daño ambiental

Aeropuerto en Osa: repitiendo errores del pasado

En razón de dos noticias recientes, por un lado, la entrega del estudio de impacto ambiental del aeropuerto internacional de Osa por parte de la Dirección de Aviación Civil a la Setena y, por otro lado, el anuncio del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) de Osa, sobre la devastación de cerca de 2.000 hectáreas del humedal Térraba-Sierpe, como producto de la expansión de cultivos intensivos, principalmente el arroz y la palma, se hace necesario retomar el tema de la planificación estratégica del desarrollo de la zona sur-sur del país. El desarrollo de un aeropuerto internacional en Osa surgió, en principio, con la idea de promover la activación y el desarrollo económico del sur-sur del país, bajo un modelo similar al que se supone que sucedió en Guanacaste con el aeropuerto internacional Daniel Oduber. Se parte de la presunción de que el aeropuerto facilitará la llegada de visitantes extranjeros y, con ello, se promoverá el turismo y, por tanto, una mayor actividad económica en la zona.

El caso de Guanacaste. No obstante, cuando se analiza lo sucedido en esta provincia, se observa que los resultados no han sido ni fueron los que realmente se esperaban. Debido a que no se realizó ninguna planificación estratégica, en el marco de una efectiva y eficiente evaluación ambiental estratégica (EAE), Guanacaste fue objeto de un caótico desarrollo inmobiliario que ha traído consigo una seria y negativa cadena de impactos ambientales muy negativos.

Algunos de esos problemas son el desplazamiento y desarraigo de comunidades costeras; desarrollo inmobiliario descontrolado por encima del desarrollo turístico (que da 10 veces más empleo); serios conflictos por el agua que, lejos de resolverse, cada día se agravan más; pérdida de bosques naturales y manglares en la zona costera, y, en general, incremento de la huella ecológica negativa, de la mano de una mayor diferencia social entre los estratos más ricos y los más pobres de la población Guanacaste.

En resumen, es posible afirmar que el “efecto de desarrollo” del aeropuerto en Guanacaste benefició a unos cuantos que se metieron en el tema de la especulación inmobiliaria, mientras que al grueso de la población guanacasteca de menores recursos no le generó beneficios y, en muchos casos, los hundió más en la pobreza. No en pocos casos pasaron de propietarios de terrenos costeros a empleados de “desarrollos” costeros, con salarios modestos: la mayoría de los cuadros superiores e intermedios de la actividad hotelera, por ejemplo, son extranjeros o costarricenses del Valle Central.

Zona sur-sur. Después de lo ocurrido en Guanacaste, llama poderosamente la atención cómo nuestras autoridades, en vez de aprender de esa experiencia, quieren ahora repetir la fórmula y promover la actividades económicas de la zona, bajo una premisa evidentemente equivocada y con la perspectiva de provocar daños ambientales y sociales aún más severos, debido a la ya frágil situación ambiental que tiene ese territorio. Ello, sin contar el flagelo del tráfico de drogas que está desbordando a nuestras autoridades.

No debemos olvidar que, en esta misma zona, todavía está latente la sombra del megaproyecto Diquís, lo cual, sumado a la caótica y descontrolada expansión de cultivos intensivos (piña, arroz, palma) y a la ausencia de ordenamiento y planificación territorial y del desarrollo sectorial de políticas, planes y programas, sugiere que, de aprobarse el estratégico proyecto del aeropuerto en Osa, se iniciaría nuevamente el ciclo de “desarrollo desequilibrado” que se dio en Guanacaste, con todas las consecuencias negativas que tiene en el entorno social y ambiental.

Una simple prueba de ello es que, ya en Internet, se puede ver la gran especulación inmobiliaria que se está dando, con el ofrecimiento de propiedades frente al “futuro” lago de Diquís o dentro del humedal Térraba-Sierpe. En esto, el mercado siempre va varios años por delante de la toma de decisiones sobre proyectos como el aeropuerto de Osa. De ahí que la decisión sobre su ejecución no puede desligarse de una correcta planificación estratégica del desarrollo, que evite y controle los grandes efectos negativos que tiene ese mercado especulativo.

