¿Hacia dónde “fluye” Costa Rica?

A poco más de un año de que se haya iniciado el proyecto denominado “Costa Rica Fluye” y analizando con detenimiento los resultados mostrados se hace importante hacer algunas observaciones sobre el tema y cuestionarnos hacia dónde fluye nuestro país. Esto, dentro del contexto de lo señalado previamente por el autor  y en particular considerando la grave situación económica que está pasando nuestro país y con ella una gran parte de la población.

Visión de la crisis: como hemos mencionado previamente  la situación de la crisis en que se encuentra nuestro país, antes de la Pandemia y durante la misma es vista de forma muy diferente por la población. Es como si existieran dos Costa Rica.

Para una parte de la población la crisis no parece ser tan significativa. Ello, en razón de que sus ingresos (por salario, pensión o ingresos por negocios no afectados por la Pandemia) no han sido afectados. Por eso, para esa población, la situación no es tan grave y la coyuntura actual es interpretada como “temporal”.

Para otra parte de la población, que no tiene ingreso fijo ni estable (porque está desempleado, trabaja en la informalidad o porque sus negocios son altamente vulnerables a la situación económica), la situación es muy seria y grave, con el agravante de que ya es mucho tiempo acumulado y de que, todavía, no se ve la “luz al final del túnel”.

Siendo así que existe una gran mayoría de la población (al menos la mitad) que está pasando por una situación muy seria y que el mismo Estado tiene, también un problema fiscal muy serio, es claro concluir que el país se encuentra en una situación socioeconómica muy seria y que requiere una solución profunda e integral.
Por tanto, la búsqueda de soluciones para reactivar la economía del país tiene que tener muy claro esa visión de la crisis y plantearse de forma muy seria, crear soluciones realmente proporcionales a la misma.

Es muy importante no crear falsas expectativas. Como, por ejemplo, decir que podemos resolver todos nuestros problemas con la explotación de hidrocarburos o de minería metálica de yacimientos no probados e inexistentes. Hacer eso es altamente contraproducente y puede afectar aún más la gobernabilidad de nuestro país.
Costa Rica fluye: este proyecto tiene como objetivo contribuir con esa reactivación económica del país por medio de un proceso de agilización del trámite de permisos o autorizaciones que se requieren para emprender o desarrollar actividades productivas. Esta financiado, en gran parte, por la Fundación CRUSA y cuenta con un decreto ejecutivo que lo declara de interés público.

El objetivo planteado para el proyecto es clave en la medida de que, como hemos señalado, es de enorme importancia impulsar un acelerado y potente desarrollo socio ambientalmente sustentable para el país.

Costa Rica tiene recursos y potencial para ello. No obstante, el mayor problema que tiene es la tramitomanía (o tramitología) que es tan complicada y llena de requisitos que, es casi imposible, predecir cuanto puede tardar y costar empezar a ejecutar un determinado proyecto de inversión y desarrollo. Lo que se sabe es que no es fácil y que el tiempo se mide en años. Bajo esas condiciones es, prácticamente, imposible impulsar una rápida reactivación productiva del país. De allí la importancia de hacer fluir a Costa Rica.

No obstante, cuando se revisa el detalle del alcance planteado al proyecto referido, no podemos más que decepcionarnos. Resulta que los mismos gestores del proyecto reconocen que en el país hay cerca de 300 procesos de tramites que requieren ser mejorados, pero el proyecto solo va a atender, en dos años, 25 de esos procesos, es decir, un 8 % del total. Una cantidad poco significativa.

De todos esos 300 procesos hay al menos una 50, cuya mejora integral y sustancial es vital. La mayoría de ellos se refiere a temas ambientales en un sentido amplio. No obstante, cuando se revisan los procesos que están siendo atendidos por el proyecto, solamente uno de ellos está siendo gestionado. Se trata del todos los procesos de permisos y autorizaciones técnicas que tiene que emitir el Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados.

Así, desde la perspectiva del Proyecto Costa Rica “fluye” se requerirían más de 20 años para atender todos los procesos que tienen que ser mejorados y una importante inversión económica (más de 10 mil millones) para lograrlo. Se detecta así un fallo sustancial en el planteamiento que creemos que debería ser profundamente revisado.
Por otro lado, desde el punto de vista ambiental también resulta cuestionable el hecho de que sea una Asociación de Empresarios Privados (Horizonte+) y no de expertos técnicos los que están tratando de arreglar la compleja tramitomanía anquilosante que afecta nuestro país.

