georiesgos

Planificación urbana y la des-planificación ambiental del territorio en Costa Rica

Uno de los mayores problemas ambientales que afecta a Costa Rica y a otros muchos países es la ausencia de una correcta y efectiva planificación estratégica, incluyendo como parte de esta, el ordenamiento y la planificación territorial.

Hemos señalado en nuestros escritos previos (ver: www.allan-astorga.com) que esta es la herramienta fundamental para combatir el Cambio Climático y el deterioro de la Ecosfera terrestre. Además, es vital para la sobrevivencia humana y para garantizar el progreso de su economía con una verdadera sustentabilidad ambiental.

Planificación urbana: este tema, por su parte, es un asunto completamente diferente. Aunque originalmente se planteó de una forma disímil, se convirtió en una forma humanamente egoísta y avariciosa de ordenar y planificar el territorio con fines depredadores por parte de la actividad inmobiliaria y constructiva. Es decir, un desarrollo sin sustentabilidad ambiental real.

En Costa Rica se hace planificación urbana desde hace más de medio siglo. Los resultados están a la vista.

Situación del país: en la Gran Área Metropolitana (GAM) se han urbanizado y se siguen urbanizando las laderas de las montañas del sur y de norte del Valle Central. Esto, a pesar de que se trata de zonas de graves riesgos geológicos (terremotos, laderas inestables, fallas geológicas activas) y susceptibles a graves efectos del Cambio Climático (deslizamientos, inundaciones y flujos sedimentarios).

Cuando se advirtió eso, hace más de 10 años, con los estudios del PRUGAM (Plan regional urbano de la GAM), la presión de los sectores inmobiliarios y de construcción llevó a que el INVU no aprobara el PRUGAM a pesar de que había obtenido la aprobación ambiental por parte de la SETENA.

Se generó así un gran daño a la población de la GAM. Todo para que los intereses del sector inmobiliario y de la construcción se mantuvieran con sus objetivos de siempre.

La misma situación ocurre en todo el país. Incluyendo las llamadas ciudades intermedias como San Isidro de Pérez Zeledón, Ciudad Quesada, Turrialba, Limón, Guápiles, Gran Puntarenas y Liberia. Y también en los centros urbanos más pequeños la situación es muy similar.

Solo en la GAM, para el año 2008, identificamos más de 1.000 zonas críticas de construcciones en condiciones de alto y muy alto riesgo. Lugares como La Trinidad de Moravia, la urbanización Valladolid en Desamparados y la misma Quebrada Lajas de Escazú, donde un deslizamiento y el desarrollo de un flujo provocó la muerte de 24 personas incluyendo a cuatro niños.

Algo que pudo haberse evitado si los intereses económicos no fueran la única prioridad de la planificación urbana.

Condición de riesgo: la situación de peligro ante desastres de las construcciones en la GAM se ha agravado aún más en la última década. Ya para el 2008 nuestros estudios señalaban que cerca del 25 – 30 % de todas las edificaciones se encontraban en esas condiciones de alto y muy alto riesgo. Algo que ha subido en al menos un 10 % más en últimos 14 años.

Las construcciones se han seguido desarrollando en sitios no aptos. Con la enorme gravedad de hacer que las personas adquieran costosas y eternas (y heredables) hipotecas para adquirir una casa cuya seguridad es muy dudosa y que, en el caso de un evento de desastre que la afecte, haciéndola inhabitable, tendrán que seguir pagando a los bancos.

Bancos que ya le han cancelado a los inmobiliarios y los constructores quienes no se considerarán, salvo en raras excepciones, responsables de los daños y las consecuencias de esos desastres. Una clara muestra de los verdaderos intereses de esos sectores.


Interés económico predominante: intereses que ahora, nuevamente, van a hacer retroceder al país más de 25 años, restaurando por completo la planificación urbana de alto interés económico y enterrando el avance que había dado el país en materia de ordenamiento ambiental del territorio.
A tal grado de extremo cinismo ha llegado la posición de quienes defienden esos retrógrados intereses económicos de los sectores inmobiliarios y de construcción que lograron engañar a los magistrados de la Sala Constitucional. Les dijeron la mentira de que no había planes reguladores debido a la existencia de la metodología para introducir de la variable ambiental en los planes reguladores, vigente desde el 2006.

Algo absolutamente falso, pues mientras que la SETENA otorgó más de 45 viabilidades ambientales desde el 2006 a sendos planes de ordenamiento territorial, el INVU solo logró aprobar 7 planes reguladores, cuatro de ellos generados por el PRUGAM para los cantones de Paraíso, Oreamuno, El Guarco y Cartago. La evidencia es contundente.

Desde que se publicó el Decreto Ejecutivo 32967 – MINAE y, especialmente, desde que se otorgó la viabilidad ambiental al PRUGAM, hemos dado una desigual lucha contra esos intereses económicos por mantener en vigencia el Ordenamiento Ambiental y la Planificación Territorial. Sin embargo, ahora parece que los sectores inmobiliarios y de construcción han ganado.