Buscando soluciones. Durante años hemos insistido (ver www.allanastorga.com) a las autoridades de gobierno sobre la importancia que tiene la implementación de la EAE como instrumento para ordenar y programar el desarrollo económico del país y sus diferentes regiones. El reglamento que norma la EAE está vigente desde el 2004 (decreto ejecutivo 31849-Minae-Salud-MOPT-MAG-MEIC), pero sin usar: un lujo raramente visto para un país que tanto pregona por el mundo en materia ambiental y en materia de desarrollo sostenible.

Este texto promueve, bajo la aplicación de los principios de información, transparencia y participación, que los representantes de los diferentes sectores sociales puedan participar y ser actores clave en la toma de decisiones para su región.

Es claro que la zona sur-sur de nuestro país requiere planificar su desarrollo dentro de una efectiva EAE, a fin de que se tomen las decisiones estratégicas de forma sostenible y previendo, mediante correctas salvaguardas, que no se repitan los errores del pasado en otras regiones del país.

En razón de ello, y siguiendo los pasos de lo ocurrido con lo de la carretera aSan Ramón, resulta lógico recomendar la creación urgente de un foro social del sur-sur que llame a discutir, de forma abierta y participativa, la planificación de su desarrollo a corto, medio y largo plazo. El Foro de Occidente es una hermosa experiencia de una comunidad organizada que logra proponer alternativas a un parco aparato estatal incapaz de tan solo esbozarlas por su propia cuenta: la experiencia merece ser replicada en otras partes del país (como Limón) ante la terquedad de nuestras autoridades, incapaces de aprender de sus propios yerros.

Dentro de este contexto, lo primero que debe hacerse es detener el trámite ambiental del aeropuerto de Osa hasta que la EAE esté hecha y los grandes lineamientos estratégicos y salvaguardas del desarrollo de la zona sur estén definidas por sus propios actores y estén documentadas mediante un informe de sostenibilidad que debe servir como ruta de trabajo para promover, de verdad y con total seriedad, el desarrollo social y sostenible de esta importante región del país.

Seguir por el camino que proponen las actuales autoridades de gobierno es seguir por el camino del modelo económico que favorece a unos cuantos, mientras se depreda y destruye el ambiente, y los sueños de mejora de las comunidades del país.

Generar daño ambiental y desigualdad social ha demostrado ser un rotundo fracaso que afecta gravemente al país como tal: se recomienda a nuestras autoridades leerse el último informe del Estado de la Nación. Si son algo curiosas, pueden también analizar el descenso pronunciado del Índice de Desarrollo Humano (IDH) sufrido por Costa Rica desde el 2007. Un cambio es necesario ante tanta ceguera.

Protección del ambiente y actividad petrolera

Colaboración con Claudio Monge, diputado.

Ante la reciente publicación del director ejecutivo del Colegio de Geólogos de Costa Rica (La Nación, 19/06/2011: “Podemos explorar y preservar el ambiente”), se hace necesario establecer algunos puntos fundamentales que refieren a la relación entre explotación de hidrocarburos y protección del medioambiente.

Ante todo, la actividad petrolera sí produce efectos ambientales negativos en el ambiente. Aunque la labor prospectiva inicial es de bajo impacto, cuando la exploración requiere del desarrollo de perforaciones exploratorias o de extracción del yacimiento, al igual que la minería metálica, se requiere realizar obras, como la eliminación de bosque, cambios en el uso del suelo, apertura de caminos, que provocan efectos negativos en el ambiente.

