiente y el Cambio Climático. Por eso, se han acuñado una serie de términos comunes: “debemos cuidar la naturaleza”, “proteger el ambiente”, “sostenibilidad ambiental”, “producción ecológica y respetuosa del ambiente “, y otras muchas más.

Expertos en el uso de estos términos, son los políticos, particularmente en época de elecciones. Lo hacen para que la campaña muestre preocupación por el tema y para que se vea que este tema que preocupa, sobre todo a las generaciones más jóvenes, les sirva para atraerlos como votantes.

También lo utilizan las autoridades, los comunicadores, los educadores, los empresarios y hasta los religiosos. Todos hablan con “cuidar y proteger el ambiente” como si, con mencionarlo, la situación ya estuviera bien atendida y dejara de ser un problema prioritario.

Pero el solo hecho de que usen esos términos es una clara señal de que no se conoce a profundidad la situación real de la Crisis Ecosférica en que nos encontramos. Es una evidencia de que se cree que el asunto se limita al Cambio Climático y que se va arreglar en algún momento de este siglo y que todo va a estar igual o mejor que antes. Que, con solo no usar bolsas plásticas, ni pajillas, ahorrar agua y energía, y separar la basura, ya casi todo está arreglado.

Nada más lejos de la realidad. Necesitamos, todos, poner los pies sobre la tierra y ubicarnos en la gravedad del problema ambiental en que estamos inmersos, pues eso es determinante para poder, de verdad, hacer algo efectivo y revertir la seria situación en la que estamos.

Problemas humanos: son muchos y prácticamente ocupan todo nuestro tiempo. Además, de los personales, escuchamos sobre los temas de desempleo, crisis fiscal, Pandemia y temas de salud en general, asuntos laborales, de economía, de política, de religión, de sucesos de todo tipo, incluyendo los armados, así como todo tipo de dramas humanos y una larga lista adicional que parecen dominar todo nuestro tiempo y nuestra vida, hasta la saturación.

Ante estos bastos y a veces complejos problemas y, casi siempre, negativa y desesperanzadora información, nos sentimos agobiados y fatigados.

Todos, de una u otra manera, hemos sido afectados por la Anhedonia (desasosiego que resulta del estrés prolongado e imprevisible y que nos roba la capacidad de encontrar satisfacción en lo que hacemos). Siendo así, los problemas de tipo ambiental, aunque nos puedan parecer importantes, los vemos como lejanos y no necesariamente prioritarios. Como algo importante, pero que puede esperar.

Problemas planetarios: son toda una gama extensa de problemas que tiene nuestra Ecosfera terrestre y la vida total que allí habita. Se trata de un sistema de vida, continental y marina que se encuentra en una clara y evidente condición de desequilibrio. En medio de un proceso de extinción de especies de todo tipo que cada día se acelera más. Recientemente, se ha informado que las áreas prístinas, vírgenes o inalteradas por el ser humano, apenas representan el 3 % del total de la Ecosfera terrestre. Un número 10 veces menor de lo que se creía. Un dato, verdaderamente preocupante.

Toda la Ecosfera terrestre se encuentra severamente dañada: bosques tropicales y boreales, suelos, acuíferos, arrecifes, biomas continentales y marinos. Muchas especies se extinguen cada día: insectos, aves, reptiles, mamíferos, peces, anfibios. La biodiversidad se ha reducido 60 % desde 1980 hasta hoy. Algo muy grave, pues la vida de los seres humanos, depende de la salud de los ecosistemas. La actual pandemia por Sars Cov 2, así lo ha demostrado. De allí que hablemos de Crisis Ecosférica y no solo de Cambio Climático, pues como hemos señalado, es un grave error solo concentrarse en este último tema.

Como hemos indicado, los daños a la Ecosfera terrestre se han acelerado de forma exponencial durante los últimos dos siglos, de forma paralela con el acelerado crecimiento de la población humana y, en particular, con su nivel de consumo, basado en una economía altamente depredadora de la naturaleza que parte de la premisa de que los recursos de la naturaleza “son suficientes”. Algo absolutamente inconsistente con la realidad de que solo contamos con un planeta Tierra.