Un nuevo decreto ejecutivo será publicado para instaurar una metodología que sustituya la de los índices de Fragilidad Ambiental (IFA). Y aunque, en dicha metodología, se hable del tema ambiental y del Cambio Climático, la verdad es que se está restaurando, nuevamente, la simple planificación urbana para satisfacer los intereses de los inmobiliarios y los constructores. A este respecto llama mucho la atención el papel que ha jugado el Ministerio de Vivienda y Asentamientos Humanos (MIVAH) y no así, del Ministerio de Ambiente y Energía. Algo que nos debería llamar la atención de por dónde va el interés con esta metodología sustitutiva.

Tutela constitucional de protección del ambiente: la metodología sustitutiva es tan permisiva que, si los cráteres de los volcanes no fueran parques nacionales, posiblemente serían urbanizados.

La situación señalada deja en un lugar muy incómodo a los gobiernos locales y sus comunidades, sobre todo aquellos que tienen mayor conciencia por la protección del ambiente y los recursos naturales. Ahora, como sustituto de los reglamentos urbanos del INVU y que siguen la línea del “desarrollo urbano” a mansalva, tendrán planes reguladores al gusto de los intereses de los sectores inmobiliarios y de la construcción. Es decir, prácticamente se quedan sin alternativa, salvo que, por autonomía municipal, fijen sus propios lineamientos según lo permite la Ley de Planificación Urbana.

Los planes reguladores serán prácticamente impuestos, según una metodología de integración de la variable ambiental que, a todas luces, desprotege el ambiente y favorece un desarrollo urbano basado en la especulación inmobiliaria y el desarrollo indiscriminado de construcciones donde “exista más plusvalía” y, no necesariamente, menor fragilidad ambiental.

Sobre este asunto, el autor escribió, en noviembre del 2021, a todas las municipalidades del país para llamar la atención sobre lo que estaba sucediendo y explicando la gravedad que implica el cambiar la metodología de integración de la variable ambiental en los planes reguladores. Al respecto, es de gran importancia que los ciudadanos y sus gobiernos locales reflexionen sobre el futuro de su cantón o distrito y equiparen el derecho de la naturaleza al de las comunidades. No hacerlo representa sacrificar el futuro de su hogar común.

Decepcionante paradoja: llama poderosamente la atención que una administración de gobierno que se ha ufanado de ser protectora del ambiente venga ahora, precisamente, al final de su gestión ha lograr una acción tan decepcionante y desafortunada. Algo por lo cual será recordada para siempre, incluso por las generaciones futuras.

Y resulta paradójica en la medida de que, como hemos señalado insistentemente, la forma de salvar y ayudar a la vida de la Ecosfera terrestre y a luchar, de forma seria, contra el Cambio Climático, es el Ordenamiento y la Planificación Ambiental del Territorio. Sin este proceso, debidamente bien realizado, no se va a lograr ralentizar o revertir el desastre que se aproxima.

Oportunidad de modernización total: pese a eso, y en medio del desastre, se abre una oportunidad de cambiar ese grosero error y cambiar todo el sistema imperante, para, no solo, reestablecer el Ordenamiento y la Planificación Ambiental del Territorio de forma correcta, sino, también, para agilizar e impulsar el desarrollo socioeconómico sustentable de nuestro país. Se trata de un tema de gran visión y de inteligencia, características que, desafortunadamente, las autoridades que pronto se van, parecen tener una seria limitación.


Ley de Resiliencia contra Desastres

Para casi todos es claro que la frecuencia con que se presentan los desastres, como consecuencia de los efectos del Cambio Climático (sequías, incendios forestales, lluvias intensas, inundaciones y flujos, entre otros) o de los GeoRiesgos (terremotos, sismos, fallas geológicas, deslizamientos, hundimientos, actividad volcánica, tsunamis en costas, entre otros) se están incrementando de forma notable. Su crecimiento en número y daños a la infraestructura empieza a tener una tendencia exponencial.

Hay regiones en el mundo más vulnerables que otras. Centroamérica es un muy buen ejemplo de ello, pues además de que se encuentra en una zona con un fuerte choque de placas tectónicas que provoca frecuentes terremotos y actividad volcánica, así como otros georiesgos, también, es una de las zonas del mundo más vulnerables al Cambio Climático.

Así las cosas, el futuro cercano y de mediano plazo, se nos presenta como un enorme reto, en el sentido de aumentar la Resiliencia Humana y de Infraestructura y, además, garantizar el progreso y sustentabilidad del desarrollo socioeconómico. Es claro que ese futuro no lo podemos enfrentar con improvisación, solo reaccionando ante la emergencia de un desastre que ya está ocurriendo y esperando que “Dios nos proteja”, pues para los que son creyentes, bien se sabe que Dios ayuda de muchas formas y una de ellas es usando las herramientas para que hagamos algo.

Resiliencia: en varios de nuestros escritos previos hemos explicado su significado (ver: este link). En breve, significa nuestra capacidad para resistir el embate de un evento y de sobreponernos al mismo. Como cuando un árbol es afectado por un fuerte e intenso vendaval y que logra sobrevivir al mismo y seguir adelante recuperando, poco a poco, las ramas y las hojas perdidas.
A diferencia del árbol, los seres humanos tenemos la capacidad y la tecnología para saber, de forma bastante aproximada, donde pueden ocurrir los desastres y por eso, podemos planificar y tomar medidas para aumentar la Resiliencia.