Decimos que “desde el punto de vista ambiental”, en la medida de que el proceso de mejora de la tramitomanía debería desarrollarse con atinado criterio ambiental y social, de manera tal que, no provoque dudas en los sectores ambientales y sociales y que los haga pensar que el sector empresarial está jugando un papel de “juez y parte” para regular en su “propio beneficio”.

Por situaciones como estas es que surgen paradójicos conflictos como el de la no ratificación del Acuerdo de Escazú. Precisamente porque surge una profunda desconfianza entre los sectores y los lleva a tomar posiciones polarizadas. Algo que para nada beneficia al país y que se resuelve llevando transparencia donde hoy existe cierto grado de opacidad.

Solución y futuro: la situación coyuntural del país es absolutamente extraordinaria y por eso, se requiere de una solución proporcional. Solo así se puede garantizar un futuro de progreso socioeconómico que, de forma indispensable, tiene que ser ambientalmente sustentable. Es nuestro criterio que, hacia ese derrotero no nos estamos dirigiendo. Necesitamos hacer mucho más.

Nos urge avanzar hacia lo que denominamos un Permiso Ambiental Integral (PAI) que utilice todo el potencial tecnológico disponible y fundamentado en un sistema automatizado basado en inteligencia artificial (IA) y en información ambiental inteligente y absolutamente transparente y objetiva. Debemos que aclarar que, aunque algunos cuestionan el uso de la IA, no podemos negar que es el futuro y que en esa dirección se está moviendo el mundo desarrollado. La incorporación a la OCDE nos empuja y acelera en esa dirección.

Un eficiente y completo sistema de algoritmos bien desarrollado y controlado, puede resultar mucho más eficiente y efectivo para agilizar la tramitomanía que un complicado sistema de permisos que requiere de muchas decisiones humanas y, que, como hemos visto con el caso de “La Cochinilla”, puede corromperse de forma tan profunda que puede poner en peligro la integridad institucional de todo un país.

Necesitamos avanzar en una dirección mejor planificada y con objetivos más claros. No podemos darnos el lujo de postergar más algo que debimos empezar a corregir hace muchos años.

Costa Rica tiene el potencial para lograr un PAI transparente y efectivo que, verdaderamente, active el desarrollo y la inversión socio ambientalmente sustentable. Solo tenemos que hacerlo, pues las herramientas ya existen y están disponibles.

La grave situación del ambiente nos debe llevar a cambiar las prioridades

La conmemoración del Dia Mundial del Ambiente 2021 en estos aciagos tiempos de pandemia mundial debe llevarnos a la reflexión. Ignorar la situación del ambiente planetario no nos llevará a encontrar las soluciones. El conocimiento detallado de ese “estado de situación” debemos verlo como un reto para afrontar los problemas y para cambiar las prioridades de los problemas humanos hacia los problemas más globales que implican salvar la vida de la Ecosfera terrestre.

Una estrategia bien planteada puede, incluso, llevarnos a transformar la economía y a encontrar soluciones a los grandes problemas humanos, como la salud, la sustentabilidad, el progreso real y el empleo.

Situación: durante los últimos 40 años la población de la humanidad casi que se duplicó de 4,5 a 7,8 miles de millones de personas. Esta situación y, particularmente, el grado de consumo de los países ricos, genera una fuerte y creciente presión hacia la Ecosfera terrestre y su equilibrio.

Datos de enero del 2020 señalan que la “producción de alimentos a nivel mundial solo alcanza para alimentar el 44 % de la población”. El resto de alimentos se produce a costa de los límites planetarios según un análisis del sistema agrícola global, realizado por científicos del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK), en Alemania. Según el estudio, se asigna demasiada tierra para cultivos y ganado, se fertiliza demasiado y se consume mucha agua en irrigación.

En materia de explotación de los océanos, según la FAO, desde 1950 hasta el 2020 la captura de especies marinas se quintuplicó, pasando de 20 millones de toneladas a cerca de 100 millones de toneladas por año. La pesca biológica no sostenible se ha incrementado en las últimas décadas y muestra una tendencia preocupante al punto de que se considera que los océanos están sobreexplotados y cerca de su límite crítico. También preocupa la acuicultura ambientalmente no sustentable, que es la más abundante. Se suma la contaminación por químicos, micro plásticos y las afectaciones por efectos de cambio climático. Los arrecifes de coral están en proceso de extinción en casi todo el planeta.

La salud de la Ecosfera terrestre es tan importante para evitar las zoonosis que son las fuentes de pandemias humanas, como lo es para la misma economía: el 55 % del PIB mundial depende de los servicios de los ecosistemas, según datos del Grupo Swiss Re Institute. Alimentos, seguridad del agua, calidad del aire, entre otros, son los principales factores que mantienen la salud de las comunidades y la estabilidad de las economías. Y las estamos comprometiendo cada día, dado que no las estamos gestionando eficientemente.