Comprender la realidad: aunque los problemas humanos nos absorben el ahora y el futuro y nos parecen ser la totalidad de nuestro mundo humano, tenemos la responsabilidad de comprender que los problemas planetarios son igual o más importantes y que deben ser entendidos.

Esa atención no solo debemos aplicarla por un asunto de benevolencia, todo lo contrario, urge atenderla en la medida de que de eso depende nuestra propia subsistencia. Solo una Naturaleza en equilibrio y sana, puede garantizar el progreso humano y de su economía. Es absolutamente vital comprender eso y tomar medidas efectivas para cambiar el equivocado rumbo que llevan nuestras acciones.

Mirar hacia el lado o ignorar la existencia de una crisis de la vida de la Ecosfera Terrestre solo puede agravar más la situación y, aunque, queda algo de tiempo, apenas y alcanza para empezar a implementar medidas correctivas verdaderamente efectivas.

Estrategia: bajo el contexto señalado, hablar en este momento de “cuidad y respetar la Naturaleza o el Ambiente”, como si con eso ya estuviéramos atendiendo el tema de la Crisis de la Ecosfera Terrestre, no es para nada objetivo. Ya eso no basta. Se ocupa hacer mucho más.

El daño afligido a la Ecosfera terrestre por los seres humanos ha sido local, puntual, ubicuo y, sobretodo, acumulativo. Por esa razón, la única forma de corregir y volver a desarrollar una condición de equilibrio tiene, indefectiblemente, que seguir el camino contrario. Es decir, actuar de forma local y puntual, pero de forma simultánea en todo el planeta. No existen fórmulas mágicas como sembrar miles de millones de árboles. El problema es mucho más complejo. Se requiere restaurar ecosistemas y biodiversidad, en continentes y mares, con especial atención en las regiones tropicales cuya biodiversidad es muy alta y es clave en la estructura de la vida en el planeta.

La vida de la Ecosfera terrestre es resiliente y podrá superar el daño causado por la civilización humana durante los últimos dos siglos. De eso no hay duda por el hecho de que esa vida ha superado muchas extinciones masivas, incluso globales. El problema es que esa recuperación natural de la vida es lenta y tarda al menos miles o decenas de miles de años. Tiempo que la humanidad no tiene. De allí que nuestra principal tarea, como humanidad, debería ser el trabajar intensamente en recuperar el equilibrio de la Ecosfera Terrestre, incluyendo la adaptación y la lucha contra el Cambio Climático. Esto es vital para darle sustentabilidad ambiental a la economía y a la productividad que son estratégicos para sostener la población humana que crece, cada día, con 200 mil habitantes nuevos.

La tarea y la responsabilidad que tenemos es clara: recuperar la biodiversidad de nuestro planeta. Solo así podremos garantizar nuestra propia existencia como humanidad. Yo no se trata de solo respetar y cuidar el ambiente. Eso ya no es suficiente.

Todos podemos hacer algo y esta es una buena noticia. Es algo que debería permitir recuperar la esperanza. Por encima de los agobiantes problemas humanos, debemos poner nuestros esfuerzos en los problemas planetarios, para así motivar nuestra existencia dentro de un objetivo concreto. Es el camino a seguir.

Opinion: Prospects for disasters in Central America and the urgency of effective measures

For this year 2021, a new period of tropical storms and hurricanes is announced less intense than 2020, but above the known average. It is announced that up to 12 tropical phenomena may affect the Central American region. A region that was strongly affected by an intense rainy season in 2020 and in particular by hurricanes Eta and Iota and the “cascading effect” of disasters that end up affecting the entire socioeconomic and environmental system.

 

Climate Change does not only manifest itself with rains, but also with droughts and forest fires, particularly in the Central American Dry Corridor that extends from Chiapas, Mexico to Guanacaste, Costa Rica and  Azuero in Panama. The UN has announced that there is a danger of famine in the rural areas of northern Central America in the coming months. Famine unleashed by the great damages of hurricanes Eta and Iota and by the drought that has been forecast.

