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Acciones concretas para salvar la Tierra

En el marco de la Conferencia de las Partes número 26 (COP26), dentro del contexto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que está programada para llevarse a cabo en Glasgow (Reino Unido) del 1 al 12 de noviembre del 2021, hacemos un aporte desde Costa Rica, un país líder y ejemplo en el mundo, respecto a la recuperación de bosques, suelos y ecosistemas. Una herramienta clave en la lucha contra la Crisis Climática.

Perspectiva: en medio de tantos problemas humanos, de todo tipo, muchos de nosotros nos olvidamos de las cosas más esenciales para nuestra vida, como el aire, el agua, los alimentos, la energía y, en general, de todos los recursos que necesitamos para vivir. Asumimos que, como siempre han estado allí, siempre seguirán existiendo y, por tanto, nuestros problemas rutinarios resultan más importantes que todo eso. Pasa en todo el mundo. Solo algunos, de vez en cuando, levantamos la voz para recordar que la realidad no es necesariamente como creemos y que, esa “seguridad” que creemos sentir requiere ser ganada con un gran esfuerzo.

Algunos han señalado, desde hace tiempo, que con este tema de la afectación que la humanidad ha infringido a la Naturaleza de nuestro planeta Tierra y su falta de conciencia sobre la magnitud de ese daño, nos encontramos como esa persona que se encuentra cayendo por un profundo precipicio y que, mientras cae, sin idea de lo que sucede, disfruta la brisa que le acaricia el rostro. A pesar de todo, esta imagen no parece alejarse mucho de nuestra realidad.

No es solo Cambio Climático: la situación de la Ecosfera planetaria sigue en franco deterioro. Como hemos señalado previamente (ver: allan-astorga.com) el problema de la Naturaleza, no solo tiene que ver con la Crisis Climática. Este es el más vistoso y el que resume mejor la responsabilidad de la humanidad en el daño que ha provocado. Pero, desafortunadamente, no es el único. La degradación de los suelos fértiles en todo el planeta no es solo efecto del Cambio Climático. Tampoco lo es la rápida y exponencial extinción de las especies de todo tipo que se ha acelerado enormemente durante las últimas cuatro décadas.

La pérdida de los bosques tropicales por degradación a causa de la deforestación tampoco es un efecto indirecto del cambio climático. La contaminación y sobreexplotación de los mares tampoco lo es. Como tampoco lo es, la degradación de los acuíferos de agua dulce continentales y que va a llevar a muchos países del mundo a tener severas crisis por escasez de agua.
Todos estos daños a la Naturaleza empezaron a tener significancia a partir de la industrialización de la economía cerca del año 1.800 con el inicio del denominado Antropoceno.

La Naturaleza y la vida que contiene, existen en nuestro planeta desde hace más de cuatro mil millones de años. Ha soportado muchas debacles, incluso varias grandes extinciones masivas, siendo la más potente de todas la del Pérmico que ocurrió hace 250 millones de años, a la que se le ha llamado la Gran Mortandad. Las últimas noticias científicas nos dicen que la actual extinción de especies, si sigue al ritmo que va, se convertirá en algo similar a esa catastrófica extinción del Pérmico, la peor de la historia de la vida en nuestro planeta. Como se verá, se trata de un asunto muy serio y no es del futuro, sino que ya está sucediendo y todos nosotros formamos parte de esa triste realidad.

Esfuerzos infructuosos: Durante los últimos 40 años, desde que se empezó a tener conciencia de los graves daños que le estábamos infringiendo a la Naturaleza se han hecho muchos esfuerzos para revertir esta situación.

Muchas reuniones, muchas discusiones, muchos acuerdos, muchas buenas intenciones, muchas políticas y lineamientos de acción; empero, la situación no ha mejorado, lejos de eso, la Naturaleza sigue perdiendo la vida y los recursos para sostenerla. Algo que resulta muy grave dado que esa vida y esos recursos son los que sostienen a la humanidad.