El Índice Planeta Vivo (IPV) indica que las poblaciones mundiales de especies de vertebrados han disminuido una media del 68% desde los años setenta. Las principales causas son la agricultura insostenible, la deforestación y el tráfico ilegal de especies. La pérdida de biodiversidad en ecosistemas de agua dulce es mucho mayor: el IPV ha disminuido un promedio del 84%. En Latinoamérica y Caribe la situación es especialmente alarmante, ya que se ha producido un descenso medio del 94% de las poblaciones analizadas. Según las estimaciones, las tasas de extinción actuales son aproximadamente mil veces más altas que antes de que aparecieran los humanos.

Las selvas tropicales están disminuyendo rápidamente en todo el mundo. La Amazonía es un claro ejemplo de ello. En 2019, el Amazonas perdió más de 1,7 millones de hectáreas de bosque primario, según datos producidos por el sistema de monitoreo de la Universidad de Maryland y publicados por Global Forest Watch. Más que la deforestación, el efecto más grave que ocurre en la selva, es la degradación del bosque, que se genera como producto de los eventos climáticos, como las sequías y también por la acción humana, como las quemas o la tala ilegal de madera, con lo cual se arrebata a las selvas sus funciones vitales. Considerando la tala y la degradación de los bosques, más del 50 % del Amazonas ya no cumple sus servicios ambientales al clima de la región.

El suelo es un recurso natural no renovable del que depende la vida en nuestro planeta. Representa una fuente de alimento, fibras textiles y madera; es la red más amplia de purificación e infiltración del agua superficial hacia los acuíferos y un hábitat en el que proliferan los microorganismos que mantienen en funcionamiento los ciclos biogénicos que permiten mantener la vida. Casi 2 tercios del suelo fértil de nuestro planeta se ha desertificado o está en proceso de desertificación. Las causas subyacentes de la degradación del suelo son los estilos de vida de alto consumo en las economías más desarrolladas, combinados con el aumento del consumo en las economías emergentes y en vías de desarrollo. Tras analizar 870 millones de hectáreas de ecosistemas en todo el mundo que se han convertido en tierras de cultivo, se concluyó que si se logran restaurar el 15% de estas tierras se evitaría el 60 % de las extinciones.

Los humedales son las áreas del planeta más afectadas por la degradación del suelo: el 87 por ciento se ha perdido en todo el mundo en los últimos 300 años. Desde el año 1900 se ha perdido el 54 por ciento.

Los bosques boreales (Taiga) también presentan un estado deterioro acelerado, por factores humanos (contaminación, incendios), con tasas similares a las de los bosques tropicales como la Amazonía.

Dentro de los suelos congelados (permafrost), que ocupan cerca de un cuarto de la superficie de la Tierra continental, se encuentran grandes cantidades de CO2 y metano que, debido al calentamiento global, se están derritiendo y devolviendo esos gases de efecto invernadero hacia la atmósfera, acelerando aún más el cambio climático.

Cambio de prioridades: como hemos mencionado previamente (www.allan-astorga.com), el cambio climático no es el único verdadero problema. El problema ambiental real es el daño que se le ha infringido a la vida de la Ecosfera terrestre y, a la cual estamos vinculados de forma vital e inexorablemente.

No cobrar conciencia de ese problema multidimensional y global y creer que con tomar medidas como la descarbonización de la economía o ampliar la cantidad de áreas silvestres protegidas, es suficiente, estamos muy equivocados. A este respecto, parece que los “problemas humanos” en los que estamos sumergidos profundamente, no nos permiten ver la perspectiva real de las cosas y por eso, nuestras prioridades están muy confundidas. Incluso, un tema como el de la pandemia por el Sars Cov 2 parece tener una explicación ambiental clara, pues mientras la salud de la vida de la Ecosfera terrestre esté dañada, la salud de la misma humanidad también lo estará. En esto, no hay lugar a dudas.

Aunque las medidas que se están tomando para enfrentar el cambio climático, en general, son acertadas, no son para nada suficientes, cuando de atender la salud de la vida de la Ecosfera terrestre se trata. Se requieren medidas más intensas, sistemáticas y locales, pero de alcance global.

Medidas ambientales estratégicas: un tema fundamental para mejorar la salud de la Ecosfera terrestre parte por el hecho de revertir la situación ambiental de las regiones tropicales. Es vital lograr tres objetivos.