El 90 % de los desastres producidos por efectos del Cambio Climático y los GeoRiesgos pueden ser identificados en mapas de escala detallada antes de que ocurra un desastre. La comparación de esos mapas, particularmente, las zonas calificadas como alta y muy alta amenaza, con las imágenes satelitales donde se presenta infraestructura humana de todo tipo, permite identificar las zonas de alto y muy alto riesgo. Esa información permite empezar a trabajar de forma preventiva, antes de que ocurra el desastre. Se pueden salvar muchas vidas (humanas y de animales) y se puede reponer, al menos en parte, las pérdidas económicas de los bienes materiales que se dañen o sean destruidos por un desastre.

Educación para los desastres: en Japón, donde se tiene una amplia y muy antigua experiencia en el tema de los desastres, se maneja una sabia filosofía sobre como aprender a convivir con el riesgo. Es algo muy importante que los seres humanos, particularmente aquellos que vivimos en zonas muy vulnerables, tenemos que hacer.

El conocimiento de las diferentes tipos de amenazas y sus grados de peligro, como también, saber cómo se detonan y los efectos que pueden producir, no es algo que debe obviarse y dejarse al azar. Es de gran relevancia que toda la gente, desde los niños en las escuelas, conozcan del tema y sepan las formas de protegerse y actuar antes los diferentes tipos de desastres que se pueden presentar. Eso es vital para aumentar la resiliencia y para actuar de forma correcta ante un evento de desastre.

Los medios tecnológicos actuales permiten que este objetivo se pueda alcanzar por muchos medios, incluyendo el uso de aplicaciones bien diseñadas para que informen y permitan a las personas interactuar e investigar de forma amena sobre el tema. Existe todo un vasto abanico de posibilidades.

La clave para su implementación, es obtener información detallada que realmente le sea útil al usuario y su realidad particular y local. La información general sobre zonas muy amplias en condiciones de alerta, aunque útil como dato general, no resuelve el vacío de información a tiempo real que requiere un usuario en una situación particular. La potencia y utilidad de la aplicación se encuentra allí.

La información detallada y apropiada, no solo sirve para formar a las personas sobre las amenazas naturales o antrópicas que los puedan afectar, sino, también, sobre como actuar en el caso de un evento, según elementos básicos de un plan de emergencia local y puntual. Esto es muy importante para salvar vidas por medio de una acción temprana y correcta de tomar decisiones de protección.

Disponer de un plan de evacuación, conocer los sitios seguros hacia donde desplazarse, reconocer los elementos de alerta temprana, contar con un correcto plan de emergencia, poder actuar con criterio sin depender de, a veces, tardías señales de emergencia; son elementos clave de una correcta gestión preventiva del riesgo y de atención de las emergencias. En el ámbito personal, familiar y comunitario.

Seguros: es claro que el objetivo primordial de la acción ante un desastre es salvar la vida. Empero, también la vida depende de que se tengan los medios necesarios para la subsidencia y el progreso. De allí que proteger los bienes materiales también es un elemento muy importante de la gestión preventiva del riesgo.

Esa protección se debe dar por medio de seguros y sus diferentes modalidades: seguros contra desastres basado en criterios paramétricos, reaseguros contra desastres, entre otros elementos. En medio del contexto actual y futuro, este tipo de seguros adquiere una importancia relevante.

Nuestras investigaciones sobre este tema, nos han llevado a concluir que existe la necesidad de desarrollar una importante modernización del sistema de seguros convencional sobre desastres. Se hace necesario cambiar la regla básica de que las construcciones que se encuentran en alto o muy alto riesgo no son sujetas a ser cubiertas por un seguro contra desastres. Con esta regla, se deja desprotegido, precisamente a quien más lo necesita.

También, es de enorme importancia que la sociedad completa adopte una cultura sobre los seguros contra desastres. Es claro que, conforme más usuarios existan, más amplia es la cobertura y los costos de los seguros son más razonables.

La norma se comprende en la lógica de la empresa aseguradora, empero, cuando se consideran elementos tales como el porcentaje de construcciones en alto y muy alto riesgo, el hecho de que no todos los eventos de desastre ocurren al mismo tiempo y que existe la posibilidad de establecer seguros paramétricos basados en estudios de cartografía del riesgo de alto detalle, así como reaseguros regionales, entonces la situación puede tomar, incluso, matices de un buen negocio para todas las partes.

Ley de Resiliencia contra Desastres: en vista de todo lo anterior, y a fin de establecer una base jurídica moderna y definitivamente adaptada a la situación de Crisis Climática y vulnerabilidad a los georiesgos, es urgente trabajar en dicha ley. Desde hace más de dos años, el autor hizo la propuesta a las autoridades del Poder Ejecutivo y la Asamblea Legislativa para empezar a trabajar en un borrador ya redactado sobre la misma. No hubo respuesta positiva en ese momento, más nunca es tarde para corregir el camino.