Aunque casi todos los esfuerzos realizados y en ejecución, para luchar contra el Cambio Climático, tienen buenos objetivos, los resultados concretos han sido infructuosos. Esa es nuestra realidad. La vida en el planeta se está extinguiendo frente a nuestros ojos y sigue en detrimento a un ritmo cada vez más acelerado.

La infructuosidad no se debe necesariamente a planes o políticas incorrectas, ni siquiera a las consecuencias de la economía que, inercialmente, sigue siendo altamente depredadora y, por tanto, el mayor motor del deterioro de la Naturaleza.
Como hemos indicado antes, el mayor fallo de las acciones tomadas tiene que ver con el hecho fundamental que pretenden acciones globales que no logran permear de forma efectiva con la escala local. Ni siquiera a escala de los países se logran alcanzar los objetivos. Un claro ejemplo de ello tiene que ver con el lento avance que se ha dado en los objetivos 2030 del Desarrollo Sostenible de la ONU.

De la retórica a la acción: hemos indicado antes que los daños producidos a la Naturaleza por la humanidad han ocurrido a la largo de más de dos siglos, con una población cada vez más creciente y de forma acumulativa y a escala local. Ha sido un proceso de deterioro puntual y lento, pero sistemático y creciente. Considerando esto, la respuesta lógica para poder empezar a tener incidencia efectiva en la lucha contra la Crisis Climática y el deterioro de la Ecosfera terrestre tiene que seguir el camino inverso. La Naturaleza nos muestra muchos ejemplos sobre ello.

Por eso, es indispensable empoderar a los miles de gobiernos locales de todo el planeta para que, mientras se mantenga el impulso al desarrollo y el progreso de las actividades humanas, también inicien la implementación de acciones concretas para recuperar la Naturaleza y promover una verdadera sustentabilidad ambiental.

Lo que marca la diferencia para que esta estrategia sea posible es la información ambiental inteligente sobre el territorio y su planificación estratégica de corto, mediano y largo plazo. La eficiente gestión ambiental del territorio, así como la del riesgo a desastres, son dos elementos clave para lograr el objetivo de ralentizar el Cambio Climático y el deterioro de la Ecosfera terrestre. No es un camino fácil, pues requiere del esfuerzo de todos y en todos los lugares, es decir, de acción puntal, pero multiplicativa y simultánea a escala global.

La información ambiental inteligente se basa en una serie de datos multivariable de escala detallada que permite que, tanto a nivel individual como colectivo en el marco de un gobierno local o de un terreno en particular, se puedan desarrollar acciones concretas de recuperación, restauración, uso sustentable y aprovechamiento eficiente de los recursos de la Naturaleza. Solo así será posible luchar de forma efectiva contra el Cambio Climático, ayudando a la Naturaleza y manteniendo o instaurando el progreso humano verdaderamente sustentable. Claro está que esta labor debe ir acompañada de todos los esfuerzos realizados para descarbonizar la economía y disminuir y controlar la contaminación a escala global.

Aunque una vez instaurado el proceso, es altamente probable que el mismo se sostenga así mismo, para iniciarlo se requiere de inversión económica. Como hemos señalado antes, es una tarea estratégica que tiene un costo económico pues significa la recuperación estratégica de al menos 250 millones de hectáreas de bosques y suelos en las regiones tropicales del mundo, incluyendo su biodiversidad como paso clave para frenar la extinción masiva de especies. Esto, junto con la recuperación de los océanos, es vital para la humanidad y su cambio de rol respecto a la Naturaleza del planeta Tierra.