El primero es recuperar y rehabilitar bosques tropicales y sus ecosistemas a fin de salvar y recuperar la biodiversidad y revertir la ecuación lo referente a la captura de carbono. En este punto es vital que los países ricos y de mayor consumo de recursos, comprendan el valor ecosistémico real que tiene cada hectárea de bosque tropical conservado o recuperado. Solo así será posible que se de inversión en este objetivo estratégico y con ello, se abran muchos nuevos puestos de trabajo para la población humana de los países tropicales que se deben convertir en recuperadores de bosques y biodiversidad.

El segundo objetivo vital consiste en el impulso a la agricultura y ganadería regenerativa como una alternativa ambientalmente sustentable de la agricultura y ganadería convencionales. Por las condiciones de suelo de las regiones tropicales esta acción es vital en las mismas. Primero, debería desarrollarse en terrenos ociosos para que no compita con los sistemas productivos convencionales, sino que los complemente. Tampoco debe competir con la recuperación de bosques y ecosistemas. Desde el punto de vista de sustentabilidad, es la mejor alternativa para la mejora de suelos y la producción de alimentos vegetales y animales que, gradualmente, deben ir sustituyendo los alimentos que tienen un alto costo ambiental y que son consumidos, principalmente, por los países más ricos. Esta actividad también produce una gran cantidad de puestos de trabajo para los países.

El tercer objetivo y de igual importancia que los anteriores, comprende la recuperación y uso sustentable de los océanos, particularmente en las regionales costeras. Es vital recuperar la biodiversidad de los ecosistemas marinos, regular y controlar la pesca y reducir a cero la contaminación que se produce desde los continentes y por las mismas embarcaciones, principalmente por residuos sólidos y sustancias químicas. También es fundamental dar sustentabilidad ambiental a la acuacultura para que deje de ser una fuente de contaminación y de otros serios problemas ambientales.

Aunque hay más medidas que deben ser aplicadas, las mencionadas son estratégicas y vitales para la supervivencia de la vida de la Ecosfera terrestre y de la humanidad. En la práctica, la forma de alcanzar esos objetivos es por medio de un correcto y eficiente ordenamiento ambiental del territorio y por una avanzada planificación territorial que logre un equilibrio real en el uso del espacio geográfico. Ello, aunado a una efectiva gestión ambiental de las actividades humanas contaminantes. Como hemos dicho, es una tarea global, pero que debe realizarse a la escala de los municipios de todo el mundo. Al respecto, no hay fórmulas mágicas de solución.

Aunque el tiempo se agota y corre en nuestra contra, todavía existe la posibilidad de hacer mucho. Los cambios necesarios solo pueden ser logrados si realmente se realiza un cambio en las prioridades y nos enfocamos en atender los problemas ambientales, además de los problemas humanos. No ver la perspectiva y no actuar, o actuar tardíamente, tendría consecuencias muy negativas para todos.

Adaptación evolutiva vs tramitomanía anquilosante

¿Cuál de esas dos situaciones es la que le conviene al país para salir adelante? Sobretodo en estos aciagos y extensos tiempos de Pandemia y sus consecuencias socioeconómicas. Ese es nuestro principal reto para coadyuvar con la reactivación de nuestro país.

La adaptación evolutiva es un rasgo que caracteriza a todos los seres vivos. En términos sencillos significa la capacidad de realizar cambios fisiológicos, de comportamiento y hasta de rutinas operativas que permitan al organismo y a su especie ajustarse a su medio ambiente y los cambios que puedan afectarlo. Es un mecanismo importantísimo para sobrevivir y permanecer como especie. Las especies que no logran adaptarse desaparecen de forma natural. Así sí funciona la naturaleza.

Tramitomanía anquilosante: existe un consenso general de que nuestro país se caracteriza, desde hace mucho, por tener un exceso de trámites administrativos que, conforme pasa el tiempo, lejos de simplificarse, cada día crecen en número y en requisitos. Los sectores productivos privados y, también, los públicos, saben esto muy bien. Se trata de un tema que se discute desde hace más de 20 años, sin que se solucione de forma integral.
El tema ambiental y sus diferentes matices han venido a incrementar aritméticamente, durante las últimas dos décadas, la cantidad de trámites y la han convertido en una lista casi interminable de requisitos.

El paso a las plataformas digitales que se ha realizado en los últimos años, aunque representan un importante esfuerzo, no ayudan a resolver el problema de raíz y más bien lo trasladan a otra parte del proceso, pero al final, el exceso de requisitos se mantiene y en el peor de los casos, se incrementa, solo que en formato digital.