 

The effects of climate change not only represent rains and droughts, but also the catalysis of some GeoRisks such as floods and avalanches, as well as landslides that cause great damage to crops, roads, houses and all types of infrastructure (roads and vital lines : electricity, water, sewage). Infrastructure which accelerated frequency of affectation far exceeds the capacity to replace it, finally translating into a socioeconomic decline, with an increase in poverty and, consequently, an increase in immigration to North America.

 

Central America for several years was classified as one of the regions of the world most vulnerable to the effects of Climate Change. This even though its contribution to greenhouse gas emissions does not exceed 0.5% of the total emitted by human activities. And, as if that were not enough, the region presents a very active geological condition because of its origin being directly linked to a strong collision of tectonic plates.

 

As a good open and natural geological textbook, the Central American region presents the entire spectrum of known GeoRisks: earthquakes, volcanism, active geological faults, landslides, floods and avalanches, subsidence and subsidence, tsunamis in coastal areas, among others. Given this, it is urgent to take effective measures, in the short, medium and long term. Measures aimed at applying a correct and effective preventive risk management and aimed at reestablishing and increasing human and infrastructure resilience.

 

Effective actions: within the framework of the Central American and Dominican Republic Integration System (SICA), great efforts continue to be made to improve information on threats and disasters in the region. In this regard, the support of NASA, in the context of the SICA - NASA Joint Declaration signed in April 2019, has served as an effective catalyst to move forward.

 

However, there is still a huge task to be done. One of the biggest problems we face in the region is the lack of detailed information (scale 1: 25,000 or less). Environmental information such as geological, geomorphological, neotectonic, hydrogeological and natural and anthropic hazard mapping, among others is needed. As we have indicated on several occasions in the case of geo-hazards, the effects of climate change and even man-made threats, almost all of them (at least 90% can be found on detailed scale maps). This information is vital for the almost 1,500 municipalities that the SICA region has, to be able to carry out effective preventive risk management and to develop local strategies to increase resilience.

Without a correct location of the threat source, it is not possible to carry out an effective risk management: establishment of technological measures to increase the resilience of the infrastructure and the education of people on key issues, such as the development of an adequate local emergency plan. This aspect is decisive to save lives in the event of disaster.

 

Risk conditions in urban areas: Central America, for many years, has led the world rates of migration from the countryside to the city. This has caused a large part of the region's population to be concentrated in seven large metropolitan areas: Guatemala, San Salvador, San Pedro Sula, Tegucigalpa, Managua, San José and Panama.

 

Several of these metropolitan areas occur in geologically active areas with very high susceptibility to earthquakes and volcanic activity, or on the other hand, to the effects of floods and areas vulnerable to landslides and even tsunamis, such as the case of Panama City.

 

In the case of urban earthquakes, probabilistic seismic hazard studies indicate that an event of this type could occur during this decade in Guatemala City, San Salvador, Managua and the Greater Metropolitan Area of ​​Costa Rica. Something that would be extremely serious given that in all these cities a high percentage of the population (between 30-60%) is present in conditions of unstable slopes and, therefore, highly susceptible to landslides triggered by earthquakes.

 

As an example, only in the metropolitan area of ​​Costa Rica, the environmental studies coordinated by the author indicate that there are more than a thousand urbanized areas (with areas greater than 1 hectare) located in high and very high risk sites. This implies more than 30% of the population of the Central Valley of Costa Rica.

 

For their part, the studies coordinated by the author for the northern part of Central America indicate that the percentages of the population at high and very high risk are much higher (Tegucigalpa: 50%, San Pedro Sula: 55%, San Salvador: 40% and Guatemala: 60%), with a clear link between the poorest urbanized areas with the most crowded and most vulnerable.

 

These results show that the population transfer strategy is not useful, except in cases of imminent danger. It is not logical when the population at risk is so high. Hence the importance of establishing the development of technological resilience measures, both for existing and new infrastructure; including an effective, cheap, and massive disaster insurance system.

 

Costs of disasters: disasters related to the effects of Climate Change have an annual frequency in Central America, but with the aggravation that the extent of the damage and its cost increases rapidly each year. They are becoming more and more expensive and are already competing with the growth rate of the countries' economies. Something that in practice stalls development.