Aunado a ello, en el caso de que se encuentre un yacimiento y se explote, se inicia otra cadena de impactos vinculados al almacenaje y transporte, vinculado a derrames que afectan el aire, el suelo, las aguas superficiales y, en particular, los acuíferos. Estos últimos, altamente vulnerables a una contaminación, se encontrarían más expuestos en las zonas en que se extraiga eventualmente hidrocarburos. Sin contar que, si la exploración o explotación se da en el mar, los efectos en el agua y la vida marina pueden ser devastadores, como ocurrió el año 2010 en el golfo de México, por el accidente del pozo de la British Petroleum.

Daños ambientales. Hay otros ejemplos de los daños ambientales producidos por la actividad petrolera en países tropicales tales como Ecuador y Nigeria, y el caso de la Exxon en el primer país delata el tipo de maniobras para ocultar un daño ambiental por parte de estas compañías. Pero no hay que ir muy lejos para darse cuenta de que esta actividad produce daños ambientales muy significativos en países con alta fragilidad ambiental. Recientemente, la Sala Constitucional reprendió a Recope, por omitir informar por el derrame de 441.000 litros de combustible bajo un tanque de almacenamiento de hidrocarburos (La Nación, 25/05/2011), lo que provocó la contaminación del Acuífero Moín.

Este daño ambiental pasó totalmente inadvertido para la Setena y para todas nuestras entidades fiscalizadoras en temas ambientales, lo cual evidencia la falta de capacidad del Estado costarricense de fiscalizar debidamente este tipo de actividad en suelo nacional. Mejor ni nos arriesguemos a pensar lo que pudiera ocurrir en zonas inhóspitas en la zona norte o en el mar. En el caso de la Setena, según la Ley Orgánica del Ambiente, esta entidad es corresponsable por el daño por no ejercer el control apropiado.

Además, el costo de la remediación de la contaminación producida por los hidrocarburos es muy alto. Recientemente se informó que limpiar 14.000 litros de combustible del Pozo AB – 1089, en Barrial de Heredia, tardó 6 años y tuvo un costo superior a los 2 millones de dólares (La Nación, 04/06/2011).

Protocolos sin control. Se dice que hay protocolos y regulaciones ambientales que cumplir, tanto nacionales, como internacionales. No obstante, ese no parece ser el problema. El problema real es la falta de capacidad de las instituciones de fiscalización y control ambiental, como la Setena o el mismo Minaet, para realizar verdaderas acciones preventivas que eviten que se produzcan costosos daños al ambiente.

La Ley de Hidrocarburos, como la Ley de Minería, son leyes que prácticamente “regalan” el recurso petrolero que eventualmente se pudiera hallar en el territorio nacional. Basta leer su artículo 48 para darse cuenta de que la empresa obtiene, como mínimo, el 85% de los beneficios de la extracción y al país, en el mejor de los casos, le queda solo un 15%, a pesar de que es el que corre los mayores riesgos por los efectos ambientales de la actividad. Es claro que el balance costo beneficio socioambiental no fue tomado en cuenta cuando se promulgó dicha ley. Son muchos los ejemplos de países en vías de desarrollo que explotan hidrocarburos, que no se han beneficiado de él; por el contrario, a la larga, la población pobre se incrementa.

Información especulativa. La noticia sobre la posible firma del contrato dada a conocer por este diario el 6 de junio pasado, tomó por sorpresa a la gran mayoría de la población. Como parte de ella se informa, sin que se haya hecho exploración, que “se podría extraer de la zona norte suficiente hidrocarburo para cubrir la demanda anual del país”. E incluso, se dan cifras aventuradas, de que la “extracción oscilaría entre 5 millones y los 25 millones de barriles por año”.

Es importante señalar que dicha información se hace pública, sin que se haya otorgado ningún tipo de exploración en los últimos 20 años y sin que exista un validación científica y técnica de ella. Con ello, dicha información solo se puede calificar de especulativa, e incluso inapropiada, dado que se utiliza como plataforma para solicitar que se firme el contrato.