Antes de que empezara la Pandemia, publicamos (ver: www.allan-astorga.com) la importancia de hacer evolucionar y avanzar nuestra normativa técnica y, de ser posible, nuestra propia legislación (ambiental, aunque la adaptación aplica para una gama mucho más amplia), a fin de ponerla al día, con la necesidad de los tiempos actuales. Con la Pandemia y sus secuelas la situación es todavía más apremiante. Si antes ya era una urgencia, ahora se ha convertido en una super urgente prioridad estratégica para el país, pues es una de las acciones más relevantes que se requieren para sacar al país adelante.

Lejos de eso, por diversas causas, la situación no ha avanzado. Todo lo contrario, a un año de Pandemia, no se observa que se estén realizando las acciones necesarias para generar un cambio efectivo y real. Con la disminución significativa que ha implicado la Pandemia para el trámite de nuevos proyectos de inversión ante las instituciones del Estado, podría pensarse que ese tiempo transcurrido y la posibilidad de desarrollar coordinación interinstitucional a distancia, hubiese servido para realizar efectivas y eficientes acciones concretas para la agilización de trámites, pero, desafortunadamente, no ha sido así.

La situación sigue igual, como si la Pandemia no hubiera y estuviera cambiando el mundo y haciendo que nuestro país completo se sumerja rápidamente en una profunda crisis de subdesarrollo. Así, hemos pasado de una simple tramitomanía excesiva y pesada, a una tramitomanía anquilosante que prácticamente está paralizando el motor del desarrollo que tiene el país y que es la principal esperanza para avanzar.

Algunos indicadores de anquilosidad: hay muchos ejemplos de la grave situación de exceso de normativa contradictoria que provoca una enorme inseguridad jurídica para quienes deseen hacer una inversión en nuevos proyectos de desarrollo (pequeños hasta muy grandes).

Uno de esos temas tiene que ver con los recursos hídricos, al cual ya nos hemos referido. Existe una normativa altamente contradictoria y abierta a la interpretación discrecional sobre radios de protección de manantiales o nacientes, protección de acuíferos, radios de operación de pozos, vulnerabilidad acuífera, sistemas de tratamiento de aguas residuales y vertidos en cuerpos de agua, entre otros, que puede arreglarse fácilmente desarrollando una sola normativa integradora que facilite la gestión del recurso. Lo increíble es que existe un borrador de propuesta desde el año 2005 y todavía hoy, lejos de haberse resuelto la situación, se sigue a la espera de una Ley de Aguas, cuya última versión, y archivada, no representaba la solución, sino un mayor anquilosamiento en el tema.

En materia de evaluación de impacto ambiental, la situación no está muy lejos. Resulta que el 95 % del total de proyectos que se realizan en Costa Rica, no pasan por la SETENA, debido a que son menores de 500 metros. El porcentaje es mayor si nos referimos a los proyectos que no hacen una EIA completa con el formulario D1. Esto es un claro indicador de que el instrumento no está funcionando, pues no logra cubrir ni el 5 %, y, a esos que cubre les genera un complejo y largo proceso de trámite, a pesar de la plataforma digital que se ha abierto y que, se supone, agiliza el trámite. Ahora lo engorroso es poder cumplir con todos los requisitos de esa plataforma digital.

Este tema de la EIA y su funcionalidad tiene una solución bastante simple y para la cual ya habíamos hecho una propuesta (ver: www.allan.astorga.com). Se basa en el hecho de que los municipios dispongan de planes reguladores con variable ambiental debidamente integrada y que, con la aplicación de un algoritmo de agilización de trámite de EIA, la mayoría de los proyectos que no generen impacto significativo puedan tramitar sus permisos directamente en la Municipalidad y no en la SETENA. Esto, siempre que se ubiquen en áreas cuyos estudios de fragilidad ambiental determinen que tienen condiciones para ello o que se demuestre que se están aplicando las medidas tecnológicas para adaptarse a las condiciones de fragilidad ambiental que fueron determinadas. De esta manera se podría agilizar mucho el sistema sin desproteger el ambiente. El trámite ambiental se puede reducir de 20 meses (promedio) a solo un mes.

Existen otros muchos indicadores, pero por un asunto de espacio no es posible detallarlos todos. Sin embargo, estos que indicamos dan una clara idea de la situación en la que nos encontramos.

Gran reto: para que el país pueda salir a adelante requiere inversión y desarrollo. Para eso, debe mejorar la seguridad jurídica a los proyectos de todo tipo. Ello, sin desproteger el ambiente y garantizando la sustentabilidad del desarrollo.