Es indispensable, entonces, que exista un financiamiento de por lo menos 10 años, para la restauración de bosques, suelos y ecosistemas tropicales. Sin ese financiamiento no sería posible cumplir con el objetivo, que cumpliría una doble tarea, en la medida de que generaría una gran cantidad de empleo en los países tropicales que, por lo general, son países en vías de desarrollo y que son las áreas desde donde se produce una fuerte migración hacia los países ricos. Los estudios realizados bajo la coordinación del autor, en materia de planificación territorial y de recuperación de bosques, suelos y ecosistemas, durante los últimos años estiman que la inversión anual necesaria sería de cerca de US $ 750 mil millones. Un monto alto, pero que no es imposible de obtener, en particular por los importantes efectos que tiene a escala planetaria.

Contra el tiempo: el tiempo es nuestro principal enemigo. Los puntos de no retorno, no solo en materia de Cambio Climático, sino en otros temas igual de importantes como la rápida degradación de los océanos, de los suelos y de los ecosistemas tropicales y boreales, nos indican que el tiempo se nos acaba. El año 2030 parece resultar, a partir de diversos estudios, un umbral clave. Es como nuestro límite crítico. Necesitamos empezar a implementar acciones concretas lo antes posible.

Algunos escépticos consideran que no es posible lograr ralentizar los efectos del Cambio Climático y, en general, el deterioro de la vida en la Ecosfera terrestre debido a la economía depredadora, el alto consumo de los países ricos y del rápido crecimiento de la población humana. Sin embargo, es posible si, se sigue una estrategia diferente, la de gestionar a escala detallada y con criterio ambiental el territorio y sus recursos naturales. Se trata de corregir algo que no hicimos desde el principio por considerar, erróneamente, que los recursos eran casi infinitos e inagotables. Sin embargo, ahora tenemos la tecnología, el conocimiento y los medios para hacerlo.

Nuestro planeta Tierra y su Naturaleza, es mayoritariamente bondadoso y pletórico de riquezas. Pese a eso, ahora necesita nuestra ayuda. Los seres humanos que somos quienes hemos provocado su deterioro, somos los únicos que podemos revertir la situación. Todavía se puede hacer algo y es nuestro deber asumir nuestra responsabilidad individual y colectiva para trabajar en ese objetivo. Es nuestra principal misión espacial y todos, absolutamente todos, jugamos un papel importante en ella.

“Interestelar” y la cruda realidad

Hace algunos pocos años se proyectó una película denominada “Interestelar”, puede que algunos o muchos la hayan visto. Es una película futurista y transmite un importante mensaje a la humanidad, sobre el valor de nuestro planeta Tierra y, particularmente, del equilibrio ambiental del mismo, como una forma de sustentar la vida de todo tipo.

En la película se parte del hecho de que en algún momento del siglo XXI la humanidad, por diversas causas, incluyendo las guerras, había terminado de afectar muy seriamente el clima del planeta, haciendo que este estuviera “enfermo” y que, en condición de desequilibrio, ya no tuviera capacidad para sostener la vida, incluyendo la de los seres humanos.

 

Como buena película de Hollywood, en ese caso, se encuentra una salida casi “milagrosa”. Seres extraterrestres del futuro colocan un “agujero negro” que sirve de puerta hacia otra galaxia, donde se puedan encontrar algunos planetas que puedan tener algunas condiciones para ser habitados por humanos, y así, poder continuar con la especie. 

 

Aparte de que permiten encontrar una solución para que los seres humanos puedan abandonar la Tierra para irse a vivir en instalaciones espaciales habitables.

 

En la vida real la posibilidad de la “ayuda extraterrestre” para resolver los problemas que nosotros mismos le hemos creado al planeta es absolutamente nula para no decir fantasiosa. La explicación para ello es sencilla: nuestro planeta, particularmente la que llamaremos la Ecosfera, que junta a la Atmósfera, la Hidrósfera (incluyendo los océanos) y la Biosfera, ha sido afectada, en tiempos geológicos, de forma cíclica. Se ha pasado por muchas crisis, algunas muy graves, con grandes extinciones masivas de especies y, sin embargo, a pesar de todo, la vida en general, con nuevas especies, ha sobrevivido.