 

But there are other disasters that can be devastating, such as a major earthquake or strong volcanic activity in an urban area. The economies of the Central American countries are not prepared for an event of this nature, which, unfortunately, can happen.

 

For this reason, it is urgent to accelerate the process of taking concrete actions in the short, medium, and long term, which should include having detailed cartographic information on preventive risk management to better quantify the situation and establish resilience actions.  This is not only at a regional level, but also locally, for large metropolitan areas and also intermediate cities and, gradually, for all municipalities in the region.

 

Environmental education must comply with the philosophy of understanding and managing risk. As well as the development of effective insurance against disasters, parametric insurance and a strong regional reinsurance against disasters to minimize the great vulnerability that our Central American region has. All this is possible and therefore it is urgent to continue moving in that direction. Only then can we have true human and infrastructure resilience against disasters.

 

Opinión: Perspectivas de desastres en Centroamérica y urgencia de medidas efectivas

Para este año 2021 se anuncia un nuevo periodo de tormentas tropicales y huracanes menos intenso que el 2020, pero sobre la media conocida. Se anuncia que hasta 12 fenómenos tropicales podrán afectar la región centroamericana. Una región que quedó fuertemente afectada por un intenso periodo de lluvias del año 2020 y en particular por los huracanas Eta e Iota y el “efecto en cascada” de los desastres que terminan afectando todo el sistema socioeconómico y ambiental.

El Cambio Climático no se manifiesta solamente con lluvias, sino, también, con sequías e incendios forestales, particularmente en el Corredor Seco Centroamericano que se extiende desde Chiapas en México hasta Guanacaste en Costa Rica y en Azuero en Panamá. La ONU ha anunciado que existe peligro de hambruna en las zonas rurales del norte de Centroamérica para los próximos meses. Hambruna desatada por los grandes daños de los huracanes Eta e Iota y por la sequía que se ha pronosticado.

Los efectos del cambio climático no solo representan lluvias y sequías, sino también la catalización de algunos GeoRiesgos como las inundaciones y avalanchas, así como los deslizamientos que provocan grandes daños a cosechas, caminos, casas y todo tipo de infraestructura (vial y de líneas vitales: electricidad, agua, alcantarillado). Infraestructura cuya acelerada periodicidad de afectación supera en mucho la capacidad de reponerla, por lo que al final todo se traduce en un retroceso socioeconómico, con un aumento de la pobreza y, consecuentemente, un incremento de la inmigración hacia Norteamérica.

Centroamérica, desde hace varios años fue calificada como una de las regiones del mundo más vulnerable a los efectos del Cambio Climático. Esto a pesar de que su contribución con emisiones de gases de efecto invernadero no supera ni el 0,5 % del total emitido por las actividades humanas. Y, por si fuera poco, la región presenta una condición geológica muy activa como consecuencia de que su origen se vincula directamente a un fuerte choque de placas tectónicas.

Como buen libro de texto geológico abierto y natural, la región centroamericana presenta todo el espectro de GeoRiesgos que se conocen: terremotos, volcanismo, fallas geológicas activas, deslizamientos, inundaciones y avalanchas, hundimientos y subsidencia, tsunamis en zonas costeras, entre otros. Ante esto, es evidente que urge tomar medidas efectivas, de corto, mediano y largo plazo. Medidas encaminadas a aplicar una correcta y efectiva gestión preventiva del riesgo y direccionada a reestablecer e incrementar la Resiliencia humana y de la infraestructura.

Acciones efectivas: en el marco del Sistema de Integración de Centroamérica y República Dominica (SICA), se siguen haciendo grandes esfuerzos por mejorar la información sobre amenazas y desastres en la región. A este respecto el apoyo de la NASA, en el contexto de la Declaración Conjunta SICA – NASA firmado en abril de 2019 ha servido con un efectivo catalizador para avanzar.