Aunque para algunos no parezca posible, pues se debaten entre una apertura sin regulación alguna o un proteccionismo ambiental extremo, si existe una solución. Consiste en eliminar, con el debido criterio técnico, la tramitomanía anquilosante que se ha creado a lo largo de los años. Solo se requiere adaptar la normativa a la nueva realidad que tenemos que enfrentar.

Si es posible proteger el ambiente y el uso sostenible de los recursos naturales, sin que entre en contradicción con el impulso al desarrollo y la inversión de proyectos. Es vital lograr este objetivo por el bienestar de todos.

Cuidar y respetar el ambiente, no es suficiente

Una gran mayoría de los seres humanos tenemos una preocupación creciente por la Naturaleza, el ambiente y el Cambio Climático. Por eso, se han acuñado una serie de términos comunes: “debemos cuidar la naturaleza”, “proteger el ambiente”, “sostenibilidad ambiental”, “producción ecológica y respetuosa del ambiente “, y otras muchas más.

Expertos en el uso de estos términos, son los políticos, particularmente en época de elecciones. Lo hacen para que la campaña muestre preocupación por el tema y para que se vea que este tema que preocupa, sobre todo a las generaciones más jóvenes, les sirva para atraerlos como votantes.

También lo utilizan las autoridades, los comunicadores, los educadores, los empresarios y hasta los religiosos. Todos hablan con “cuidar y proteger el ambiente” como si, con mencionarlo, la situación ya estuviera bien atendida y dejara de ser un problema prioritario.

Pero el solo hecho de que usen esos términos es una clara señal de que no se conoce a profundidad la situación real de la Crisis Ecosférica en que nos encontramos. Es una evidencia de que se cree que el asunto se limita al Cambio Climático y que se va arreglar en algún momento de este siglo y que todo va a estar igual o mejor que antes. Que, con solo no usar bolsas plásticas, ni pajillas, ahorrar agua y energía, y separar la basura, ya casi todo está arreglado.

Nada más lejos de la realidad. Necesitamos, todos, poner los pies sobre la tierra y ubicarnos en la gravedad del problema ambiental en que estamos inmersos, pues eso es determinante para poder, de verdad, hacer algo efectivo y revertir la seria situación en la que estamos.

Problemas humanos: son muchos y prácticamente ocupan todo nuestro tiempo. Además, de los personales, escuchamos sobre los temas de desempleo, crisis fiscal, Pandemia y temas de salud en general, asuntos laborales, de economía, de política, de religión, de sucesos de todo tipo, incluyendo los armados, así como todo tipo de dramas humanos y una larga lista adicional que parecen dominar todo nuestro tiempo y nuestra vida, hasta la saturación.

Ante estos bastos y a veces complejos problemas y, casi siempre, negativa y desesperanzadora información, nos sentimos agobiados y fatigados.

Todos, de una u otra manera, hemos sido afectados por la Anhedonia (desasosiego que resulta del estrés prolongado e imprevisible y que nos roba la capacidad de encontrar satisfacción en lo que hacemos). Siendo así, los problemas de tipo ambiental, aunque nos puedan parecer importantes, los vemos como lejanos y no necesariamente prioritarios. Como algo importante, pero que puede esperar.

Problemas planetarios: son toda una gama extensa de problemas que tiene nuestra Ecosfera terrestre y la vida total que allí habita. Se trata de un sistema de vida, continental y marina que se encuentra en una clara y evidente condición de desequilibrio. En medio de un proceso de extinción de especies de todo tipo que cada día se acelera más. Recientemente, se ha informado que las áreas prístinas, vírgenes o inalteradas por el ser humano, apenas representan el 3 % del total de la Ecosfera terrestre. Un número 10 veces menor de lo que se creía. Un dato, verdaderamente preocupante.

Toda la Ecosfera terrestre se encuentra severamente dañada: bosques tropicales y boreales, suelos, acuíferos, arrecifes, biomas continentales y marinos. Muchas especies se extinguen cada día: insectos, aves, reptiles, mamíferos, peces, anfibios. La biodiversidad se ha reducido 60 % desde 1980 hasta hoy. Algo muy grave, pues la vida de los seres humanos, depende de la salud de los ecosistemas. La actual pandemia por Sars Cov 2, así lo ha demostrado. De allí que hablemos de Crisis Ecosférica y no solo de Cambio Climático, pues como hemos señalado, es un grave error solo concentrarse en este último tema.

Como hemos indicado, los daños a la Ecosfera terrestre se han acelerado de forma exponencial durante los últimos dos siglos, de forma paralela con el acelerado crecimiento de la población humana y, en particular, con su nivel de consumo, basado en una economía altamente depredadora de la naturaleza que parte de la premisa de que los recursos de la naturaleza “son suficientes”. Algo absolutamente inconsistente con la realidad de que solo contamos con un planeta Tierra.