Los eventos de desastre que ocurren cada vez con más frecuencia nos recuerdan la importancia de emitir una ley que modernice el sistema de seguros contra desastres, brinde más herramientas para la planificación y la prevención y, además, que facilite el aumento de la resiliencia humana y de la infraestructura.

Es claro y evidente que las herramientas de que disponemos en la actualidad no son suficientes y que, de seguir así, la situación va a continuar empeorando. Es de gran relevancia, que desarrollemos un sistema de protección de la población que no solo se limite a atender las necesidades más apremiantes de los damnificados durante la emergencia y que después se dejen a la “buena de Dios” para que tengan que empezar sus vidas nuevamente.

Existen las herramientas para poder hacer que las cosas puedan ser mejores. Solo se requiere de actuar y planificar en las épocas más tranquilas a fin de estar mucho mejor preparados para atender las situaciones durante las crisis de un evento de desastre.

No solo se trata de tener voluntad política, sino, más bien, de tener una clara visión de nuestra realidad inmediata y de lo que se nos viene a futuro. Se trata de una sabia decisión estratégica.

Opinión: Perspectivas de desastres en Centroamérica y urgencia de medidas efectivas

Para este año 2021 se anuncia un nuevo periodo de tormentas tropicales y huracanes menos intenso que el 2020, pero sobre la media conocida. Se anuncia que hasta 12 fenómenos tropicales podrán afectar la región centroamericana. Una región que quedó fuertemente afectada por un intenso periodo de lluvias del año 2020 y en particular por los huracanas Eta e Iota y el “efecto en cascada” de los desastres que terminan afectando todo el sistema socioeconómico y ambiental.

El Cambio Climático no se manifiesta solamente con lluvias, sino, también, con sequías e incendios forestales, particularmente en el Corredor Seco Centroamericano que se extiende desde Chiapas en México hasta Guanacaste en Costa Rica y en Azuero en Panamá. La ONU ha anunciado que existe peligro de hambruna en las zonas rurales del norte de Centroamérica para los próximos meses. Hambruna desatada por los grandes daños de los huracanes Eta e Iota y por la sequía que se ha pronosticado.

Los efectos del cambio climático no solo representan lluvias y sequías, sino también la catalización de algunos GeoRiesgos como las inundaciones y avalanchas, así como los deslizamientos que provocan grandes daños a cosechas, caminos, casas y todo tipo de infraestructura (vial y de líneas vitales: electricidad, agua, alcantarillado). Infraestructura cuya acelerada periodicidad de afectación supera en mucho la capacidad de reponerla, por lo que al final todo se traduce en un retroceso socioeconómico, con un aumento de la pobreza y, consecuentemente, un incremento de la inmigración hacia Norteamérica.

Centroamérica, desde hace varios años fue calificada como una de las regiones del mundo más vulnerable a los efectos del Cambio Climático. Esto a pesar de que su contribución con emisiones de gases de efecto invernadero no supera ni el 0,5 % del total emitido por las actividades humanas. Y, por si fuera poco, la región presenta una condición geológica muy activa como consecuencia de que su origen se vincula directamente a un fuerte choque de placas tectónicas.

Como buen libro de texto geológico abierto y natural, la región centroamericana presenta todo el espectro de GeoRiesgos que se conocen: terremotos, volcanismo, fallas geológicas activas, deslizamientos, inundaciones y avalanchas, hundimientos y subsidencia, tsunamis en zonas costeras, entre otros. Ante esto, es evidente que urge tomar medidas efectivas, de corto, mediano y largo plazo. Medidas encaminadas a aplicar una correcta y efectiva gestión preventiva del riesgo y direccionada a reestablecer e incrementar la Resiliencia humana y de la infraestructura.

Acciones efectivas: en el marco del Sistema de Integración de Centroamérica y República Dominica (SICA), se siguen haciendo grandes esfuerzos por mejorar la información sobre amenazas y desastres en la región. A este respecto el apoyo de la NASA, en el contexto de la Declaración Conjunta SICA – NASA firmado en abril de 2019 ha servido con un efectivo catalizador para avanzar.

No obstante, todavía hay una enorme tarea por hacer. Uno de los mayores problemas que enfrentamos en la región es la ausencia de información detallada (escala 1:25.000 o menor). Información ambiental como cartografiado geológico, geomorfológico, neotectónico, hidrogeológico y de amenazas naturales y antrópicas, entre otras. Como hemos indicado en varias ocasiones en el caso de los georiesgos, los efectos del cambio climático e incluso de las amenazas antrópicas, casi todas (el 90 % al menos, son localizables en mapas de escala detallada). Esta información es vital para los casi 1.500 municipios que tiene la región del SICA, a fin de poder realizar una efectiva gestión preventiva del riesgo y en desarrollar estrategias locales de aumento de la resiliencia.

Sin una correcta localización de la fuente de amenaza, no es posible realizar una efectiva gestión del riesgo, con el establecimiento de medidas tecnológicas de aumento de la resiliencia de la infraestructura y la educación de las personas en temas clave, como el desarrollo de un adecuado plan de emergencia local. Este aspecto es determinante para salvar vidas ante eventos de desastre.