 

El problema es que esa sobrevivencia o recuperación se da en “tiempos geológicos” que se mide en miles o decenas de miles de años, en el mejor de los casos o en millones de años, cuando la crisis ha sido muy grave. Ninguna de ellas se ha resuelto, por lo que se sabe, con la “ayuda extraterrestre”, y la crisis que se aproxima tampoco va a ser la excepción.

 

La cosa en común que tenemos con el tema de fondo de la película citada es que, efectivamente, en los tiempos actuales del siglo XXI nos encontramos ingresando en una fase de crisis de la Ecosfera. Crisis que ha sido catalizada por la misma humanidad, no solo en lo referente al incremento muy significativo relacionado con el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero (como CO2 que ya alcanza las 400 ppm en la atmósfera), sino por otros factores igual de graves, como la afectación de los biomas continentales y marinos, al punto de llevar a algunos hasta una condición de “límite crítico”.

 

En pocas palabras, como hemos señalado en un reciente artículo “La Tierra se nos agota” (ver: www.allan-astorga.com) y seguimos sin tener conciencia de ello, dado que, por un lado, la prensa nos informa y reinforma sobre lo que llamaríamos la “problemática humana” que ocupa muy diversos temas, desde sucesos hasta futbol, pasando por guerras, farándula y otras muchas cosas que llenan nuestra vida, sin que nos logremos ubicar en la real perspectiva en que nos encontramos.

 

A lo largo de lo que sigue del siglo XXI, los problemas ambientales de todo tipo se van a seguir incrementando y tarde o temprano van a llegar a afectar la calidad de vida de todos. De allí la enorme importancia de tomar medidas desde ahora.

 

Hemos sido insistentes en señalar este punto, dado que todavía es posible tomar acciones para mitigar los efectos de esta crisis de la ecosfera que se nos aproxima o que ya se ha iniciado. El grado de intensidad con que esa crisis ecosférica afectará cada país o territorio en el mundo va a ser diferente e inversamente proporcional al grado de preparación que tenga cada sociedad para enfrentar las diversas manifestaciones que se irán presentando.

 

Como hemos recalcado mucho, no es suficiente que nos comprometamos “voluntariamente” a reducir las emisiones a lo largo del siglo, para que la temperatura de la atmósfera no suba más de 2º Celsius. Se hace necesario atacar el problema de manera integral y en varios frentes.

 

Aunque es un problema global, y lo ideal sería que las soluciones también lo fueran, en la práctica, cada país debe realizar los mayores esfuerzos por trabajar en el tema para estar lo más preparado posible. 

 

Esto, junto con la tarea de trabajar también en la mejoría de las condiciones de calidad de vida de su población y de su crecimiento económico. Por eso insistimos que se trata de nuestro principal reto, un reto que debe convertirse en el norte objetivo de nuestro modelo de desarrollo.

 

Modelo de desarrollo que, definitivamente, no puede estar basado solamente en “crecimiento económico” y “disminución de la pobreza”. Eso no es suficiente, aparte de que son los mismos argumentos que cada cuatro años, desde hace cerca de cuatro décadas, se levantan como principal consigna durante la época electoral.

 

Sobre esa “bandera de lucha” cada administración de gobierno, unas más que otras, lo que ha procedido a recetarnos es un sacrificio ambiental, aumentado el deterioro de nuestra Ecosfera y, lo peor de todo, sin cumplir los objetivos planteados. ¿Cómo es posible que la degradación de la calidad de vida de quienes vivimos en la GAM no sea objeto de discusión en una campaña electoral? 