Comprender la realidad: aunque los problemas humanos nos absorben el ahora y el futuro y nos parecen ser la totalidad de nuestro mundo humano, tenemos la responsabilidad de comprender que los problemas planetarios son igual o más importantes y que deben ser entendidos.

Esa atención no solo debemos aplicarla por un asunto de benevolencia, todo lo contrario, urge atenderla en la medida de que de eso depende nuestra propia subsistencia. Solo una Naturaleza en equilibrio y sana, puede garantizar el progreso humano y de su economía. Es absolutamente vital comprender eso y tomar medidas efectivas para cambiar el equivocado rumbo que llevan nuestras acciones.

Mirar hacia el lado o ignorar la existencia de una crisis de la vida de la Ecosfera Terrestre solo puede agravar más la situación y, aunque, queda algo de tiempo, apenas y alcanza para empezar a implementar medidas correctivas verdaderamente efectivas.

Estrategia: bajo el contexto señalado, hablar en este momento de “cuidad y respetar la Naturaleza o el Ambiente”, como si con eso ya estuviéramos atendiendo el tema de la Crisis de la Ecosfera Terrestre, no es para nada objetivo. Ya eso no basta. Se ocupa hacer mucho más.

El daño afligido a la Ecosfera terrestre por los seres humanos ha sido local, puntual, ubicuo y, sobretodo, acumulativo. Por esa razón, la única forma de corregir y volver a desarrollar una condición de equilibrio tiene, indefectiblemente, que seguir el camino contrario. Es decir, actuar de forma local y puntual, pero de forma simultánea en todo el planeta. No existen fórmulas mágicas como sembrar miles de millones de árboles. El problema es mucho más complejo. Se requiere restaurar ecosistemas y biodiversidad, en continentes y mares, con especial atención en las regiones tropicales cuya biodiversidad es muy alta y es clave en la estructura de la vida en el planeta.

La vida de la Ecosfera terrestre es resiliente y podrá superar el daño causado por la civilización humana durante los últimos dos siglos. De eso no hay duda por el hecho de que esa vida ha superado muchas extinciones masivas, incluso globales. El problema es que esa recuperación natural de la vida es lenta y tarda al menos miles o decenas de miles de años. Tiempo que la humanidad no tiene. De allí que nuestra principal tarea, como humanidad, debería ser el trabajar intensamente en recuperar el equilibrio de la Ecosfera Terrestre, incluyendo la adaptación y la lucha contra el Cambio Climático. Esto es vital para darle sustentabilidad ambiental a la economía y a la productividad que son estratégicos para sostener la población humana que crece, cada día, con 200 mil habitantes nuevos.

La tarea y la responsabilidad que tenemos es clara: recuperar la biodiversidad de nuestro planeta. Solo así podremos garantizar nuestra propia existencia como humanidad. Yo no se trata de solo respetar y cuidar el ambiente. Eso ya no es suficiente.

Todos podemos hacer algo y esta es una buena noticia. Es algo que debería permitir recuperar la esperanza. Por encima de los agobiantes problemas humanos, debemos poner nuestros esfuerzos en los problemas planetarios, para así motivar nuestra existencia dentro de un objetivo concreto. Es el camino a seguir.

Opinion: Prospects for disasters in Central America and the urgency of effective measures

For this year 2021, a new period of tropical storms and hurricanes is announced less intense than 2020, but above the known average. It is announced that up to 12 tropical phenomena may affect the Central American region. A region that was strongly affected by an intense rainy season in 2020 and in particular by hurricanes Eta and Iota and the “cascading effect” of disasters that end up affecting the entire socioeconomic and environmental system.

 

Climate Change does not only manifest itself with rains, but also with droughts and forest fires, particularly in the Central American Dry Corridor that extends from Chiapas, Mexico to Guanacaste, Costa Rica and  Azuero in Panama. The UN has announced that there is a danger of famine in the rural areas of northern Central America in the coming months. Famine unleashed by the great damages of hurricanes Eta and Iota and by the drought that has been forecast.

 

The effects of climate change not only represent rains and droughts, but also the catalysis of some GeoRisks such as floods and avalanches, as well as landslides that cause great damage to crops, roads, houses and all types of infrastructure (roads and vital lines : electricity, water, sewage). Infrastructure which accelerated frequency of affectation far exceeds the capacity to replace it, finally translating into a socioeconomic decline, with an increase in poverty and, consequently, an increase in immigration to North America.