Condiciones de riesgo de zonas urbanas: Centroamérica, durante muchos años, ha liderado las tasas mundiales de migración del campo a la ciudad. Esto ha provocado que gran parte de la población de la región se encuentre concentrada en siete grandes áreas metropolitanas: Guatemala, San Salvador, San Pedro Sula, Tegucigalpa, Managua, San José y Panamá.

Varias de esas áreas metropolitanas se presentan en zonas geológicamente activas y de muy alta susceptibilidad a terremotos y actividad volcánica o, en su defecto, a efectos de inundaciones y zonas vulnerables a deslizamientos e, incluso, tsunamis como el caso de Ciudad Panamá.

En el caso de terremotos urbanos, los estudios probabilísticos de amenaza sísmica señalan que podría darse un evento de este tipo, durante esta década, en Ciudad Guatemala, San Salvador, Managua y la Gran Área Metropolitana de Costa Rica. Algo que resultaría sumamente serio dado que en todas estas ciudades se presenta un porcentaje alto de la población (entre el 30 – 60 %) en condiciones de laderas inestables y, por tanto, altamente susceptibles a deslizamientos detonados por terremotos.

A modo de ejemplo, solo en el área metropolitana de Costa Rica, los estudios ambientales coordinados por el autor indican que existen más de mil zonas urbanizadas (con áreas mayores a 1 hectárea) localizadas en sitios de alto y muy alto riesgo. Esto implica más del 30 % de la población del Valle Central de Costa Rica.

Por su parte, los estudios coordinados por el autor para la zona norte de Centroamérica indican que los porcentajes de población en alto y muy alto riesgo son mucho mayores (Tegucigalpa: 50 %, San Pedro Sula: 55 %, San Salvador: 40 % y Guatemala: 60 %), existiendo un claro vínculo entre las zonas urbanizadas más pobres con las más hacinadas y mas vulnerables.

Estos resultados dejan ver que la estrategia de traslado de población no resulta útil, salvo casos de peligro inminente. No resulta lógico cuando la población en riesgo es tan alta. De allí la importancia de establecer el desarrollo de medidas tecnológicas de resiliencia, tanto para la infraestructura existente como la nueva; incluyendo un efectivo, barato y masivo sistema de seguro contra desastres.

Costos de los desastres: los desastres vinculados a los efectos del Cambio Climático tienen una frecuencia anual en Centroamérica, pero con el agravante de que la extensión de los daños y su costo se incrementa rápidamente cada año. Cada vez son más costosos y ya compiten con el porcentaje de crecimiento de la economía de los países. Algo que en la práctica estanca el desarrollo.

Pero hay otros desastres que pueden ser devastadores, como un gran terremoto o una fuerte actividad volcánica en una zona urbana. Las economías de los países de Centroamérica no están preparadas para un evento de esa naturaleza que, desafortunadamente, si puede suceder.

Por esa razón, urge acelerar el proceso de toma de acciones concretas de corto, mediano y largo plazo, entre las que se debe incluir el contar con una detallada información cartográfica de gestión preventiva del riesgo que permita cuantificar mejor la situación y establecer acciones de resiliencia. Esto no solo en un ámbito regional, sino también local, para las grandes áreas metropolitanas y también las ciudades intermedias y, gradualmente, para todos los municipios de la región.

La educación ambiental debe cumplir la filosofía de comprender y gestionar el riesgo. A ello se debe sumar el desarrollo de efectivos seguros contra desastres, seguros paramétricos y un fuerte reaseguro regional contra desastres para minimizar la gran vulnerabilidad que tiene nuestra región centroamericana. Todo esto es posible y por ello urge seguir avanzando en esa dirección. Solo así podremos tener una verdadera resiliencia humana y de infraestructura contra desastres.

Solo Centroamérica podrá salvar a Centroamérica

El año 2020, con los severos efectos de la Pandemia provocada por el SAR-COV 2 y la serie de huracanes y tormentas tropicales que afectaron, en pocos meses a Centroamérica, se ha convertido en el año más destructivo, no solo de la infraestructura de la región, sino también de la voluntad de lucha y de sobrevivencia de muchos centroamericanos, en particular, los más pobres de la región, que son lo más.

Con los efectos de la Pandemia, la pobreza en la región se ha incrementado notablemente a más de un 60 % en promedio, es decir que cerca de 30 millones de centroamericanos viven bajo el umbral de pobreza y de la economía informal que depende del casi desaparecido turismo y de lo que los otros centroamericanos, algo más acomodados, también golpeados (en un buen porcentaje) puedan colaborar.

Con una situación así, en el último trimestre del 2020, con los huracanes Eta e Iota, la situación se ha agravado mucho más. Grandes partes de norte de Centroamérica fueron inundadas de forma severa, se han perdido vidas, puentes, carreteras, campos de cultivo, ganado, casas. Enormes áreas han sido severamente afectadas. La gente en albergues no tiene a donde regresar, pues lo que tenía ha desaparecido.