No obstante, todavía hay una enorme tarea por hacer. Uno de los mayores problemas que enfrentamos en la región es la ausencia de información detallada (escala 1:25.000 o menor). Información ambiental como cartografiado geológico, geomorfológico, neotectónico, hidrogeológico y de amenazas naturales y antrópicas, entre otras. Como hemos indicado en varias ocasiones en el caso de los georiesgos, los efectos del cambio climático e incluso de las amenazas antrópicas, casi todas (el 90 % al menos, son localizables en mapas de escala detallada). Esta información es vital para los casi 1.500 municipios que tiene la región del SICA, a fin de poder realizar una efectiva gestión preventiva del riesgo y en desarrollar estrategias locales de aumento de la resiliencia.

Sin una correcta localización de la fuente de amenaza, no es posible realizar una efectiva gestión del riesgo, con el establecimiento de medidas tecnológicas de aumento de la resiliencia de la infraestructura y la educación de las personas en temas clave, como el desarrollo de un adecuado plan de emergencia local. Este aspecto es determinante para salvar vidas ante eventos de desastre.

Condiciones de riesgo de zonas urbanas: Centroamérica, durante muchos años, ha liderado las tasas mundiales de migración del campo a la ciudad. Esto ha provocado que gran parte de la población de la región se encuentre concentrada en siete grandes áreas metropolitanas: Guatemala, San Salvador, San Pedro Sula, Tegucigalpa, Managua, San José y Panamá.

Varias de esas áreas metropolitanas se presentan en zonas geológicamente activas y de muy alta susceptibilidad a terremotos y actividad volcánica o, en su defecto, a efectos de inundaciones y zonas vulnerables a deslizamientos e, incluso, tsunamis como el caso de Ciudad Panamá.

En el caso de terremotos urbanos, los estudios probabilísticos de amenaza sísmica señalan que podría darse un evento de este tipo, durante esta década, en Ciudad Guatemala, San Salvador, Managua y la Gran Área Metropolitana de Costa Rica. Algo que resultaría sumamente serio dado que en todas estas ciudades se presenta un porcentaje alto de la población (entre el 30 – 60 %) en condiciones de laderas inestables y, por tanto, altamente susceptibles a deslizamientos detonados por terremotos.

A modo de ejemplo, solo en el área metropolitana de Costa Rica, los estudios ambientales coordinados por el autor indican que existen más de mil zonas urbanizadas (con áreas mayores a 1 hectárea) localizadas en sitios de alto y muy alto riesgo. Esto implica más del 30 % de la población del Valle Central de Costa Rica.

Por su parte, los estudios coordinados por el autor para la zona norte de Centroamérica indican que los porcentajes de población en alto y muy alto riesgo son mucho mayores (Tegucigalpa: 50 %, San Pedro Sula: 55 %, San Salvador: 40 % y Guatemala: 60 %), existiendo un claro vínculo entre las zonas urbanizadas más pobres con las más hacinadas y mas vulnerables.

Estos resultados dejan ver que la estrategia de traslado de población no resulta útil, salvo casos de peligro inminente. No resulta lógico cuando la población en riesgo es tan alta. De allí la importancia de establecer el desarrollo de medidas tecnológicas de resiliencia, tanto para la infraestructura existente como la nueva; incluyendo un efectivo, barato y masivo sistema de seguro contra desastres.

Costos de los desastres: los desastres vinculados a los efectos del Cambio Climático tienen una frecuencia anual en Centroamérica, pero con el agravante de que la extensión de los daños y su costo se incrementa rápidamente cada año. Cada vez son más costosos y ya compiten con el porcentaje de crecimiento de la economía de los países. Algo que en la práctica estanca el desarrollo.

Pero hay otros desastres que pueden ser devastadores, como un gran terremoto o una fuerte actividad volcánica en una zona urbana. Las economías de los países de Centroamérica no están preparadas para un evento de esa naturaleza que, desafortunadamente, si puede suceder.

Por esa razón, urge acelerar el proceso de toma de acciones concretas de corto, mediano y largo plazo, entre las que se debe incluir el contar con una detallada información cartográfica de gestión preventiva del riesgo que permita cuantificar mejor la situación y establecer acciones de resiliencia. Esto no solo en un ámbito regional, sino también local, para las grandes áreas metropolitanas y también las ciudades intermedias y, gradualmente, para todos los municipios de la región.