 

Urgente. Cada año, desde hace más de 20, nos lo recuerdan los informes del Estado de la Nación y de la Región (centroamericana). Tampoco la situación se resuelve promoviendo una nueva Constitución. El reto que se enfrenta es un tema más serio que eso, y de allí que las soluciones se deben implementar en el menor plazo posible. Y siempre con visión de país y no de sectores particulares interesados. En el caso de Costa Rica, como hemos señalado, algunas de las soluciones prácticas y urgentes son las siguientes:

 

a.     Control ambiental eficiente y efectivo, de todas las actividades productivas, a fin de cumplir el Principio de Sustentabilidad Ambiental y de disminuir o eliminar la contaminación que todavía se produce en grandes cantidades.

b.     Ordenamiento y Planificación Territorial, a fin de gestionar temas clave como la protección y uso sustentable de los recursos hídricos, de las áreas silvestres protegidas, de las tierras para producción agrícola, del desarrollo costero y del desarrollo urbano ambiental y socialmente sustentable; así como la correcta gestión del riesgo y de la protección de la biodiversidad.

c.      Planificación Estratégica del desarrollo del país, con la dimensión ambiental integrada, según criterios de Evaluación Ambiental Estratégica. Algo que resulta urgente en temas de: energía, infraestructura vial, portuaria y aeroportuaria, así como en desarrollo turístico y de educación integral.

d.     Fortalecimiento del proceso de Evaluación de Impacto Ambiental y de la SETENA misma, para que, de forma efectiva, tutelen de forma eficiente el artículo 50 constitucional, bajo la aplicación del Principio de Sustentabilidad Ambiental, y

e.      Eficiente gestión de los recursos marinos de nuestro país, en su Zona Económica Exclusiva, cuya área es 10 veces mayor que el territorio continental y que se localiza en una de las zonas tropicales más biodiversas y ricas del mundo.

 

Con estos ejes estratégicos el país debe alinear su Modelo de Desarrollo, y de esta forma, garantizar la sustentabilidad ambiental de su crecimiento, cumpliendo los dos objetivos siempre planteados, pero poco cumplidos: crecimiento económico y combate de a la pobreza y el desempleo.

 

Ante la propuesta de un “Acuerdo Nacional” multipartidario para el “progreso del país” y al cual, por una razón que no entendemos, quedó fuera el tema ambiental, creemos que integrar lo aquí señalado resulta fundamental. Ello en aras de poder establecer un norte correcto para nuestro país que, como hemos dicho, tiene la oportunidad de avanzar y servir de ejemplo al mundo, en lo referente a cómo se debe afrontar el gran reto ecosférico del siglo XXI.

 

Ya es tiempo que el tema ambiental sea tema de campaña en Costa Rica. Ya es hora que dejemos de creer en las mismas frases vacías, y que tienen a nuestro país en la crítica situación que enfrenta desde la perspectiva ambiental.

La Tierra que se nos agota

En diversos escritos previos (ver www.allan-astorga.com) hemos insistido en un tema que consideramos fundamental para la humanidad: desde el 2015, se alcanzó, a nivel planetario, un límite crítico (o seguridad) de afectación de los ecosistemas terrestres, lo que hace que, desde hace dos años, estemos “empeñando” nuestro futuro, en particular el de nuestros niños y de las generaciones que todavía no han nacido.

Hemos sido insistentes en recalcar que este debería ser el problema más importante que deberíamos enfrentar como Humanidad. Es tan grave, como los mismos efectos del Cambio Climático.

Estudio global: el estudio realizado que llegó a esa grave conclusión fue realizado a nivel planetario (“http://Science.sciencemag.org/content/353/6996/288”), y se detectó que 9 o de los 11 Biomas existentes en nuestro planeta han sido significativamente dañados por la actividad humana (agricultura, agroindustria y desarrollo urbano de todo tipo). 

Los Biomas tropicales, los más biodiversos, son de los más afectados. El límite crítico se estableció en un valor cercano al 60 % de “daño” o “sacrificio” ambiental producido.