Los impactos de la Pandemia y los efectos severos del Cambio Climático son como una perversa máquina del tiempo. Nos empobrecen como región y nos hacen retroceder 10, 15 y hasta 20 años hacia el pasado, como si todo el esfuerzo socioeconómico de progreso puesto de manifiesto con la construcción de caminos, puentes, instalación de líneas vitales de electricidad y comunicaciones, entre otros, nunca se hubiera dado. Las calles asfaltadas pasan, como por arte de magia a calles de lastre y barro. La comunicación entre los pueblos vuelve a ser larga y complicada. Hasta los sistemas de comunicación de diferente tipo se pierden, incluyendo la “internet”.

Nuestra región centroamericana, ante estos embates de la Naturaleza, lo que hace y espera, es ayuda internacional parar paliar parte de los mayores problemas que enfrenta. No obstante, esta vez, por primera vez en la historia de la región, la situación es diferente. El resto del mundo está atendiendo sus propios problemas generados por la Pandemia. La ayuda llegará a cuenta gotas y no será suficiente. Por eso, decimos que solo Centroamérica será capaz de salvar a Centroamérica.

Cambio de paradigma: la forma en que Centroamérica puede salvar a Centroamérica es realizando un profundo cambio de paradigma en las formas en que salimos de las crisis que cíclicamente tenemos que afrontar. Si observamos nuestro pasado reciente, en todos los países de la región, observamos el mismo patrón: después de un desastre, buscamos algunos recursos y tratamos de resolver las cosas poniendo pequeños parches, reconstruyendo lo dañado y tratando de seguir adelante, pidiendo, “por lo más divino” que la situación no se vuelva a repetir. Es como un volver a iniciar, empezando desde más atrás de cuando estábamos. En condiciones de mayor pobreza, de mayor vulnerabilidad social y ambiental y con mucho menor resiliencia. La peor forma de estar preparados ante un nuevo evento de desastre.

Esa forma de hacer las cosas, solo nos hunde aún más en el subdesarrollo, no solo económico, sino también de educación y cultura. Nuestros niños y jóvenes, nuestro mayor tesoro, nuestro futuro, quedan fuertemente limitados para poder seguir su camino de educación y así, un desastre como un huracán se convierte en una caja de pandora social y cultural para un país que se hunde lentamente en la pobreza social y en el que se abre una profunda brecha de diferencia social, entre los más ricos y los más pobres que genera escenarios dignos del realismo mágico latinoamericano.

Independientemente del tipo de gobierno que administre cada país de la región, de izquierda, de centro o de derecha, la sombra de un retorno al pasado de pobreza de cierne sobre nuestros países con el tamaño de un enorme huracán. Por eso, independientemente del sistema político imperante y por encima de ello, urge hacer un cambio de paradigma.

Ese cambio de paradigma parte de cambiar la forma en que atendemos los desastres. No puede ser que reconstruyamos sobre los lugares de desastre, sin que corrijamos las condiciones de construcción y desarrollemos obras resilientes, así como una población resiliente. Obviar esto es un grave error, en una región que es una de las zonas de planeta mas vulnerables a los efectos del Cambio Climático que no solo se manifiesta con huracanes y tormentas tropicales, sino también con severas sequías que afectan profundamente, y de forma cíclica al Corredor Seco Mesoamericano.

Y mayor error todavía, si además obviamos que también es una región del mundo muy vulnerable a los GeoRiesgos como los terremotos, las erupciones volcánicas, los deslizamientos, los tsunamis en las zonas costeras y otros eventos de desastre asociados a procesos geológicos.

En solo 500 años la región de Centroamérica ha sido afectada por casi 150 terremotos destructivos, muchos de los cuales se localizaron cerca de las grandes capitales de la región. En promedio, ocurre un terremoto destructivo cada 3 años en la región, siendo el último de estos el de Chinchona en Costa Rica en el año 2009. De manera que los GeoRiesgos no pueden dejarse de lado en el nuevo cambio de paradigma que requerimos hacer para saltar hacia el desarrollo, en vez de seguir sumergiéndonos en el subdesarrollo y el des progreso socioeconómico.

Centroamérica y Japón:
 aunque las comparaciones, por lo general, no son buenas, en este caso se hace necesario. Resulta que Japón, es una provincia geológica originada por el choque de placas tectónicas muy similar a Centroamérica. Incluso, Centroamérica es un 30 % más grande y es mucho más rica en recursos naturales que Japón. Ambas regionales son altamente vulnerables a los desastres. No obstante, Japón se encuentra entre los cinco países más ricos del mundo, mientras que Centroamérica, como región no alcanza ni el sexto lugar en América Latina. Nos preguntamos: ¿qué marca la diferencia?

A la tentadora respuesta, para algunos, de que se trata de su gente, les diremos que se equivocan. Centroamérica fue la cuna de una gran civilización (Maya) que se extendió por toda Mesoamérica y que prosperó por siglos mostrando impresionantes avances en la arquitectura, la astronomía, la agricultura, la organización social y su convivencia equilibrada con la naturaleza. Los herederos de esta civilización maya todavía se encuentran en Centroamérica.