El desarrollo energético del país, no se debe sustentar en los hidrocarburos, debido a que es un recurso natural que se agota y que produce efectos ambientales negativos; incluso el gas natural, que aunque menos dañino que el quemado de los derivados del petróleo, también produce algún tipo de contaminación.

Por el contrario, la seguridad energética del país debe sustentarse en una efectiva estrategia que inicie por el ahorro y el cambio de tecnologías en todos los sectores, en particular el transporte, así como en un abanico de alternativas de energía renovable que incluyan la energía eólica, la geotérmica, los biocombustibles que no compitan con la producción agroalimentaria y la hidroeléctrica bien planificada y programada, para que no impacte las cuencas hidrográficas y los sistemas costeros, entre otras fuentes.

La exploración del subsuelo nacional debe ser realizada solo por nuestras instituciones nacionales (Recope, ICE y universidades estatales) a fin de determinar, con criterio científico y técnico, su naturaleza, estructura y potencial como parte de un proceso bien planeado que permita tomar decisiones estratégicas para el mediano plazo.

En ese sentido, cabe recordar que Costa Rica tiene un serio atraso en su desarrollo geológico, denotando así la grave laguna que algunas entidades a la fecha no han querido superar. El conocimiento de nuestro subsuelo es, por supuesto, altamente necesario, pero realmente no necesitamos de compañías extranjeras para hacerlo.

Isla Calero: costos de los daños ambientales

Las labores de canalización artificial que realiza el Gobierno de Nicaragua al extremo norte de la isla Calero, en territorio costarricense, ha producido y está produciendo daños ambientales irreversibles en tres escalas diferentes.

La escala local se refiere al área de 60 Ha donde se realiza específicamente el canal de trasvase entre el río San Juan y la laguna Los Portillos. La escala subregional comprende un área de 650 hectáreas (400 en Costa Rica y 250 en Nicaragua), que ha empezado a ser impactada como consecuencia del paso de aguas del río San Juan a la laguna Los Portillos.

La escala regional, abarca el impacto que se produciría si se draga a profundidad el río San Juan y se disminuye de forma significativa el caudal del río Colorado. En este caso el impacto afectaría cerca de 3.000 hectáreas del Caribe norte de Costa Rica.

En todos los casos, se trata de zonas de humedales que tienen un gran valor ecológico por los bienes y servicios ambientales que aportan.

Importancia de humedales. Los humedales son muy importantes para la reproducción de gran cantidad de especies (peces, aves, moluscos, crustáceos, entre otras), lo que permite la continuidad de ciclos ecológicos y evolutivos. Contribuyen de manera importante a la captura de carbono de la atmósfera y liberación de oxígeno a través de la fotosíntesis. Además, su diversidad biológica y genética abre un importante camino hacia la bioprospección.

También son importantes en los procesos hidrológicos al ser sitios de evaporación del agua que más adelante forma nubes y cae como lluvia en el lugar y en otros ecosistemas. Proveen de productos comestibles como camarón y almejas así como productos para artesanía y son fuente de actividad ecoturística y deportiva (pesca). Además, al ser los humedales el lugar de desarrollo de un 90% de las especies marino-costeras, la pesca, tanto industrial como artesanal, depende de ellos.

La belleza escénica y la recreación son también servicios ambientales sumamente importantes, ya que en los humedales se puede observar y disfrutar de la naturaleza a través de la fotografía, el buceo, los recorridos terrestres o acuáticos así como la observación de flora y fauna.

Específicamente para fines económicos los humedales son aprovechados por sus características como proveedores de alimentos, materiales, oxígeno, agua y recreación, y eventualmente podrían tener un gran interés para la industria farmacéutica. Por estas características peculiares sirven también de santuario y refugio a muchas especies, algunas de ellas en vías de extinción.

Un estudio de la Universidad de Rhode Island y de la USAID (Olsen, S. 2003. Crafting Coastal Governance in a Changing World. CRC – University of Rhode Island and the USAID. 378 p.) analiza el valor económico de los servicios ambientales que brindan diferentes ecosistemas de humedales, costeros y marinos. El valor se establece en dólares americanos por hectárea.