Se considera como un “limite crítico” en la medida  en que el daño producido  es tal que la capacidad de recuperación (resiliencia) del Bioma o de los ecosistemas no logrará darse en tiempos humanos(sino geológicos). Dicho en otras palabras se está entrando, por así decirlo, en una fase de “no retorno”.

El estudio científico en cuestión, tiene sus limitantes e incertidumbres y señala la gran importancia de seguir completando información en todo el planeta, a fin de completarlo y mejorarlo. No obstante,  constituye una llamada de atención, que esperamos aún estamos a tiempo de tomar en cuenta. En particular a la hora de tomar decisiones “estratégicas” respecto al tipo de “Modelo de Desarrollo” que planteamos, de forma individual, para nuestros territorios: el país completo, o los cantones o partes de estos; como en el caso de Costa Rica. Donde también debemos tener en cuenta el tema de la Gestión del Riesgo, como complemento.

Situación de Costa Rica: en el caso de nuestro país, medir el grado de afectación que los seres humanos hemos hecho a los ecosistemas no es tan sencillo, en particular, porque se pone enfrente el argumento de que el país en las últimas décadas ha recuperado los bosques y que ahora tiene un 52 % de cobertura boscosa. Además, complementan esto, con señalar que aproximadamente una cuarta parte de nuestro territorio continental se encuentra en algún régimen de área silvestre protegida.

Sobre este esquema se nos vende la idea de que la “Costa Rica Esencial” es verde y que se encuentra muy bien con el “medio ambiente”, en particular, porque la mayoría de la electricidad que consumimos proviene de fuentes renovables.

No obstante, esos datos tienen que ser mejor respaldados y detallados para poder conocer si, en nuestro país, estamos en una tendencia de mejoraría desde el punto de vista ambiental, o si, como el resto del mundo, nos encontramos en un proceso de deterioro.

Para revisar esos datos, hemos utilizado alguna información ambiental existente, vinculada al tema de la zonificación de fragilidad ambiental, y a uno de los instrumentos que permiten detectar el grado de “sobreuso ambiental” que estamos dando a nuestro territorio. Los datos indican que en el caso de la Gran Área Metropolitana (GAM) ese sobreuso alcanza en promedio un 41 %, con datos particulares para algunos cantones, que tienen datos de sobreuso de hasta un 70%.

Son cantones que, a la postre, se hundirán ellos mismos en una acelerada desmejoría de la calidad de vida de sus habitantes, y dejarán de tener atractivo alguno.

En el caso de un Litoral Pacífico, donde también fue posible realizar un estudio regional de zonificación ambiental, se encuentra que ese sobreuso ambiental actual alcanza un valor de 25 %, en promedio. En el caso de Limón, un cantón verde, el sobreuso alcanza el 17 %.

Aclaro que esos estudios tienen varios años de haber sido realizados, de manera que cualquiera de las dos circunstancias podrían estar sucediendo, que el sobreuso haya aumentado (algo muy probable), o que haya bajado. Nuevos estudios serían necesarios para determinar esta situación.

Lo que sí parece confirmarse es que sí existe una significativa afectación de los ecosistemas terrestres y que, muy probablemente, esa afectación se encuentre con una tendencia creciente, es decir, de deterioro.

La información sobre el hecho de que, por ejemplo, la expansión piñera en el país ha generado la pérdida de casi 5 mil hectáreas de bosque en una década es un “botón” de muestra de esta tendencia. A ese respecto el dato de 37.200 hectáreas de piña que proyecta el último censo agropecuario del MAG (2016) debe ser contrapuesto a las 38.000 hectáreas registradas en el 2008, cuando la piña generaba tan solo $487 millones. Algo extraño que ninguna regla de tres soportaría y que llama poderosamente la atención. 