La respuesta a la diferencia, es clara, y tiene ver con el hecho de que en Centroamérica No realizamos Planificación Estratégica para el desarrollo. Y no la hacemos, porque no conocemos el potencial que tenemos. Y no conocemos ese potencial, porque no tenemos la información científica de detalle que requerimos. Así de simple. Sin información a la escala destallada (1:25,000 o menos) que sirva de base para la Planificación Estratégica de nuestro desarrollo, jamás saldremos adelante. Jamás.

Y si no salimos adelante por esa vía, nuestros problemas se agravarán, aumentará la pobreza, la degradación del ambiente, los conflictos sociales y políticos, la brecha social y la inmigración hacia otros países en busca de respuestas que la región no pudo darle.

La solución está en nuestras manos, pero primero debemos comprenderla bien. Requerimos de hacer un esfuerzo extraordinario para impulsar un Programa de Intervención para el Desarrollo Sustentable para Centroamérica y República Dominicana como el que se ha planteado al Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE).

En los tiempos en que nos encontramos, bien entrados en el siglo XXI, con el apoyo tecnológico que tiene la región, realizar un Programa de Intervención para lograr el cambio de paradigma en la región, no es tan difícil como se imaginaría y podría generarse en un tiempo más bien corto (dos años como máximo).

A diferencia de otros programas regionales impulsados con antelación, el Programa de Intervención tiene como propósito primordial general información de detalle para la toma de decisiones estratégicas a nivel de gobierno local, sin que la misma no pueda ser también utilizada por otras entidades gubernamentales de lo países. No obstante, se tiene claro que la solución a los numerosos problemas que tiene Centroamérica no se puede dar solo con políticas centralizadas, requiere de la acción puntual y acumulativa a través de los más de mil trescientos gobiernos locales que tiene la región. Esos gobiernos locales requieren información detallada sobre su potencial para planificar su desarrollo sustentable y el progreso de su población.

No hay tiempo que perder y urge empezar a trabajar en el cambio de paradigma. Los años que vienen va a ser más duros que los pasados y solo tenemos una alternativa. No obstante, la crisis en la que estamos también es una gran oportunidad, para corregir errores y cambiar todo para que Centroamérica pueda progresar de forma sustentable y convertirse en un ejemplo para el mundo. Es posible y lo podemos alcanzar.

La meta es que para el 2030, Centroamérica se convierta en una de las regiones más productivas y prósperas del planeta. La clave es cambiar la actitud y la estrategia de desarrollo que tenemos. No es necesario estar esperando “caridad o ayuda” de los otros países: Centroamérica puede salvar a Centroamérica.

Opinión: Construyendo la Resiliencia (humana y natural)

Resiliencia, en psicología, es la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido, un accidente, etc. Por su parte, la Resiliencia natural es el término empleado en ecología de comunidades y ecosistemas para indicar la capacidad de estos de absorber perturbaciones, sin alterar significativamente sus características de estructura y funcionalidad; pudiendo regresar a su estado original una vez que la perturbación ha terminado.

Resiliencia y Riesgo:
 en materia de ordenamiento ambiental del territorio y gestión preventiva del riesgo, para comprender mejor el contexto de la Resiliencia (humana y natural) debe tenerse claro el concepto de Riesgo, el cual, básicamente se relaciona a los conceptos de vulnerabilidad y amenaza.

La vulnerabilidad es la condición intrínseca de ser impactado por un suceso a causa de un conjunto de condiciones y procesos físicos, sociales, económicos y ambientales. Se determina por el grado de exposición y fragilidad de los elementos susceptibles de ser afectados –la población, sus haberes, las actividades de bienes y servicios, el ambiente– y la limitación de su capacidad para recuperarse.

Por su parte, la Amenaza es el Peligro latente representado por la posible ocurrencia de un fenómeno peligroso, de origen natural, tecnológico o provocado por el hombre, capaz de producir efectos adversos en las personas, los bienes, los servicios públicos y el ambiente.

Así el Riesgo se define como la probabilidad de que se presenten pérdidas, daños o consecuencias económicas, sociales o ambientales en un sitio particular y durante un período definido. Se obtiene al relacionar la amenaza con la vulnerabilidad de los elementos expuestos.

Un Desastre es una situación o proceso que se desencadena como resultado de un fenómeno de origen natural, tecnológico o provocado por el hombre que, al encontrar, en una población, condiciones propicias de vulnerabilidad, causa alteraciones intensas en las condiciones normales de funcionamiento de la comunidad, tales como pérdidas de vidas y de salud en la población, destrucción o pérdida de bienes de la colectividad y daños severos al ambiente.

Vemos entonces que los desastres producidos, por ejemplo, por geoamenazas naturales como los terremotos, las erupciones volcánicas o los tsunamis, entre otros; en su defecto los desastres producidos por los efectos del cambio climático (lluvias intensas, deslizamientos, sequías, inundaciones) o de tipo tecnológico (explosiones, incendios, por ejemplo), pueden afectar a las personas y sus bienes, así como a la infraestructura que da calidad de vida (carreteras, red eléctrica, de agua potable, etc.). Decimos entonces que tanto las personas, como la infraestructura sujeta a condiciones de riesgo, en particular, en condiciones de alto y muy alto riesgo a un desastre, requieren fortalecer su Resiliencia.