 

Central America for several years was classified as one of the regions of the world most vulnerable to the effects of Climate Change. This even though its contribution to greenhouse gas emissions does not exceed 0.5% of the total emitted by human activities. And, as if that were not enough, the region presents a very active geological condition because of its origin being directly linked to a strong collision of tectonic plates.

 

As a good open and natural geological textbook, the Central American region presents the entire spectrum of known GeoRisks: earthquakes, volcanism, active geological faults, landslides, floods and avalanches, subsidence and subsidence, tsunamis in coastal areas, among others. Given this, it is urgent to take effective measures, in the short, medium and long term. Measures aimed at applying a correct and effective preventive risk management and aimed at reestablishing and increasing human and infrastructure resilience.

 

Effective actions: within the framework of the Central American and Dominican Republic Integration System (SICA), great efforts continue to be made to improve information on threats and disasters in the region. In this regard, the support of NASA, in the context of the SICA - NASA Joint Declaration signed in April 2019, has served as an effective catalyst to move forward.

 

However, there is still a huge task to be done. One of the biggest problems we face in the region is the lack of detailed information (scale 1: 25,000 or less). Environmental information such as geological, geomorphological, neotectonic, hydrogeological and natural and anthropic hazard mapping, among others is needed. As we have indicated on several occasions in the case of geo-hazards, the effects of climate change and even man-made threats, almost all of them (at least 90% can be found on detailed scale maps). This information is vital for the almost 1,500 municipalities that the SICA region has, to be able to carry out effective preventive risk management and to develop local strategies to increase resilience.

Without a correct location of the threat source, it is not possible to carry out an effective risk management: establishment of technological measures to increase the resilience of the infrastructure and the education of people on key issues, such as the development of an adequate local emergency plan. This aspect is decisive to save lives in the event of disaster.

 

Risk conditions in urban areas: Central America, for many years, has led the world rates of migration from the countryside to the city. This has caused a large part of the region's population to be concentrated in seven large metropolitan areas: Guatemala, San Salvador, San Pedro Sula, Tegucigalpa, Managua, San José and Panama.

 

Several of these metropolitan areas occur in geologically active areas with very high susceptibility to earthquakes and volcanic activity, or on the other hand, to the effects of floods and areas vulnerable to landslides and even tsunamis, such as the case of Panama City.

 

In the case of urban earthquakes, probabilistic seismic hazard studies indicate that an event of this type could occur during this decade in Guatemala City, San Salvador, Managua and the Greater Metropolitan Area of ​​Costa Rica. Something that would be extremely serious given that in all these cities a high percentage of the population (between 30-60%) is present in conditions of unstable slopes and, therefore, highly susceptible to landslides triggered by earthquakes.

 

As an example, only in the metropolitan area of ​​Costa Rica, the environmental studies coordinated by the author indicate that there are more than a thousand urbanized areas (with areas greater than 1 hectare) located in high and very high risk sites. This implies more than 30% of the population of the Central Valley of Costa Rica.

 

For their part, the studies coordinated by the author for the northern part of Central America indicate that the percentages of the population at high and very high risk are much higher (Tegucigalpa: 50%, San Pedro Sula: 55%, San Salvador: 40% and Guatemala: 60%), with a clear link between the poorest urbanized areas with the most crowded and most vulnerable.

 

These results show that the population transfer strategy is not useful, except in cases of imminent danger. It is not logical when the population at risk is so high. Hence the importance of establishing the development of technological resilience measures, both for existing and new infrastructure; including an effective, cheap, and massive disaster insurance system.

 

Costs of disasters: disasters related to the effects of Climate Change have an annual frequency in Central America, but with the aggravation that the extent of the damage and its cost increases rapidly each year. They are becoming more and more expensive and are already competing with the growth rate of the countries' economies. Something that in practice stalls development.

 

But there are other disasters that can be devastating, such as a major earthquake or strong volcanic activity in an urban area. The economies of the Central American countries are not prepared for an event of this nature, which, unfortunately, can happen.

 

For this reason, it is urgent to accelerate the process of taking concrete actions in the short, medium, and long term, which should include having detailed cartographic information on preventive risk management to better quantify the situation and establish resilience actions.  This is not only at a regional level, but also locally, for large metropolitan areas and also intermediate cities and, gradually, for all municipalities in the region.

 

Environmental education must comply with the philosophy of understanding and managing risk. As well as the development of effective insurance against disasters, parametric insurance and a strong regional reinsurance against disasters to minimize the great vulnerability that our Central American region has. All this is possible and therefore it is urgent to continue moving in that direction. Only then can we have true human and infrastructure resilience against disasters.