Se indica así que los estuarios tienen un valor por hectárea de $22.832, mientras que zonas de pastos marinos y de algas verdes de $19.004, los arrecifes coralinos de $6.075, los pantanos y las zonas inundadas de $19.580.

Considerando que la zona de la Isla Calero afectada por la tres escalas antes mencionadas, se presentan diversos ecosistemas de humedal, y tomando un valor promedio de $20.000 por hectárea al año, es posible proyectar los costos de los daños ambientales que se están produciendo.

Costo del daño ambiental. Debido a que los ecosistemas afectados dan servicios ambientales de forma permanente, a través de los años, la forma más simple de valorar el costo de daño es determinar el valor económico del servicio ambiental que dejaría de obtenerse, como mínimo durante el tiempo que perdure la actividad que lo impacta, es decir su vida útil.

Esto, aunque el daño ambiental pueda considerarse de tipo irreversible, dado que una vez que se ha afectado el ecosistema de forma sustancial, la restauración de los ecosistemas a sus condiciones iniciales antes de su afectación, puede no ser posible, o en su defecto, necesitar de un gran esfuerzo y recurso económico.

Debido a que los daños identificados son de tres tipos, local, subregional y regional, se generan tres costos del daño ambiental. Para ello se establece un margen de temporal de 10 años y 100 años. Este último caso, considerando la vida útil de un canal interoceánico. Siendo así, la estimación del valor del daño ambiental para la situación local a 10 años sería de $12.000.000 y a 100 años de $ 240.000.000; mientras que para la situación subregional a 10 años sería de $130.000.000 y a 100 años de $2.600.000.000, y finalmente, para la situación regional a 10 años sería de $600.000.000 y a 100 años de $120.000.000.000 (ciento veinte mil millones de dólares).

A estas cifras de daños se les tendrían que sumar la cuantificación de los efectos socieconómicos, entre otros, disminución de capacidad productiva, caída del ingreso familiar y consecuente desmejora en sus condiciones de vida, que se darían en las comunidades humanas que subsisten de las zonas de humedal, que a escala regional, solo en el Caribe Norte de Costa Rica, alcanzan hasta 40.000 habitantes. Además, los efectos en la actividad turística y de pesca deportiva que ya ha generado daños durante los últimos meses y que se incrementaría en un futuro cercano. También queda pendiente sumar los daños ambientales que se producirían en los ecosistemas costeros del Caribe de Costa Rica, como la afectación de la anidación de tortugas, disminución de pesca y afectación de arrecifes y comunidades coralinas.

Prioridad. Debido a la cadena de impactos ambientales que se están produciendo como consecuencias de las obras de dragado y canalización en la isla Calero, es claro que la prioridad fundamental es la prevención. Esto significa que se detengan de inmediato las obras y que se proceda a reponer los daños producidos.

El desarrollo del ecosistema del delta San Juan – Colorado, requiere una acción conjunta y coordinada de ambos países, cuya prioridad es el desarrollo sostenible de la zona, para el beneficio de las comunidades partiendo de un aprovechamiento sostenible de los bienes y servicios ambientales de los humedales de la zona, no de su destrucción.

Inminente daño ambiental en la desembocadura del río San Juan

Utilizando una disciplina científica de la geología, que permite elaborar y prever escenarios sobre los procesos de erosión y sedimentación en ríos y costas, ha sido posible elaborar un modelado sedimentológico de lo que serían los “cambios de facies” y por tanto, interpretar los efectos que produciría la canalización y trasvase del río San Juan hacia la laguna Los Portillos. A partir de esto, es posible pronosticar los cambios que ocurrirán y por tanto, las consecuencias ambientales que se darían con esos cambios. Una vez hecho esto, al menos en una condición inicial, el escenario final se considera altamente crítico, respecto a la gravedad del daño ambiental que se producirá y los cambios en la geomorfología de esta vulnerable zona que comparten ambos países.