La educación ambiental debe cumplir la filosofía de comprender y gestionar el riesgo. A ello se debe sumar el desarrollo de efectivos seguros contra desastres, seguros paramétricos y un fuerte reaseguro regional contra desastres para minimizar la gran vulnerabilidad que tiene nuestra región centroamericana. Todo esto es posible y por ello urge seguir avanzando en esa dirección. Solo así podremos tener una verdadera resiliencia humana y de infraestructura contra desastres.

Opinión: Vacunas contra el SARS COV 2 y la desigualdad humana

Para casi todos es conocida la forma en que se han desarrollo las diferentes vacunas que han surgido para atender la situación de la Pandemia provocada por el SARS COV 2. Los países ricos, dado su claro poder económico y tecnológico, se han convertido en la prioridad para el uso de la vacuna y la inmunización de su población. Es muy probable, que, salvo algunas excepciones, la mayoría de los países localizados en el hemisferio norte ya para el verano del 2021 o hacia finales del año, alcancen su inmunidad de rebaño. Mientras tanto, en el resto del mundo, conformado por los países pobres, también con algunas excepciones, la crisis de salud se mantendrá y pasará al año 2022, o más, debido a la tardanza en la aplicación de las vacunas, en razón de limitada capacidad económica y tecnológica.

Nuevamente se pone de manifiesto la desigualdad humana que caracteriza nuestra realidad mundial actual. Algunos pueden decir que es egoísmo, falta de solidaridad o simplemente la aplicación del principio de supervivencia. Otros podrían decir que es simplemente un asunto de éxito, de capacidad productiva y perseverancia humana por parte de los países ricos que hoy tienen ese privilegio. Pueden esbozarse cientos de explicaciones de ambos lados de la realidad, más, sin embargo, el hecho es real: existe una clara y evidente desigualdad humana.

Crisis ecosférica: esto que sucede con las vacunas podemos usarlo de referencia como un precursor de lo que puede suceder en el futuro, con un tema diferente: la Crisis Ecosférica. Como parte de esta crisis, se incluye, en primer lugar, el Cambio Climático y sus efectos. Empero, también se incluyen otra serie de factores ambientales independientes del tema climático y que encuentran explicación en el exponencial crecimiento de la población humana y, en particular, por las tasas de consumismo intensamente alto de los países más ricos, que supera en mucho, la capacidad del planeta entero.

Como hemos señalado, la Ecosfera terrestre cubre esa delgada capa planetaria donde se alberga la vida y que cubre la biosfera, la atmósfera, la hidrosfera y la parte más superior de la corteza terrestre y sus interacciones. Es una delgada capa donde se originó la vida hace casi 4 mil millones de años y que ha sobrevivido a varias grandes extinciones masivas. En la última de ellas nos encontramos y ha sido originada por la humanidad (durante el denominado Antropoceno).

La Ecosfera terrestre es frágil, pero también muy resiliente y la vida siempre ha logrado seguir adelante. El problema para la humanidad es que esa recuperación se da en miles o cientos de miles de años. Algo que supera por mucho los tiempos humanos.

Los daños a la Ecosfera terrestre son muy evidentes: se han degradado casi dos tercios de los suelos fértiles del mundo, nuestra principal fuente de alimento; los bosques tropicales se han reducido a la mitad y siguen reduciéndose aceleradamente, los bosques boreales también se están perdiendo por la contaminación, la biodiversidad se ha reducido a casi un tercio en los últimos 40 años, los océanos están sobreexplotados y contaminados y están reduciendo notablemente su potencial para producir alimentos. Además, los efectos del Cambio Climático catalizan estos efectos cada vez más.

Aunque la situación actual nos da la impresión de que no está “tan mal”, la verdad es que nos encontramos en un estado crítico de daño a la vida de la Ecosfera terrestre y muy cerca de un umbral crítico que establece el denominado punto de no retorno.