Resiliencia y desastres:
 como vemos, los desastres ponen a prueba la Resiliencia de las personas y de la infraestructura de una comunidad. En algunos casos, el desastre puede tener tal dimensión, que puede ser devastador y provocar severos daños a la vida de las personas y a la infraestructura. Por eso, para evitar que esa condición extrema llegue a darse, o en caso de que se diera, no provoque esos daños devastadores, se requiere trabajar en Prevención.

La prevención es la acción anticipada para procurar reducir la vulnerabilidad, así como las medidas tomadas para evitar o mitigar los impactos de eventos peligrosos o desastres; por su misma condición, estas acciones o medidas son de interés público y de cumplimiento obligatorio.

En materia de desastres producidos por efectos del cambio climático, la variabilidad climática y los GeoRiesgos, es la Gestión del Riesgo que se define como el proceso mediante el cual se revierten las condiciones de vulnerabilidad de la población, los asentamientos humanos, la infraestructura, así como de las líneas vitales, las actividades productivas de bienes y servicios y el ambiente. Es un modelo sostenible y preventivo, al que se incorporan criterios efectivos de prevención y mitigación de desastres dentro de la planificación territorial, sectorial y socioeconómica, así como a la preparación, atención y recuperación ante las emergencias.

De esta manera una correcta gestión preventiva es una forma efectiva de aumentar la Resiliencia de las personas y de la infraestructura ya existente y que se encuentra en condiciones de riesgo, alto y muy alto.
Por otro lado, realizar un cartografiado a detalle (1:25.000 o menos) de GeoRiesgos, permitiría, por medio de la Planificación Territorial, evitar que más personas y construcciones se puedan ubicar en zonas de riesgo alto y muy alto y, si no fuera posible, al menos se establecerían las medidas preventivas de diseño y educación ambiental para que se dispusiera de mayor resiliencia ante un desastre.

Gestionando la Resiliencia:
 como hemos dicho en otro de nuestros artículos (ver www.allan-astorga.com), debido a la falta de Ordenamiento Ambiental del Territorio y correcta Planificación Territorial, solo en la región del SICA (Centroamérica y República Dominicana) vivimos cerca de 20 millones de personas en condición de alto y muy alto riesgo. Por otro lado, cerca de un 35 % de la infraestructura existente se localiza en zonas de alto y muy alto riesgo. Como vemos, la ocurrencia de un desastre puede costar muchas vidas humanas y costosos daños a la infraestructura.

Ante este panorama, agravado por los crecientes y devastadores efectos del Cambio Climático, la gestión de la Resiliencia debe darse en varias fases. La primera de ellas es la preventiva, con el desarrollo un Reaseguro Regional para la zona del SICA y Seguros Paramétricos para obras de infraestructura existentes. En esta fase, también es indispensable, realizar educación ambiental, con las comunidades y por medio de aplicaciones que usen todos los sistemas de información disponibles para informar, educar y preparar a las personas sobre los tipos de riesgos a que están sometidos y cómo actuar ante un desastre. ¡Esto es indispensable para salvar vidas! De igual forma los sistemas de alerta temprana y la existencia de protocolos de acción elaborados por la misma comunidad con ayuda de autoridades.

En el caso de la ocurrencia de un Desastre, el tema de la atención de las personas es muy importante, en particular los niños, las personas de la tercera edad y los que tengan limitaciones. Los primeros auxilios sicológicos son muy importantes para estabilizar a las personas traumadas por los efectos del desastre. De igual forma, planes de atención a las mascotas resulta una tarea muy importante.

La existencia de un Fondo especial para la atención de desastres es fundamental, para poder hacer inversión rápida en la recuperación de línea vitales (energía, agua, internet, sistema de transporte, abastecimiento de alimentos, etc.). También para ayudar a los afectados para que puedan tener un nuevo principio. Depender de los recursos del Estado, es un problema, pues casi nunca los hay, y el desarrollo económico del país, más bien retrocede.

La restauración de las condiciones a la normalidad en el menor plazo posible es muy importante tarea para que se gane optimismo y se aumente la Resiliencia.

Como podemos ver, construir Resiliencia es una tarea ardua y sistemática. No se trata solo de hacer simulacros. Se trata de educar a saber convivir con el riesgo y a estar preparados y, actuar correctamente, ante un evento de desastre. Es una tarea que debemos emprender lo antes posible.

Allan Astorga Gättgens
Ex Catedrático de Geología Ambiental y Sedimentaria de la Escuela Centroamericana de Geología de la Universidad de Costa Rica. Licenciado en Geología de la Universidad de Costa Rica. Doctor en Ciencias Naturales de la Universidad de Stuttgart, Alemania. Experto en Ordenamiento Ambiental del Territorio y Gestión Preventiva del Riesgo. Colaborador científico del Sistema para la Integración de Centroamérica y República Dominicana (SICA).