Sistema en equilibrio: La revisión de mapas de la zona elaborados por la Marina de Estados Unidos en 1898 y de fotografías aéreas oficiales del Instituto Geográfico Nacional de Costa Rica, de los años 1961, 1981, 1986 y 1997, deja claro varias cosas. Primero que todo, que no ha existido un caño o canal de desagüe que conecte al río San Juan con la laguna Los Portillos. Segundo, que durante más de 110 años, el sistema deltaico de desembocadura ha estado en condición de equilibrio ambiental y más bien en un proceso constructivo, con crecimiento de las barras costeras en un sentido noroeste-sureste, a pesar de que esa zona es afectada con frecuencia por el paso de huracanes, con lo cual se demuestra la capacidad natural para compensar inundaciones marinas y fluviales. Todo esto ha permitido que sobre esta zona se establezca una importantísima cadena de ecosistemas, muy rica en biodiversidad.

Efectos sedimentológicos: La construcción del canal y el trasvase del río San Juan producirá importantes cambios en el sistema fluvial y litoral. Estos cambios representan verdaderos daños ambientales de diversas escalas. Estos efectos se darán en cadena. El trasvase del río hacia la laguna Los Portillos convertirá rápidamente, este prístino estuario en un pantano lodoso. La barra arenosa de Punta Castilla será abierta por erosión y el río desembocará directamente hacia el Caribe. Con ello, todos los sedimentos que acarrea ya no serán depositados en el sistema parálico del delta, sino que pasarán hacia el mar, donde las corrientes marinas paralelas a la costa los llevarán hacia Barra del Colorado, Tortuguero e incluso hasta Limón. Por otro lado, la pérdida de caudal en el cauce natural del río San Juan producirá graves efectos en los humedales costarricenses y nicaragüenses, produciendo erosión y transformando el sistema deltaico en un sistema “destructivo”, altamente vulnerable a la erosión.

Efectos en los ecosistemas: Sobre las diferentes facies sedimentarias del sistema parálico del delta, se han instaurado ricos y valiosos ecosistemas terrestres, acuáticos y litorales. Todos ellos plagados de vida, destacándose mamíferos como el manatí, el mono congo, el jaguar, la danta, el cabro de monte, la martilla, la nutria, el mono araña y el serafín del platanar. También hay reptiles y abundantes especies de aves, así como una rica vida acuática, que incluye el sábalo, el guapote, el róbalo y la barracuda, sin contar además con las tortugas, que le dieron nombre al parque nacional. Se trata de ecosistemas poco afectados por las actividades humanas que se sitúan en zonas que han sido declaradas como sitios Ramsar, es decir, como humedales de importancia mundial y establecidos, en ambos países en áreas silvestres protegidas. Son áreas con gran potencial para el aprovechamiento de bienes y servicios ambientales, para capturar carbono y como importante fuente de vida y de nutrientes a los ecosistemas marinos; así como fuente de actividades económicas de subsistencia y ecoturismo para las comunidades fronterizas.

Magnitud de los daños: El encadenamiento de efectos como producto del trasvase del río San Juan permite hacer una primera valoración de los daños ambientales que se van a producir. Los resultados, aunque preliminares, deben servir para llamar la atención sobre la urgencia de tomar medidas precautorias. La sola construcción del canal artificial está provocando un daño muy grande en el ecosistema boscoso y de humedal, con una afectación aproximada de 60 mil metros cuadrados. No obstante, este daño se queda pequeño cuando se compara con los 6 millones 500 mil metros cuadrados de humedales, canales fluviales, lagunas estuarinas y barras litorales que serían dañados de forma irreversible. De estas 650 hectáreas, aproximadamente 400 se sitúan en Costa Rica y 250 en Nicaragua, sin contar todavía los daños que se producirían en el Litoral Caribe Norte de Costa Rica, por sedimentación acarreada por las corrientes costeras.