Punto de no retorno: en términos sencillos este punto, o límite temporal, representa el momento en que la resiliencia y la capacidad de recuperación de la vida de la Ecosfera terrestre y de sus diferentes factores (biodiversidad, suelos fértiles, aguas limpias, océanos sanos, bosques tropicales y boreales sanos, calidad del aire, y en general, las fuentes de los recursos para sustentar la economía y el desarrollo de la población humana) perderán la capacidad para sostener los crecientes requerimientos de la humanidad.

Cada factor tiene su limite de no retorno, empero cada vez hay más coincidencia, en la comunidad científica, de que al ritmo en que seguimos extrayendo y explotamos los recursos de la Ecosfera terrestre, dicho limite se encuentra cercano al año 2030. Por eso, resulta paradójico que, en tema de Cambio Climático, se hayan establecido límites de descarbonización para todo el siglo XXI, con metas hasta el 2,100 (cuando ya los recursos de combustibles fósiles se hayan agotado por completo…).

Decimos que es paradójico, pues si dichos limites no se hubieran limitado solamente al tema climático, sino a la Crisis Ecosférica, es claro que los mismos debieron haberse programado con una línea de tiempo muy, pero muy diferente. Incluso, haber dado esas expectativas a la población mundial y presentar el Cambio Climático como el principal (y casi único) problema global es posiblemente uno de los mayores errores que se han cometido en los últimos años, en el campo internacional.

Desigualdad humana y crisis ecosférica: de no empezar a realizar acciones correctivas rápidas de alcance global, pero de aplicación local, los efectos de la crisis ecosférica, junto con los del Cambio Climático, seguirán su avance hacia los puntos de no retorno para sus diferentes factores y hacia un punto de no retorno global. La economía global depende de que no se llegue a este punto de inflexión.

Se trata de la materialización del denominado efecto exponencial, conocido desde hace mucho y el cual, parece que nuestros economistas y planificadores parecen ignorar o simplemente obviar como una realidad “lejana” que les tocará a otros resolver. Algo que por los tiempos en que nos encontramos, también es un enorme y gravísimo error de visión estratégica y práctica.

Si nos apegamos a las tendencias mundiales del deterioro de los factores ambientales en medio de las Crisis Ecosférica, los primeros países que van a ser afectados por sus consecuencias, serán, nuevamente, los países más pobres. Los países ricos, aunque posiblemente tengan la mayor cuota de responsabilidad en dicha crisis ecosférica, por su nivel de consumo, posiblemente serán los más resilientes y podrán mitigar o ralentizar de alguna forma los primeros graves y dañinos efectos.

En esta perspectiva de crisis futura, como la Pandemia, lo que ha sucedido con las vacunas es un claro precursor. Los países ricos se colocarán como la prioridad en el plan de supervivencia, por encima de los países pobres. Y precisamente por eso, es que urge tomar acciones desde ya, para evitar alcanzar una situación de ese tipo, cuyas consecuencias podrían llegar a ser muchas veces más graves y devastadoras que la actual Pandemia por SARS COV 2.
Acciones efectivas y mitigativas: a pesar del avance en el deterioro del estado de salud de la vida de la Ecosfera Terrestre, todavía es posible iniciar la aplicación de acciones correctivas efectivas encaminadas a la ralentización del punto de no retorno, incluyendo el del Cambio Climático.

Se requieren acciones locales y sistemáticas, pero de alcance global. No se trata solamente de tomar acuerdos mundiales y fijar lineamientos. Ya tenemos tres alertas mundiales de la ONU, sin que se noten cambios. Eso no es suficiente. Los daños a la Ecosfera se han dado de forma puntual, a escala detallada y de forma acumulativa por más de dos siglos, de allí que, la reparación de esos daños y la mejora de la salud ambiental también se tiene que dar de esa misma forma, pero acelerada.

Los medios tecnológicos existentes permiten que sea posible iniciar esta tarea lo antes posible y con efectos de alcance global. No obstante, la primera gran tarea todavía falta por lograrse: tomar conciencia clara de lo que hay que hacer y de como hacerlo. En esto, las nuevas generaciones de este siglo juegan un papel fundamental para evitar las graves consecuencias de la Crisis Ecosférica. Todos podemos incidir en la solución y en evitar que lleguemos a puntos críticos. Es nuestra responsabilidad.