Falta de conocimiento: se suma el hecho de que nuestras autoridades anuncian proyectos de ley para generar más “sacrificio ambiental” de nuestros ya debilitados ecosistemas. Proyectos que pretenden construir carreteras en zonas de humedales, o infraestructura vial nueva en áreas silvestres protegidas de cualquier categoría, o para meter tractores en parques nacionales para producir energía geotérmica, extraer recursos hídricos o construir un megapuerto como el del Canal Seco.

No tomar en cuenta el dato global y nacional de que los ecosistemas de nuestro planeta se están agotando, y que se está cerca de llegar a un punto crítico, es sumamente grave, pues para muchos, incluyendo importantes autoridades judiciales, legislativas y del Poder Ejecutivo, se sigue con la idea de que tenemos “una gran Naturaleza” y que sus recursos son “prácticamente inagotables”. Cuesta creer, por ejemplo, que nuestras autoridades no sepan del valor ecológico de los manglares  de nuestros litorales, que cumplen una importantísima función ecosistémica.

Como podemos ver, la realidad nos dice que eso no es así y que, en pocos años, o a lo sumo décadas, de seguir por esta grave tendencia, llegaremos a un punto de no retorno, que tendrá muy serias consecuencias para todos: pérdida de biodiversidad, crisis en la producción de alimentos (cantidad y calidad) provenientes del agro, alteración del paisaje y contaminación de recursos clave, como las aguas subterráneas, entre otros factores.

Como hemos señalado, dañar la Naturaleza es, por definición, una forma de dañarnos a nosotros mismos. De allí que urge tomar acciones concretas para detener el deterioro y, más bien, tratar de revertir la situación. Se lo debemos a nuestros niños y a las generaciones futuras.

Hay soluciones: como también hemos dicho, Costa Rica, como potencia mundial en biodiversidad, puede mostrar al mundo el camino a seguir para revertir esta grave situación de orden global.  Las acciones a tomar no son caras ni complejas: Ordenamiento y Planificación Territorial y Estratégica de nuestro desarrollo, Control Ambiental de las actividades ya existentes, dar un uso más eficiente de la Evaluación de Impacto Ambiental como verdadera herramienta de implementación del Principio de Sustentabilidad Ambiental y promover la Evaluación Ambiental Estratégica, para la toma de decisiones estratégicas de desarrollo socioeconómico del país. Sobre este último punto hay un dato interesante: pese a existir un Decreto Ejecutivo para normar la Evaluación Ambiental Estratégica desde el 2004, todavía hoy no se ha normado, a pesar de existir un propuesta desde el año 2009.

El tiempo que queda para accionar en esa dirección y tratar de revertir este gravísimo problema es relativamente poco, algunos años a lo sumo. Por eso, la gran importancia de cobrar conciencia de la situación y de empezar lo antes posible. No se trata de generar alarmas, se trata de hacer conciencia y de actuar.

Acciones que, como es de esperar, también son de gran relevancia de realizar en nuestros océanos, donde también se ha registrado un gradual deterioro de los ecosistemas marinos como producto de la sobreexplotación pesquera, aleteo del tiburón, la pesca de arrastre y de la contaminación ambiental.

Es importante tener claro que, aunque se han dado esfuerzos por parte de las autoridades, no solo nacionales, sino alrededor del mundo, para tratar de mitigar esta situación, dichos esfuerzos son laxos y lentos, es decir, que no son suficientes. Esto, por cuanto, el modelo de desarrollo que se impulsa, sigue sobre la premisa equivocada, y antes señalada, de que “nuestra naturaleza y sus recursos son casi inagotables”. Algo que, ya durante el resto de este siglo,  iremos descubriendo dolorosamente que no es así.

A propósito de las elecciones que se avecinan para el año 2018, este tema debería ser el eje fundamental, para hacer propuestas concretas para la mejora del futuro del país en todos los sectores de desarrollo: desde educación hasta la lucha contra la pobreza y el desempleo. Nuestro modelo de desarrollo debe ajustarse a esta cruda realidad para que sea verdaderamente sustentable ambiental y socialmente.