Urgencia de detener obras como medida cautelar: Las acciones tomadas por Costa Rica de demandar al gobierno de Nicaragua ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya y solicitar la aplicación urgente de medidas cautelares son atinadas. No obstante, el aviso de que se puede tardar de 3 a 4 meses para establecer dichas medidas, no es para nada positivo. Las estimaciones hechas sobre la comparación de fotografías que registran el avance en la construcción del canal, muestran que podría estar finalizado en 2 ó 3 meses a lo sumo. Es decir, antes de que la Corte ordene dichas medidas cautelares.

Debido a que el daño ambiental que se generaría sería de grandes dimensiones y de carácter irreversible para ambos países, es de extrema urgencia que se detengan las obras de construcción del canal y que una comisión binacional realice un estudio del impacto ambiental que se dará como consecuencia directa de este proyecto. Ante esto es importante hacer un llamado a todas las organizaciones ambientales costarricenses y nicaragüenses, así como regionales centroamericanas, latinoamericanas y del mundo, para que se suspenda este proyecto y se realicen los estudios técnicos, de manera conjunta con los centros de investigación y expertos de ambas naciones.

Dragado del río San Juan

Pese a no disponer del plan detallado de la operación técnica conducente al dragado del Río San Juan (y que nuestras autoridades solicitaron en su momento a las de Nicaragua, antes de que el Canciller recibiera "seguridades verbales" el pasado 26 de agosto), y partiendo de las claras intenciones mostradas por Nicaragua, de abrir un canal de aproximadamente 1 Km de longitud, a la altura de Aragón, en la isla Calero, para desviar las aguas del río hacia la laguna Los Potrerillos, es posible establecer un modelado sedimentológico y las consecuencias ambientales que semejante obra podría acarrear.

Pese a no disponer del plan detallado de la operación técnica conducente al dragado del Río San Juan (y que nuestras autoridades solicitaron en su momento a las de Nicaragua, antes de que el Canciller recibiera "seguridades verbales" el pasado 26 de agosto), y partiendo de las claras intenciones mostradas por Nicaragua, de abrir un canal de aproximadamente 1 Km de longitud, a la altura de Aragón, en la isla Calero, para desviar las aguas del río hacia la laguna Los Potrerillos, es posible establecer un modelado sedimentológico y las consecuencias ambientales que semejante obra podría acarrear.

Primer efecto ambiental. Presumiendo que junto a la obra indicada se realice dragado en el Río San Juan, para “recuperar” parcialmente el caudal que, actualmente pasa al río Colorado; con la apertura del canal, el principal efecto sedimentológico será el proceso de erosión que se dará en las márgenes del canal, debido al acortamiento neto del cauce en menos del 40% del recorrido actual.

El segundo efecto ambiental de alta significancia será que se cambiará radicalmente el sistema de equilibrio de sedimentación – erosión de la laguna Los Potrerillos, provocando una sedimentación en la boca de salida del canal a la laguna y un rápido avance de esta hacia la Barra de Punta Castilla. Con esto, en poco tiempo esta barra se “rompería” y se abriría un canal de desembocadura de la laguna Los Potrerillos hacia el mar Caribe.

Aparte de las graves consecuencias ambientales que traerían los factores antes indicados, con la salida de sedimento hacia el mar Caribe, sin el mecanismo de amortiguamiento y equilibrio ambiental que representa el sistema parálico actual del delta Colorado – San Juan, con lagunas y barras; se iniciaría una significativa e importante cadena de impactos ambientales que provocarían importantes daños en el litoral Caribe norte de Costa Rica.

Ruptura del equilibrio ambiental: por condiciones naturales, y al tratarse de un sistema deltaico, el equilibrio natural de sedimentación y erosión en la desembocadura del río San Juan, está amortiguado por el desarrollo de una serie de canales fluviales, lagunas y barras de sedimentación. De esta manera la gran mayoría del sedimento que acarrea el río, año con año, queda atrapado en esta área parálica del delta, haciendo que solo una pequeña cantidad del sedimento pase hacia el mar. Con la construcción del canal, la situación cambiaría dramáticamente, dado que sería invertiría, haciendo que poco sedimento quede atrapado en el sistema parálico del delta y que más bien, la gran mayoría pase hacia el mar.

La primera gran consecuencia de que gran parte del sedimento pase hace el mar, es el desarrollo de una pluma de sedimentación que las corrientes costeras movilizarán de forma paralela a la costa. Esto provocará que se rompa el equilibrio ambiental de las costas caribeñas del norte de Costa Rica y con una extensión variable, según sea la carga de sedimento liberada y la intensidad de las corrientes costeras. Recordemos que los arrecifes coralinos del Caribe ya están en serio riesgo debido a la contaminación por sedimento que proviene de los ríos.

Alteración de los sistemas costeros. Lo que sí está claro es que con esta operación de dragado, se alterarán aún más los ecosistemas costeros, con consecuencias severos para la flora y fauna, y también se alteraría la calidad ambiental de las playas de la zona. Incluso, es posible que se afectaran los sitios de anidación de tortugas en el área de Tortuguero y los humedales de la zona norte, santuario mundial de varias especies y declarados sitios Ramsar.

Cabe destacar que la sola presunción de que estos impactos se pudieran dar, debería obligar que a que se realicen análisis más detallados para lograr una mejor cuantificación de estos impactos ambientales.

Perjuicios para ambos países. Por otro lado, la disminución artificial del aporte fluvial y de sedimentos al sistema parálico del Delta Colorado – San Juan, tendrá severas repercusiones a los ecosistemas de ambos países. Al romperse el equilibrio, se iniciarían cadenas de impacto de alcance irreversible, con erosión de barras costeras, sedimentación en canales y graves consecuencias para la flora y fauna de los humedales del sistema parálico, los cuales, corresponden con áreas silvestres protegidas.

Impactos de gran magnitud: como puede verse, los impactos ambientales a producir serán de gran magnitud, y por su naturaleza son de tipo transfronterizo. Como tales, deberían ser objeto de un detallado y profundo análisis y evaluación de impacto ambiental, dado que una vez ejecutada las obras se producirán consecuencias irreversibles que afectarán no solo los ecosistemas del delta, sino también a las comunidades humanas de ambos países que habitan y subsisten en el mismo.

Voz de alerta internacional. Ante esta situación, se hace indispensable dar la voz de alerta a las autoridades de ambos países y también a los organismos internacionales, a fin de las obras planeadas se detengan, hasta tanto no se realice una efectiva y completa evaluación de impacto ambiental transfronteriza y se establezca la viabilidad o no de la obra de dragado y las condiciones técnicas en las que podría ejecutarse. No hacer esto, no solo traería las consecuencias políticas y sociales que ya está acarreando, sino que tendría muy severos efectos ambientales negativos e irreversibles que dañarían el delta que pertenece a ambos países.

Refugio mundial de especies en extinción. Considerando todo lo anterior, se hace urgente que las organizaciones ambientales y sociales de ambos países tomen acciones para que se detengan las obras y que se realicen los estudios ambientales necesarios para que se establezcan alternativas viables de desarrollo para las comunidades del delta, bajo la premisa de mantener su condición de equilibrio y sostenibilidad ambiental. Estamos hablando de una zona que constituye un verdadero refugio mundial para especies en vías de extinción.

Esfuerzo binacional. Instamos nuevamente a ambos Estados y a entidades ambientales a que se realice un EIA transfronterizo, tal como lo reconoce las legislaciones de Costa Rica y de Nicaragua para proyectos susceptibles de provocar daños transfronterizos. Estamos seguros que centros de investigación científica de ambos lados y centros universitarios podrían coadyuvar, de manera conjunta a este esfuerzo binacional de valoración de posibles daños a esta frágil zona.